Intermisión 3: Craig y el Primogénito de Oro (Parte 12)

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La noticia del encuentro entre Craig y Fester se regó por la mansión de manera tan rápida que fue como si todos hubiesen presenciado el momento preciso. En alerta roja por el acontecimiento, todos se reunieron en la cocina de la mansión, incluido Vinny. Era una escena un poco surreal para un Craig que apenas terminaba de entender sus propias acciones. Georgia estaba horneando algo, porque no hacer nada la ponía más nerviosa, y Vinny ocupaba un banco demasiado alto para él, columpiando las piernas por el borde. Ian estaba junto a Vinny. Henry estaba frente a Craig. Dominic se mantuvo en el umbral de la puerta, de brazos cruzados.

—El primer paso es explicarte —Ian rompió el hielo. Hubo un suspiro colectivo.

—Pensé que eras un amigo secreto —Vinny se cuestionó—. A papá solo le agradan los mayordomos.

En ese momento, Brett y Marvin entraron desde el pasillo de conexión. Marvin, siempre reservado, lucía ahora un rostro de anonadamiento total. Brett, por otro lado, estaba fúrico.

—¿Era esto lo que querías? —Brett gritó entre todos—. ¿Querías quedar como un idiota frente al presidente de una compañía en crecimiento? Craig, por el amor de Dios, llamarte un idiota sería poco...

—Lo he pensado bien... —Craig empezó.

—Sigues diciendo eso —Henry murmuró.

—Tienes que saber que las consecuencias de lo que has hecho van más allá de ti —Dominic finalmente habló, en su tono sobrio—. Tienes que saber que nosotros también estamos involucrados en esto.

—No los haré quedar mal —Craig dijo.

—¡No es una simple evaluación! —Henry explotó. En un costado, Georgia batió una mezcla de galletas con una fuerza inusitada en ella.

—Chicos, cálmense —Ian interrumpió—. No nos servirá de nada discutir cuando solo Craig entrará a ese despacho.

—Lo dudo —Marvin dijo, y luego calló de nuevo.

Inseguro sobre qué hacer mientras los adultos hablaban, Vinny le ayudó a Georgia a formar las bolas de mezcla para galletas y alinearlas sobre una bandeja.

—Empecemos por lo que Fester sabe —Dominic fijó la mirada en el piso, como buscando la respuesta en el linóleo—. Sabrá que te has estado hospedando con nosotros, lo que significa que sabe que los mayordomos te hemos apoyado.

—No es como si tuvimos mucha opción —Brett lo cortó.

—Ya, y asumiré esa responsabilidad —Dominic continuó—. Luego, debe saber que Henry y Vinny sabían que estabas aquí.

—Cuento con que lo sepa —Craig dijo. Frente a él, Henry hundió sus manos en su cabello y gruñó, lleno de frustración.

—¡No lo puedo comprender! —Henry dijo, y empezó a deambular por la cocina—. Las cosas iban tan bien. Tienes tus documentos, Craig. ¿Por qué tomarías este riesgo?

Craig no podía decirlo. Temía que, si revelaba su plan, este se desmoronaría al instante.

El reloj de la cocina marcaba las once treinta.

—Tenemos que preparar el almuerzo —Ian suspiró—. Craig, hay sobras en...

—No comeré —Craig aseguró—. Fester ha ordenado que...

—¡Y piensas seguir sus órdenes! —Henry continuó alborotándose el cabello.

Craig asintió.

—Tengo que prepararme —dijo, y empezó a andar hacia el pasillo de conexión—. Lo único que puedo hacer es mirar esto de frente.

—Querrás decir, entrar a las fauces del león —Brett negó con la cabeza—. No sé qué clase de plan alguien como tú puede tener, pero de cualquier manera, yo me largaré en cuestión de días. No sucede nada si Fester me envía al demonio. Sin embargo, ¿qué hay de los demás?

Escrito en el AsfaltoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora