Persuadido por las palabras de Kit, Craig decidió posponer sus planes. Continuó trabajando en su habilidad para pelear al tiempo que ansiaba ver al joven empleado de la limpieza que lo hacía sentir como si la vida no podía ser tan mala, ya fuera dentro a fuera de Cowden.
Le tomó un par de meses aceptar que lo que sentía por Kit era una mezcla de admiración y encaprichamiento, y una vez lo hizo se sintió estúpido y feliz a la vez. Luego de años constantemente enfocado en no tenerse lástima y defenderse de matones, había algo emocionante en tener no solo un aliado, sino la prueba de que existían personas a quienes Craig podía querer, sin importar las circunstancias.
Estaba disfrutando de su primer enamoramiento impulsivo, y aún la sospecha pasajera de que Kit estaba al tanto de sus sentimientos pero no los correspondía no era suficiente para arruinarle las noches. Craig escuchaba las ideas de Kit acerca del futuro, su insistencia en que Craig continuase sus estudios para no terminar barriendo pisos y limpiando baños como él, sus suspiros y lamentos cuando Craig le robaba un cigarrillo y lo fumaba deambulando por el patio central. Craig no podía resistirlo y terminaba acatando sus consejos.
Por primera vez en mucho tiempo, dejó que alguien se preocupase por él. Kit se convirtió en su primer verdadero amigo, y los meses pasaron de manera placentera, con una rutina que lo llenaba de paz y le dotaba de una actitud serena cuando era retado en las calles. Se volvió más fuerte, más pensativo, más introspectivo. Pensaba que al fin se estaba conociendo a sí mismo, y la comodidad entre ellos le permitió incluso reír de vez en cuando, abiertamente y sin contenerse los sentimientos.
Ese invierno había sido duro para Cowden. Craig hacía lo posible por desaparecer cuando Matilde parecía más atareada y hundida en problemas financieros, y se hacía ilusiones de ayudarle de alguna manera cuando él hubiese superado lo que tenía que superar, cuando se convirtiera en un hombre y pudiese ganarse un salario, sostenerse a sí mismo. Parecía que Matilde lidiaba con las cosas un poco mejor cuando sabía que Craig estaba de buen humor, así que el chico se aseguró de, por lo menos, coincidir con ella en los pasillos para dedicarle una sonrisa a medias entre la pena y el agradecimiento.
El tiempo seguía avanzando. Craig aprovechaba la calma en medio de sus tempestades internas para estudiar, y ese año apuntaba a ser el de su mejor desempeño académico. Sus ambiciones se multiplicaron, y gracias a los cumplidos de parte de un Kit que se escuchaba verdaderamente orgulloso de él, Craig se sintió capaz de eso y mucho más. Se sintió valiente, hábil, preparado. Pero se le había olvidado lo más importante: el tiempo.
Un año pasó como si nada, y pronto sus noches con Kit se volvieron más y más silenciosas, con una densa atmósfera presionándole los hombros al recordar que el joven se iría, que Kit también tenía sus planes trazados y sus propias metas. Aunque Craig hubiese tenido el valor de pedírselo, sabía que en esos planes él no tenía cabida ni derecho a reclamar.
El calor del verano era un asco. Kit soltaba maldiciones mientras se reacomodaba la camisa del uniforme que se le adhería a la piel por el sudor. Craig, quien varias veces lo había seguido con la mirada intensa y escondiendo el rubor en las mejillas, no podía alzar la vista del piso. El plazo se había cumplido hacía un mes, y tenía el presentimiento de que Kit había extendido su estadía en ese trabajo porque no sabía cómo despedirse. Francamente, él tampoco tenía la menor idea.
—Hey —Kit lo llamó de repente. Craig suspiró y volteó. La enorme sonrisa de Kit fue una sorpresa grata y dolorosa a la vez—. La semana pasada tiré mi última caja de cigarrillos, ¿sabes? El Kit adicto a la nicotina ya no existirá. Y por consiguiente ese odioso hábito que imitaste de mí llega a su fin, también.
Craig intentó sonreír, pero la expresión no duró en sus labios. Miró más allá de la figura de Kit, quien se aferraba a la escoba con tal fuerza que amenazaba con romperla en dos, y sus ojos se encontraron con la puerta de la enfermería. Muchas cosas habían cambiado en los pasados trece meses, pero algunas pocas se mantenían igual: las ventanas de la enfermería, los cerrojos fáciles de burlar, la idea de probar suerte en las calles antes que su buen momento llegase a su fin.
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Escrito en el Asfalto
Teen FictionLa ciudad de Vertfort fue, por muchos años, tierra de nadie. Ahora, luego de generaciones de herederos, bancarrotas, absorciones y traiciones, quedan tres familias: Arkwright, Landvik, y Melville. Vinny Melville, a sus dieciocho años, es el joven h...