Intermisión: Scott Geary, Scott Boone (Parte 1)

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Dentro de la prisión, era difícil para Vinny y Scott mantener la noción del tiempo. Mientras el sonido de las pisadas de los guardias no apareciera, forzándolos a separarse, ambos chicos se sostenían de manos mientras hacían un repaso mental de los días que habían pasado limpiando cadáveres de perros y lavando navajas empapadas de sangre. Ninguno de los dos se atrevía a mencionar que, seguramente, faltaban pocas horas para que llegara el viernes, y un nuevo fin de semana los viera una vez más encadenados alrededor del ring.

A pesar del verano, en el interior de la prisión se sentía un aire gélido. Los chicos se acercaban el uno al otro casi instintivamente. Algunas veces se limitaban a dormir con sus manos entrelazadas, tal y como se encontraban en ese momento; en otras ocasiones, Vinny se sentaba a horcajadas sobre Scott y ambos se abrazaban con tal fuerza que, en la oscuridad, era como si formasen un solo cuerpo.

Vinny había llorado un par de noches, pero ahora se negaba a hacerlo. Repetía títulos de álbumes, canciones, películas o libros, y Scott le seguía el juego, ambos en busca de una manera más fácil de relajar sus mentes para lograr conciliar el sueño. No era fácil. Nada lo había sido durante los últimos días.

—Ven —dijo Scott, apretando levemente la mano de Vinny, halando de ella con cuidado—. Acércate.

Vinny obedeció sin reproche alguno. Se tornó hacia Scott y estiró una pierna sobre las de él, para sentarse sobre su regazo. Quizá en otras circunstancias esa posición sería incitante, pero no en ese momento, ni en ese lugar. En su encierro, los chicos simplemente buscaban asegurarse de que el otro seguiría allí cuando despertaran.

—De acuerdo, adivina cuál es esta película —empezó Vinny en el tono más animado que pudo, hundiendo su rostro en el hombro de Scott mientras lo rodeaba por el cuello y Scott lo rodeaba a él por la cintura—; era sobre animales.

—Qué buena pista, Vinny.

—Hablo en serio —insistió Vinny, riendo débilmente—. No era animada. Eran dos perros y un gato.

—Oh. Creo que sé a cuál te refieres.

—¿Sí? No recuerdo el nombre, pero debí haberla visto unas veinte veces. ¿Cómo se llamaba?

Scott suspiró mientras pensaba. —Ah, maldición. Tampoco puedo recordarlo.

Vinny rio una última vez antes de que su voz se apagara. Se acercó un poco más a Scott y cerró sus ojos, pero era como si su cuerpo se acostumbrara poco a poco al cansancio de su nueva rutina, y cada vez el sueño tardaba más en alcanzarlo. Scott no tenía mejor suerte. Ambos chicos mantuvieron silencio por un rato, pero sus respiraciones pesadas revelaban que la ansiedad los mantendrían despiertos por un buen rato más.

—Apuesto que Henry lo recordaría —dijo Vinny. Varias veces sentía la necesidad de decir esas palabras, mientras estaba con Craig o Ian o Dominic. No solía hacer comentarios de su familia con Scott, pero no había ya razón para guardarse las cosas. Más bien, había una especie de urgencia por decir algo más, exponer cada último detalle, por temor a que no hubiese tiempo para ello después, aunque ambos chicos intentasen no pensar en lo peor.

Scott compartía esa urgencia. Sonrió a medias y movió sus dedos con gentileza, trazando caricias sobre la espalda de Vinny.

—¿Sí? ¿Él la veía contigo?

—Claro. Durante el desayuno. Henry me enseñó a tomar el tazón de cereal y llevarlo hasta el sofá para ver televisión en la sala de estar.

—¿Eso no es lo que hace la gente normal?

Vinny rio con cierta amargura. —Claro, pero yo no lo sabía. De hecho, habría miles de cosas tan mundanas que jamás habría averiguado de no ser por Henry.

Escrito en el AsfaltoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora