Intermisión 3: Craig y el Primogénito de Oro (Parte 16)

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Además de los besos diarios o, más bien, nocturnos; Craig y Henry empezaron a escabullirse el uno en la habitación del otro para conversar y dormir juntos. Al dormir menos el día les resultaba el doble de extenuante, pero podían lidiar con ello si a cambio tenían esas noches lado a lado, a veces tomados de la mano mientras Henry cantaba una canción de amor suavemente como si fuese una canción de cuna.

Henry, quien había tomado algunos cursos avanzados en el instituto, empezó a tener tutorías más largas que a menudo se extendían más allá de la hora de cena. Siempre que podían, Craig lo acompañaba mientras Henry comía solo en la cocina. En los fines de semana, con Vinny en casa, Henry tocaba un par de canciones en su salón de música, donde Vinny siempre veía a su hermano con total fascinación.

Como Fester le advirtió, Craig empezó con un nuevo régimen de tutorías y cursos a distancia algunos días después del cumpleaños de Dominic, celebrado, como el año anterior, durante la madrugada luego de que el jefe de mayordomos hubiese acompañado al magnate de un lugar a otro. El tal Brian de la compañía en realidad no aparecía seguido en la mansión, pues Craig no necesitaba muchas intervenciones. Usualmente llegaba un par de veces a la semana para revisar algunos datos y detalles con Craig, quien se ocupaba del resto del trabajo de manera mecánica.

Los cursos trataban sobre el mercado laboral, historia de la economía, leyes y reglamentos. Eran temas que Henry solo había tratado tangencialmente y, a veces, Fester llamaba a ambos chicos a su despacho para tener discusiones sobre la actualidad de la empresa. Entre más tiempo pasaba, más alienado Henry se sentía, y recaía en su mayor inseguridad: ¿qué tal si te conviertes en el favorito de Fester?

Durante las fiestas, sin embargo, esa pregunta obtuvo respuesta. La familia celebró el Día de Acción de Gracias, una vez más, con la familia de Olivia, y Craig no los acompañó. Quizá esa era la línea que delimitaba sus beneficios: podía ser parte del negocio familiar, pero no de las celebraciones donde no habría fotógrafos para capturar el momento.

Craig obtuvo un teléfono móvil, así que mantenerse en contacto con Henry fue más fácil. Las conversaciones por teléfono no se asimilaban ni por cerca a sus noches juntos, pero debían bastarles. Ambos chicos lo sabían: entre más se conocían, más difícil era estar separados. Fester debía saberlo, y esa era siempre su mayor amenaza.

Para las fiestas de fin de año, la familia cambió de rutina y fueron a Belice, donde Fester había reservado un hotel solo para ellos. Las tutorías de Craig continuaron, y ya había iniciado con algunas evaluaciones cuatrimestrales de sus cursos a distancia. Aparte de los mayordomos, Georgia, y Brian, Craig no tenía mucho contacto con nadie. Entre todos, menos Craig, contrataron a una compañía de catering para la cena de Nochebuena, y luego Craig le ayudó a Georgia a hornear y decorar un pastel para el cumpleaños de Ian. Para Año Nuevo, todos cocinaron.

Cuando los Melville regresaron en los primeros días de enero, una de las primeras cosas que Fester hizo fue llamar a Craig y Henry a su despacho. De alguna manera, Fester había obtenido las notas de las evaluaciones de Craig antes que él, y el magnate se regodeó de ellas como si fuese un logro suyo.

—Esperemos que la barra no te quede muy alta, Henry —Fester bromeó—. Tan pronto completes tus cursos avanzados en el instituto, empezarás a llevar cursos de nivel universitario, incluyendo los que Craig lleva ahora. Es más: si las cosas siguen así, Craig podría terminar convirtiéndose en tu tutor en un par de años. ¡Quién lo habría pensado!

Henry y Craig soportaban semejantes reuniones de mejor manera, a veces porque hacían tiempo para estar a solas y reconfirmar que sus verdaderos yo estaban ahí, juntos, revelados con naturalidad, alejados de la pantomima de la compañía.

Escrito en el AsfaltoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora