Vinny y Scott se pensaban al borde de la locura. Con cada día que transcurría se volvía más fácil perderse en el pasar de las horas monótonas de la mañana, y dejar a sus cuerpos actuar mecánicamente durante sus tareas de limpieza en las tardes. En sus mentes se abría paso una lejana sensación de aturdimiento y ansiedad, como si yacieran sobre una playa donde la maría subía poco a poco, y antes de que el agua los cubriese totalmente, el viernes llegaba y los sacaba de su estupor.
La costumbre era tal que sus relojes biológicos habían memorizado los horarios de los guardias. La hora de la limpieza, de la comida, de la segunda limpieza; cada momento era precedido por un escalofrío que corría bajo sus espaldas y les exigía estar alerta. Gracias a ello, sin mediar palabras, Scott y Vinny podían calcular sus movimientos dentro de la celda. Por las noches, Vinny se sentaba sobre Scott a horcajadas y lo sujetaba con apremio, sin intención de desperdiciar un solo minuto. Scott había tomado la costumbre de inspeccionar las heridas de Vinny, que iban curándose poco a poco, hasta terminar en besos alargados y profundos, la única manera en que los latidos de sus corazones se aceleraban por un sentimiento que no fuese desolación.
Sin embargo, junto con estos momentos había un problema mayor. Cuando los chicos tenían que separarse, el tiempo lejos el uno del otro se hacía más difícil. Sabían que era necesario, que era parte de su método para sobrevivir a pesar de sus circunstancias, pero eso no evitaba que el momento de su reunión una vez de vuelta en la prisión fuese siempre sentimental. Se sostenían con vicio, susurraban sus nombres, y repetían las promesas de todos los días y todas las noches. "Saldremos de aquí. Solo hay que esperar un poco más".
El chequeo semanal a cargo de Rita reveló que los chicos seguían perdiendo peso. En esa ocasión, tanto Scott como Vinny habían perdido tres libras. Nuevamente, todos recibieron nuevas camisetas para los eventos de ese fin de semana, con un cambio importante: ya no se referirían a ellos por números. Luego de las peleas que habían ganado, cada chico recibiría un nombre impuesto entre bromas e insultos por Julek y los demás guardias.
Mientras cada quien recibía su apodo ofensivo, Vinny examinó a los otros chicos. La semana pasada ya se había percatado de ello, pero ahí, en esa habitación, se hizo más obvio que él era uno de los únicos de talla liviana. Los demás eran mucho más corpulentos, y la brecha entre ellos era visible incluso en la expresión seria e irritada de los otros. ¿Debería preocuparse? Si bien había sobrevivido dos semanas junto con el grupo, eso solo significaba que entre más semanas pasaran, más difícil sería mantenerles el ritmo.
Ya no estaba en North Vertfort High, donde tenía todo el tiempo para estudiar a sus futuros oponentes y consultar estrategias con Craig. Las peleas no se regían a su propio ritmo. Solo contaba con seis días para curar sus rasguños y recuperar su coraje, esperanzado de ser más fuerte que la semana anterior.
No había otra opción. Vinny suspiró profundamente lleno de renovado valor y borró toda duda de su rostro. Fue entonces que Julek se acercó a Scott, a pocos metros de él, y sonrió ampliamente.
—Este será Ghost —dijo, buscando aprobación en los otros guardias—. Anda por ahí sin hacer un solo sonido y luego ataca. Ingenioso, ¿no?
"Más bien estúpido," pensó Vinny, antes de recordar que los chicos de North Vertfort High también habían decidido que Scott era un fantasma. El recuerdo le oprimió el pecho. No quería pensar en todo lo que él y Scott habían perdido desde su encierro, en la vida que podrían llevar de no haber sido atrapados. Los rostros preocupados de los Tres John aparecieron en su mente, y era tan fácil imaginarlos sentados solos en una esquina durante la graduación, sin idea alguna sobre su paradero. Vinny lamentaba nunca haberles dicho que los apreciaba, que habían hecho de su estadía en la escuela una tortura soportable, y que sentía haberlos preocupado tanto gracias a sus caprichos e idioteces.
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Escrito en el Asfalto
Teen FictionLa ciudad de Vertfort fue, por muchos años, tierra de nadie. Ahora, luego de generaciones de herederos, bancarrotas, absorciones y traiciones, quedan tres familias: Arkwright, Landvik, y Melville. Vinny Melville, a sus dieciocho años, es el joven h...