XXI (Parte 3) - Sobre Cadenas Manchadas de Sangre

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Scott no podía dormir. En la oscuridad de su prisión, se esforzó por identificar la sombra a su lado y escuchar atentamente. Vinny respiraba con dificultad, tanto que Scott temía que cada exhalación fuese la última. No era la primera noche en que esta ansiedad ocupaba su mente y la paranoia lo dejaba sin sueño, pero dadas las lesiones que Vinny había sufrido, la preocupación de Scott era incontrolable.

—Tienes que dormir, Scott —dijo Vinny, casi en un susurro—. Hoy es viernes.

—Lo sé —contestó Scott. Se acercó un poco más y extendió una mano hacia donde estaba la cabeza de Vinny para acariciarle el cabello—. Tú necesitas dormir más que yo.

Vinny soltó un pujido entre divertido y adolorido. Scott posó la mano sobre su hombro, en un intento por carlmarlo, y Vinny rozó sus dedos con los propios.

—No puedo relajarme contigo así.

Scott suspiró. Quería decir que lo sentía, pero eso solo haría que Vinny se molestase más. Era la sexta noche que pasaban así, hablando poco, lado a lado, sin poder relajarse. Sobre su mano, Scott sintió el descuidado vendaje alrededor del pulgar roto de Vinny, y cerró los ojos. Las imágenes de la semana anterior regresaban tan vívidas como el hecho mismo, y la falta de sueño hacía sentir como si todo hubiese ocurrido un día antes.

No sabían cuándo Vinny tendría que pelear otra vez. Él estaba al tanto de esto, sabía cuán culpable Scott se sentía a pesar de que su trato con Brutus era lo único que les permitía permanecer juntos. No ganaban nada rindiéndose ante la ansiedad. Habían logrado sobrevivir a lo largo de la semana, de una manera u otra. Simplemente debían seguir. Mientras siguiesen vivos, había una esperanza, por más mínima, de que algo ocurriera, de que todo su tiempo de encierro llegase a su fin.

Scott había sido el peor afectado por todo, mentalmente. Con su fachada de calma e indiferencia desmoronada, se sentía más perdido que nunca. Los guardias lo habían notado de inmediato; en su trabajo en las jaulas de los perros, Julek lo fastidiaba sin descanso. Ciertos días hacía que todos ignoraran su presencia, para añadir a su paranoia, y en otros optaba por lanzar animales pequeños dentro de las jaulas sin aviso previo. Mientras los perros hundían sus garras en los conejos o desplumaban gallinas con sus colmillos, Julek sonreía y decía "¿Quién sabe? Fluke podría terminar igual o peor". Scott observaba las carnicerías intentando hacerse ajeno a la situación. Ignoraba el sobrenombre de Vinny y pensaba en que la noche pronto pasaría, y entonces estarían juntos de nuevo, lejos de todas las miradas.

Mientras tanto, Vinny se manejaba ejemplarmente, a pesar del pobre tratamiento que había recibido. Le había confesado a Scott que no era la primera vez que se fracturaba una costilla, aunque su lesión anterior había sido de menor gravedad. Tomaba todas las precauciones necesarias; se movía con cuidado, y hacía cuanto podía para trabajar en el coliseo de manera que los guardias no tuviesen quejas sobre su rendimiento. A pesar de su mejor actuación, a veces el dolor era insoportable. Vinny terminaba sus días recostado en el piso, respirando lento, apretando los labios y puños para soportar la terrible presión sobre su pecho.

Scott no se atrevía a tocarlo. Temía lastimarlo más. Tímidamente, tomó la mano de Vinny con la suya y se acercó un poco más hasta poder apoyar su cabeza sobre la espalda del más joven. Vinny cerró los ojos con fuerza. No podía temblar mientras Scott estaba así de cerca; si él se daba cuenta de cuán difícil era respirar, no descansarían en absoluto. Tenía que ignorarlo todo. Tenía que dormir, reponer fuerzas. Prepararse.

Un rato después, los guardias abrieron la compuerta. La prisión se inundó de luz y Scott se arrodilló rápidamente para esconder a Vinny y darle tiempo de incorporarse a su propio ritmo. Ambos salieron y fueron llevados a sus respectivos trabajos.

Escrito en el AsfaltoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora