Intermisión 3: Craig y el Primogénito de Oro (Parte 21.1)

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Craig vio el deterioro de la ciudad mientras conducía rumbo al tercer puente. Vio, también, algunos autobuses de las rutas que él y Henry abordaron años atrás para salir del agarre del sur. Quizá, pensó, era ridículo imaginarse un mundo donde todas sus conexiones quedasen atrás. Como huellas en la nieve, los pasos que habían dado en aquellos barrios eran un camino fácil de seguir, especialmente para el chico quien lo había sacado de su jaula.

Se detuvo al borde de la calle antes de cruzar el tercer puente. ¿Era la opción más segura? Craig no tenía idea. Existía la posibilidad de que su pánico fuese fruto de sus propias preocupaciones inconscientes, que en el fondo aún le temiese demasiado al sur como para concebir el pensamiento de Henry sometido a sus verdades. ¿Cómo tener certeza sin adentrarse en la red?

Cruzó. Su auto llamaría la atención, como el de Dominic lo había hecho en aquel entonces. Coincidentemente, Henry tenía ahora la edad que Craig tuvo al marcharse hacia el norte.

Craig se aparcó en un estacionamiento subterráneo, oscuro y húmedo. Se alborotó el cabello, pensó en quitarse las gafas, pero necesitaba todos sus sentidos completos. Salió sin rumbo conocido. Solo podía recrear lo que había puesto en papel.

Era inevitable sentirse observado. Como pudo, Craig fue examinando las expresiones de todo quien se cruzaba con él en busca de una señal de reconocimiento. Echar a correr al ser identificado causaría una escena innecesaria, y un lío con Fester. Debía mentir. Debía asegurarse de que Henry tampoco se viese perseguido por personas que quisieran ajustar cuentas por la reputación de su padre, o simplemente estafarlo.

Había nieve sucia acumulada en las canaletas; ya que caminaba sin ver el piso, sino el horizonte, los zapatos de Craig estaban sucios y el agua derretida se había filtrado hasta empaparle los pies. Rememoró la imagen del abrigo que faltaba en el armario: gris oscuro, con un patrón bordado en las mangas y capucha. Seguro lo detectaría de inmediato. Seguro nada malo sucedería, por más que el sur siempre le hubiese probado lo contrario.

Dirigirse directo a Motor Park era mala idea. Henry no podía ser tan estúpido. Lo que quedaba, entonces, era investigar en las cuadras circundantes al parque y luego hacerse una ruta hacia Cowden, por más difícil que eso fuese de aceptar. Craig hizo un esfuerzo por observar su móvil de manera discreta y estudiar el mapa del trecho que separaba ese barrio con Cowden.

Cruzó una calle donde un grupo de chicos estaba sentado en la acera y jugando cartas. Los chicos lo estudiaron de arriba abajo, y Craig cerró sus puños con fuerza. Hacía un tiempo que no peleaba más que por broma con Vinny, pero era algo instintivo. Años de vida con un falso pedigree no le robarían las reacciones rápidas y el filo de su mordida.

El cielo se cerró, cubriendo las calles en sombras. Solo algunas de las lámparas del alumbrado público funcionaban con normalidad, y otras lanzaban una luz amarilla parpadeante que le daba al lugar una atmósfera tétrica. Craig intentó olvidarse del paso del tiempo, dejar atrás la idea de Fester en la mansión, de Ian confesando lo que había ocurrido, de Dominic enfurecido por verse una vez más en la misma travesura.

Entró a la porción desconocida que había entre él y Cowden, un lugar llamado Alverton. Vio varios complejos habitacionales que habían tenido mejores días, escuelas enrejadas como a la que él atendió de pequeño, y un número enervante de autos destartalados y a medio saquear: sin puertas, sin asientos, sin capó. Como riéndose en su cara, la noche cayó velozmente, atrapando a Craig en ese lugar sin la ventaja de conocer el tejido del barrio, escondites, lugares donde volverse invisible en caso de peligro. Se pegó a las paredes, pendiente de sus espaldas, y siguió.

¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Cuánto tiempo llevaba Henry fuera? Esta y otras preguntas no hacían sino repetirse en el fondo de la mente de Craig, una estática constante que enmudeció lo que realmente debería estar pensando: el siguiente paso, la manera en que un chico como Henry se acercaría al laberinto de la criminalidad en los barrios. Craig se secó la frente con la manga del abrigo; era invierno, pero la ansiedad le había hecho sudar frío.

Escrito en el AsfaltoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora