Vinny abrió los ojos lentamente. Maldijo. No había sido su intención quedarse dormido.
Volteó poco a poco y se encontró con el rostro de Scott, viéndolo con tranquilidad y una sonrisa gentil. Últimamente, siempre era así. Para Vinny esa primera imagen luego de despertar era tanto algo bueno como algo terrible.
—Deberíamos haber hecho una apuesta —dijo Scott mientras Vinny se reacomodaba hasta quedar sentado sobre la butaca—. Sabía que no resistirías todo el receso sin caer dormido.
—¿Cuánto tiempo ha pasado?
—Quince minutos. La campana no tardará en sonar.
Vinny bostezó. Se puso de pie y dio unos cuantos pasos mientras se estiraba. Sentía la mirada de Scott a sus espaldas y se obligó a actuar normal, como si no quisiese voltear y preguntar qué estaba pensando, como si su sangre no estuviese lista a subir a sus mejillas y sonrojarle el rostro.
Al principio pensó que podría llegar a acostumbrarse, pero cada día lo encontraba tan asombrado como la primera vez. Aunque sus almuerzos y tardes con Scott se le hacían ahora un suceso de lo más normal, las actitudes del otro mientras estaban juntos siempre lo ponían en un estado raro de nerviosismo, de incerteza, aún si Scott no hacía más que quedarse en silencio a su lado o bromear como él bromeaba, con sarcasmo despiadado pero voz gentil.
La campana se hizo escuchar a lo largo de la escuela, llegando en un eco distante al edificio de piscinas. Scott esperó a que el sonido desapareciera antes de ponerse de pie, tomar su mochila y echársela al hombro. Empezó a caminar hacia el cuarto de limpieza por donde siempre ingresaban, y estaba a punto de entrar ahí cuando volteó hacia Vinny.
—¿No vienes?
Vinny tomó sus cosas y avanzó a paso apresurado para seguirlo. Salieron del edificio y caminaron tranquilamente hacia los pasillos, donde ya todos hablaban entre sí, llenando el aire con sus conversaciones, rompiendo con el silencio que los dos chicos habían aprendido a apreciar. Scott se detuvo frente a los escalones y dio un vistazo rápido alrededor.
—Nos vemos luego —dijo, incomodado por la multitud. Vinny notaba que detestaba estar ahí, y eso no lograba sino aumentar su apego por los escondites que ahora compartían.
—Claro —contestó, luego de unos segundos. Scott giró hacia el otro lado del pasillo, donde tenía su próxima clase, pero no avanzó. Se quedó de pie y alzó una ceja.
—¿Sucede algo?
Vinny tragó hondo. Llevaba varios días debatiendo internamente con una idea, una pregunta. Scott se había percatado de inmediato, pero ambos chicos habían ignorado esa pequeña tensión de la mejor manera posible hasta ahora.
Una segunda campana estremeció a los estudiantes y los hizo correr hacia sus salones. Scott frunció el ceño y se dio la vuelta.
—De acuerdo. No llegues tarde, Vinny.
Se fue, dejando al otro chico lamentándose dentro de su mente. A medida se vaciaron los pasillos Vinny tuvo que esforzarse para subir cada escalón con un pesar que lo hacía arrastrar los pies. Mantuvo la mirada baja mientras doblaba una esquina y casi perdió el equilibrio cuando un tipo choco hombros con él.
—¿Qué demonios? —preguntó, casi como un acto reflejo. A meros metros de él estaba la puerta del salón de clases, y bloqueando el camino, alzándose unos diez centímetros más alto que él, un tipo de su clase sonreía con malicia.
—Oh, lo siento —dijo, sin escucharse del todo honesto—. Venías tarde, pensé que quizá estabas planeando algo con Eckhard.
Vinny bufó. A pesar de ser una figura medianamente pública, jamás tomó la costumbre de interesarse por personas contra las que no iba a pelear, pero parecía que el otro sí que estaba pendiente de él.
ESTÁS LEYENDO
Escrito en el Asfalto
Teen FictionLa ciudad de Vertfort fue, por muchos años, tierra de nadie. Ahora, luego de generaciones de herederos, bancarrotas, absorciones y traiciones, quedan tres familias: Arkwright, Landvik, y Melville. Vinny Melville, a sus dieciocho años, es el joven h...