Intermisión 3: Craig y el Primogénito de Oro (Parte 6)

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Henry viajó de nuevo para el verano, pero quizá era mejor así. Craig, con una nueva motivación impulsándolo cada día, necesitaba espacio para pensar de manera objetiva, sin emociones fuertes o impulsos que le nublasen el juicio. Debía ver su encierro con nuevos ojos, ya no como una víctima, sino como un atracador que buscaba darle fin de una vez por todas.

El primer paso era a la vez simple y aterrador: escuchar. Durante todo su suplicio, Craig se había acostumbrado a ignorar todo aquello que lo incomodase en los momentos antes y después de ser llevado ante Bruno. Ahora, cualquier murmullo podría convertirse en un arma; la presencia de Henry y su oferta de acompañarlo le ofrecían una vía de escape que Riff e Ingram desconocían, y Craig podía aprovecharse de ello, debía hacerlo valer.

Sin embargo, ese trance libre de todos sus sentidos era también la única manera en que Craig había aprendido a sobrellevar el pánico de las llamadas. Escuchar con atención y mantenerse consciente implicaba que Craig sufriría el doble: no habría distancia entre él y los eventos que vivía, entre los oídos en busca de pistas y los oídos que escuchaban los jadeos de Bruno como plegarias desesperadas.

Henry se marchó con su familia a mediados de junio y no regresaría hasta mediados de julio. Craig deseó que se divirtiera con Vinny mientras él, por su parte, daba lo mejor de sí. Por primera vez se encontró esperando con anticipación la siguiente llamada de Clancy, pendiente de cada movimiento de Riff, como si en su postura pudiese adivinar la próxima fecha decisiva.

Craig se escondía en las esquinas de la guarida abandonada de Ingram y cerraba los ojos, imaginándose lo que conocía de la mansión de Bruno a su alrededor. Todo sería más fácil si podía reducir lo desconocido de aquel horrible lugar a algo más familiar como esos pasillos, las oficinas dilapidadas, las conversaciones mundanas de los empleados mientras empacaban cocaína o bebían un café luego de una noche de ventas exitosas.

Con el patrón regular, la llamada debería haber llegado hasta pocos días antes del regreso de Henry. En lugar de eso, Riff despertó a Craig de una siesta a media tarde, algo muy inusual para todos, cerca de las fiestas del cuatro de julio. Craig se tomó su tiempo en la ducha, sabiendo que esta peculiaridad era una oportunidad todavía más jugosa de obtener alguna información útil. No podía separarse de sí mismo. Sería Craig desde el instante en que se pusiera la ropa de mujer, y hasta que Riff lo llevase de nuevo a la cajuela, débil e impregnado con un hedor a sexo y alcohol. Debía olvidarse de Gia.

El primer paso era bajar hasta el auto. Craig se esforzó por mantener su respiración calmada mientras reparaba en pequeños gestos que antes había ignorado: Riff guardaba las ataduras en la misma cajuela del carro, para no perderlas, y hacía un nudo simple que solo apretaba sobre la piel de Craig cuando él se negaba a ofrecer sus muñecas. La soga era la misma desde hacía años, y estaba ahora desgastada y sucia, pero también mucho más manipulable.

Al entrar a la cajuela, Craig logró ver a dos de los ayudantes de Ingram saliendo de la guarida para unírseles. La única razón para ello debía ser que había algún pedido que ellos recogerían en la mansión de Bruno. De ser así, Craig podía imaginarse que esa mansión era más bien un centro de operaciones en lugar de una residencia. Quizá Bruno no vivía allí, en realidad, pero se hospedaba en esas habitaciones para realizar movimientos de droga.

Craig, ya encerrado, sintió el tambaleo del auto tras cada persona que se sentaba. Riff iba solo adelante. El motor se encendió con un esfuerzo y el sistema de sonido empezó a reproducir una canción animada de verano, cuya melodía vibró por toda la carrocería. Craig estaba sudando. El trayecto, usualmente corto, se le hizo más eterno que nunca. Al principio intentó llevar la cuenta de los cruces, pero su posición lo confundió a los pocos minutos. Por el rugido del auto, asumió que iban subiendo por una cuesta.

Escrito en el AsfaltoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora