VII (Parte 3) - Sobre la Tranquilidad con Alguien Intranquilo

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Mientras todos en la escuela se emocionaban por quedarse en casa durante una decena de días viendo películas y atracándose con golosinas, Scott maldecía todo el tiempo libre que se le avecinaba gracias a las malditas vacaciones de primavera. Su consuelo era pensar que ese año sería la última vez. Pero antes, había algo más que necesitaba de su atención.

A lo largo de la mañana siguiente intentó buscar a Eckhard y su séquito entre los estudiantes. Siempre era difícil divisarlo cuando los demás lo rodeaban tan herméticamente; el tipo en sí era más bien pequeño, con rostro de ave y una especie de barba escasa que lo hacían parecer sucio. Tenía un caminar extraño y daba la sensación de que la escuela, para él, era únicamente un pasatiempo, y su verdadera vida estaba en otra parte.

Logró ver al supuesto número dos de la lista en los pasillos, luego que sonara la campana para el almuerzo. Scott se detuvo antes de salir de su salón de clases y vio pasar a Eckhard con su caminar característico, girando una cadena entrelazada en sus dedos y riendo con los comentarios que su pandilla le compartía en secreto. No le importaban más que el respeto que esos tipos le tenían, aunque fuese impuesto a regañadientes, y la barrera humana que formaban contra cualquier basura que osara acercársele. Scott esperó un buen momento antes de salir con su propio almuerzo e ir, con resignación, en búsqueda del mocoso.

Caminó lentamente a propósito. Había pensando durante la noche en cómo dejar las cosas claras antes de las vacaciones de primavera, para que todo el asunto no lo persiguiera por tanto tiempo, pero seguía sin tener mucho don para las palabras. Tomó la ruta más larga hasta el exterior de la escuela y caminó por los lugares usuales: el estacionamiento, los jardines, la pista de atletismo. Iba hacia las instalaciones deportivas cuando pensó que parecía estar jugando al gato y el ratón en una modalidad extraña y en contra de su voluntad.

Pasaba de largo las cercas que limitaban los campos de fútbol cuando se percató de una figura sentada en el césped, con la mirada baja. Scott entrecerró los ojos y lo reconoció como el amigo simplón de Vincent. Echó un vistazo alrededor y al no ver al chico en cuestión por ninguna parte, suspiró y continuó con su búsqueda. Cruzó los campos, llegó a los vestidores. Buscó tras el equipo en desuso, escaló el edificio a medias para darle una ojeada al techo y empezó a sentirse como un idiota al no encontrar un solo rastro del pequeño tonto, pensando incluso que quizá lo estaba evitando deliberadamente.

Se acomodó y empezó a masticar su comida sin mucho apetito. Desde donde estaba no había manera de saber si el tipo simplón que había visto estaba simplemente esperando a su líder. Pensándoselo bien, quizá era mejor acercársele a él primero. Si le era difícil formular las palabras con Vinny, intentarlo primero con este tipo podía ser buena práctica. Terminó su sándwich rápidamente y avanzó con paso seguro de vuelta a las cercas, donde el tipo seguía exactamente en la misma posición que antes.

Bajo una inspección más cercana, no pintaba nada bien. Estaba completamente absorto en el césped, sus manos aferradas de la tela de sus pantalones. Parecía pálido, nervioso, conmocionado. Scott alzó una ceja y se acercó lentamente para no asustarlo, pero de igual manera sus intentos fueron en vano; el tipo se sobresaltó con un grito ahogado y se arrastró lejos de Scott antes de reparar en quién era. Scott esperó sorpresa en sus ojos, pero el sorprendido fue él al notar en su lugar un enorme alivio.

—¡Scott Boone! —dijo, luchando para ponerse de pie—. Lo siento, yo no creí que... Es decir, yo no sé cómo... —se daba palmadas sobre la frente con cada palabra. Algo había sucedido, eso era más que aparente, pero Scott debía lograr que se calmase para entender qué demonios quería decir.

—Una palabra a la vez —empezó, pero su voz se perdía entre el parloteo del otro. Scott suspiró y elevó su tono un poco más—. Vamos, calma. Calma. ¡Hey! —lo tomó por un hombro y le dio un sacudón—. Cálmate.

Escrito en el AsfaltoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora