Todos, absolutamente todos los estudiantes en el salón estaban pendientes del reloj de pared. Había quienes golpeteaban los dedos sobre sus mesas con anticipación, otros comprobaban la hora en sus propios móviles, pensando que eran más confiables; la profesora era la única que continuaba hablando sin parar. Scott era de los pocos que no había guardado sus cosas. Seguía tomando apuntes con la dedicación de siempre, planeando desde ya los viajes que haría a la biblioteca para lidiar con las tareas que serían asignadas para las cortas vacaciones.
Las campanas sonaron. La voz monótona de la profesora fue ahogada por gritos animados al tiempo que los estudiantes se ponían de pie y salían en un torrente en dirección a la puerta. Unas chicas cerca de Scott celebraban estar una clase más cerca de su viaje a la casa en la playa de algún pariente cercano. Otros cuantos volteaban hacia él, murmuraban entre sí, lo miraban de nuevo y salían. Normalmente no le habría importado, pero el reciente cambio en su rutina le generaba más preocupaciones de las que había considerado al inicio.
¿Y si alguien lo veía con Vinny? El chico se anunciaba aún cuando no lo quería; caminaba con la barbilla en alto al darse cuenta que había más de un par de ojos fijado sobre él, y si bien Scott podía pasar desapercibido cuando estaba solo, al lado del chico destacaba como una enorme mancha. El día anterior, al entrar a la clase con un retraso poco usual viniendo de él, había experimentado de nuevo el pánico de ser el centro de atención, el foco de casi treinta miradas curiosas. Era el peor sentimiento de todos.
Entonces, ¿por qué estaba empujando todo dentro de su mochila? Porque sentía que había adquirido un compromiso, simplemente. Le gustaba mantener su palabra, ser fiel a ella, sin excepciones. Se echó la mochila al hombro y salió con el último par de personas. Se mezcló en el flujo pesado de los pasillos a esa hora en particular. Caminó hacia las escaleras para bajar e ir al lugar de reunión, pero antes de llegar se encontró con el señor Crops.
Preguntó con insistencia si había habido algún cambio en la conducta de Vinny, si se había percatado de algo, si le había dicho cualquier cosa que le fuera de utilidad durante la reunión con los padres que habría luego de las vacaciones. Scott luchó por guardar la cortesía adecuada, negó con la cabeza e intentó largarse. Al final, Crops lo retuvo por casi quince minutos. Scott se apresuró hasta el edificio en la esquina del otro lado de la escuela, maldiciendo. A unos metros del lugar aminoró el paso, reparando en lo ridículo que era preocuparse por su tardanza en algo tan informal. Nunca antes había quedado con alguien que no fuera su jefe, por razones del trabajo, y le era difícil asimilar la situación.
Llegó frente a las puertas principales de las piscinas utilizadas por el joven equipo de natación. Habían sido construidas apenas un par de años antes que él o Vinny llegaran a la escuela. Scott se mantuvo de pie por un par de minutos, esperando que la figura del chico apareciera. ¿Se había ido? Con una media sonrisa pensó en cuán poco probable era eso. Decidió rondar el edificio, y al llegar a la puerta trasera, la de servicio, sonrió de nuevo. Meses atrás, Scott había encontrado que el cerrojo se había roto. Al ver la puerta entreabierta se aventuró a decir que Vinny acababa de hacer el mismo descubrimiento.
Atravesó el pequeño cobertizo con redes y demás enseres para la limpieza de las instalaciones. Se acercó a una segunda puerta al fondo de la pequeña estancia y se detuvo para escuchar un sonido bajo pero persistente, una melodía, que llegaba del otro lado. Se le hacía terriblemente familiar. Con cierta curiosidad, empujó la puerta y se encontró de cara con una de las imágenes que más le agradaban de su escuela: Las amplias piscinas, sus aguas tranquilas, y la luz de mediodía que entraba por las altas ventanas reflejándose sobre la superficie, llegando a las paredes en pequeños rayos débiles que daban la impresión de bailar sobre el concreto.
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Escrito en el Asfalto
Teen FictionLa ciudad de Vertfort fue, por muchos años, tierra de nadie. Ahora, luego de generaciones de herederos, bancarrotas, absorciones y traiciones, quedan tres familias: Arkwright, Landvik, y Melville. Vinny Melville, a sus dieciocho años, es el joven h...