Los que hacía minutos habían gritado por emoción con cada golpe de la pelea ahora reunían sus cosas y se largaban antes de que los pudieran involucrar en el desastre que había ocurrido. Eran cobardes, todos y cada uno de ellos, corriendo hacia las puertas como pollos decapitados. Solo un manojo de personas se había quedado de pie al borde del campo de fútbol, aparentemente petrificados del miedo como para avanzar más.
Scott miró a los que huían con desprecio. Se había quedado de pie, a la sombra junto a uno de los graderíos más lejanos. Vio toda la pelea, y sentía una culpa extraña, mezclada con rabia consigo mismo. Siempre se había mantenido imparcial mientras presenciaba encuentros en los que él no estaba involucrado, pero había algo en la diferencia de tamaño y la sangre que ambos habían logrado hacer derramar al otro que hizo que Scott estuviera enormemente incomodado desde el primer puñetazo.
Los amigos de Vincent no siguieron caminando. El chico llevaba varios segundos sin responder. Todavía había gente que podría verlo, pero Scott no dejó que le importara: salió de su escondite y corrió hacia la portería justo en el momento en que Vincent escupió sangre y gritó con desesperación. Scott se detuvo un segundo y luego siguió con más velocidad aún. Pasó de largo al trío de los seguidores de Vincent y llegó hasta el chico.
Se arrodilló a su lado. Tragó hondo. Scott había visto mucha sangre a lo largo de los años, pero esa vez se sintió enfermo al notar que Vincent no dejaba de escupirla. Con la mayor gentileza de la que era capaz puso una mano sobre el hombro del chico, quien se estremeció con el tacto.
—Cálmate —dijo Scott, y lo ayudó para que pudiera alejarse de la portería; mantuvo al chico erguido rodeándole los hombros con un brazo firme. Extendió los brazos del más pequeño con cuidado a sus costados y revisó rápidamente por algún desplazamiento o fractura evidente—. ¿Puedes hablar? Vincent, ¿puedes escucharme?
Los Tres John llegaron enseguida. Alternaban las miradas entre Scott y Vincent, y el primero se sintió incómodo. Vio cómo un segundo grupo los pasaba de largo y se arrodillaba alrededor de Buck para asistirlo. Probablemente eran del equipo de fútbol.
—Será mejor trasladarlo —dijo Scott, regresando su atención a Vincent, quien tosía sangre cada tres segundos—, pero todavía no sé si convenga moverlo. ¿Vincent?
Vincent gimió e intentó abrir los ojos. —¿Hm?
—Vincent, soy yo —continuó el otro chico, e inmediatamente se sintió extraño—. ¿Recuerdas cómo me llamo? Vamos, contesta.
Vincent lo buscó con la mirada, pero parecía que el sol le incomodaba. Levantó una mano y la cerró sobre el frente del suéter de Scott, halándolo más cerca.
—¿Scott?
Los Tres John soltaron suspiros de alivio. Scott seguía desconfiado. Tomó la mano de Vincent para poder alejarse y notó la marca sangrienta que había dejado sobre su ropa.
—Bien, puedes hablar —sostuvo dos dedos frente a él—. ¿Cuántos dedos ves?
—Dos.
—Bien. ¿Qué día es hoy?
—Martes.
—¿Cuál es la fecha de tu cumpleaños?
Vincent hizo una pausa. Se lo pensó por varios segundos antes que una sonrisa tímida apareciera en sus labios.
—Si contesto eso, me deberás una pregunta.
El otro bufó y sacudió la cabeza. Miró a los otros chicos. —Este tonto está perfectamente bien —dijo, y le hizo una última pregunta—. ¿Te has roto algo?
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Escrito en el Asfalto
Novela JuvenilLa ciudad de Vertfort fue, por muchos años, tierra de nadie. Ahora, luego de generaciones de herederos, bancarrotas, absorciones y traiciones, quedan tres familias: Arkwright, Landvik, y Melville. Vinny Melville, a sus dieciocho años, es el joven h...