Un año pasó con facilidad. A pesar de todo, Scott había seguido yendo a la escuela normalmente, y estaba cursando el sexto grado. Russell había dejado de viajar durante todo ese período para poder cuidar de su sobrino, y estaba ahora haciendo los trámites necesarios para inscribirlo en una escuela intermedia para el próximo semestre.
Scott había empezado a crecer más, tan rápido que su madre estaba segura de que pronto alcanzaría la altura de Douglas. Cuando le hizo el comentario a Russell, este únicamente asintió sin decir nada más acerca del asunto.
Ese año también había marcado la mayor estabilidad económica que Russell había tenido, al contrario del caso de su hermana. Sasha se había visto forzada a aceptar un trabajo temporal en un almacén, pero había renunciado luego de que este quebrara. Poco después, y sorprendiendo a todos, Douglas había empezado a tomar trabajos en una constructora, a menudo aceptando turnos nocturnos para lograr pagar las cuentas.
Por un momento Russell había llegado a pensar que quizá Sasha tenía razón, quizá Douglas simplemente se comportaba como un idiota debido a las deudas y el peso de su trabajo. Sin embargo, su hermana no podía esconderle la verdad, y Russell no tardó en descifrar que el hogar Boone no estaría en tantos problemas de no ser por el alcoholismo de Douglas. Toda hora extra que él trabajaba iba directamente a sus gastos en cervezas y sus salidas en altas horas de la noche, en los mismos bares a los que Russell y Wallace jamás volverían a entrar. Aún teniendo su tiempo completamente saturado, Douglas seguía aceptando reparaciones de autos en su taller, y la única explicación era que tenía aún más gastos que mantenía secretos, despertando todavía más desconfianza en su cuñado.
Sasha insistía en que Douglas estaba exhausto, y que por ello pasaba poco tiempo con ella y con Scott. Russell estaba un poco a favor y un poco en contra de la situación. Ciertamente, menos tiempo con Douglas significaba que tenía menor oportunidad de tratar mal a su hermana y su sobrino, pero por otro lado, también significaba que el tipo estaba a punto de estallar en cualquier minuto. Una palabra bastaría para enviarlo en uno de esos arranques violentos que nadie podía detener.
Por otro lado, parecía que Scott se había acostumbrado a la ausencia de su padre. Russell intentaba llenar todos los agujeros en su día a día; lo llevaba a clases, pasaba por él a la escuela, le compraba lo que le pidiesen, y se aseguraba de siempre tener tiempo para escucharlo. En un par de ocasiones, Russell había invitado a chicas con las que le habría gustado salir para que conociesen al chico. Si Scott no las aprobaba, con el pesar de su alma, Russell debía dejarlas ir. No valdría la pena salir con alguien que no apreciara al chico, y que no aprendiera a respetar la dedicación que él le debía a su sobrino.
Una tarde en particular, Russell estaba ocupado con su trabajo, diseñando plataformas para un programa, cuando se percató de la hora. No podía dejar a Scott esperando en la escuela. Intentó apresurar el proyecto tanto como pudo, terminándolo en meros minutos cuando en cualquier otra circunstancia le habría llevado poco menos de una hora, y dejó el pequeño estudio para salir rumbo a la primaria.
Llegó a la escuela, estacionó a un lado de la calle y ubicó al chico. Scott, quien había estado jugando fútbol con los demás, terminó su jugada antes de correr hacia las puertas. Russell lo recibió con unas disculpas, pero a él parecía no importarle mucho. Apenas se había percatado del retraso. Aliviado, Russell le abrió la puerta del auto y poco tiempo después estaban ya estacionando de nuevo, esta vez frente a casa de Scott.
—Muero de la sed —comentó Russell, saliendo del auto con prisa—. ¿Crees que Sasha esté en casa? Podríamos ir a comer algo los tres. Hace algunas semanas que no salimos con ella.
Scott iba a responder cuando la puerta de la casa se abrió de golpe. Ambos voltearon hacia ella y vieron a Sasha salir con apuro, cerrando tras de sí con un portazo. Avanzó unos metros y vio a Russell observándola con rostro sorprendido. Echó a correr hacia él.
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Escrito en el Asfalto
Dla nastolatkówLa ciudad de Vertfort fue, por muchos años, tierra de nadie. Ahora, luego de generaciones de herederos, bancarrotas, absorciones y traiciones, quedan tres familias: Arkwright, Landvik, y Melville. Vinny Melville, a sus dieciocho años, es el joven h...