XI (Parte 1) - Sobre Revelaciones en el Caos

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Craig no hizo una sola pregunta. Al ver a Scott frente a él, cubierto en golpes y sangre y con Vinny en sus brazos en peor estado, simplemente se quedó de pie. Pareció evaluar la situación por un microsegundo y luego señaló el auto.

—Sube —dijo con severidad.

Scott asintió. Se dirigió rápidamente hacia la puerta del asiento trasero, que Craig se apresuró a abrir para él.

—¿Craig? —dijo Vinny, su voz suave.

—Cuidado con la cabeza —Craig alargó una mano y le acarició el cabello mientras Scott entraba.

El chico mayor observó la expresión de Craig, pero era imposible leerlo. Cerró la puerta y Scott se acomodó al centro del asiento trasero, sosteniendo a Vinny muy cerca de sí. Segundos después el auto se puso en marcha con un rugir del motor, y Scott respiró profundamente. Había miles de cosas que tenía que pensar, quizá muchas más que debería decir, pero solo podía concentrarse en el cuerpo del chico temblando, su sangre empapándole las manos, la respiración entrecortada que le golpeaba el pecho.

Vinny se mantenía en silencio, al punto que Scott no podía soportarlo. Había un miedo que lo sofocaba por dentro por cada segundo en que no abría la boca, cuando había pasado tardes enteras preguntándose si alguna vez se cansaba de hablar.

Scott se inclinó y habló suavemente. —¿Vinny? Vinny, falta poco. Di algo, vamos.

Recibió un gruñido de respuesta. Vinny respiró hondo y hundió su rostro en el pecho de Scott.

—Mi brazo me está matando...

Las manos de Scott se estremecieron un poco. Sus dedos puestos tras los hombros de Vinny se movieron como por voluntad propia, trazando una delicada línea al subir por la curva de su cuello hasta encontrarse con algunos mechones de cabello, húmedos con sudor y sangre. Sin estar consciente de qué hacía o por qué, Scott dejó que las yemas de sus dedos se adentraran entre ellos, acariciando suavemente, con una delicadez que no había tenido con nadie más, nunca antes.

—Aguántalo. Puedes hacerlo. Solo... No pienses en eso —dijo, y buscó cualquier cosa que pudiera distraerlos para hacer el viaje más corto, menos tortuoso—. Vamos, recuerda el juego. Sexta entrada, ¿sí? Dos out. Rake va a batear, y...

—Rake es pésimo bateando bajo presión...

Scott sonrió. —Exacto, es mejor defendiendo. Pero tiene que batear. Y se para allí, y cuando viene el lanzamiento...

Vinny sonrió débilmente. Su sonrisa brillaba, blanca entre la tierra y la sangre que manchaban su piel—. Y los chicos estaban bateando en el aire, imitándolo. Querían ayudarlo.

—Tú también estabas bateando el aire.

—No me di cuenta.

—Lo estabas —Scott insistió, y continuó el resto del camino al hospital narrando pequeñeces del juego, cosas de las que se había percatado y que no había pensado decir, pero que parecían funcionar para relajar a Vinny, normalizar su respiración.

Craig los examinó de cuando en cuando por el espejo retrovisor, con la misma expresión ilegible tras el reflejo en sus gafas. Dejó que los chicos hablaran en voz baja y se concentró en el camino, en las calles abriéndose frente a él y, finalmente, el edificio del hospital. Entró por el acceso vehicular e hizo una maniobra rápida para aparcar el auto a medias al costado del sendero.

—Estamos aquí —Scott dijo, aliviado. Craig descendió del auto y abrió la puerta para que los chicos salieran. Le ofreció una mano al chico mayor para ayudarlo, pero él se negó. Tomó a Vinny y lo sacó con cuidado, dirigiéndose de inmediato hacia la entrada.

Escrito en el AsfaltoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora