Capítulo 26.

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Instituto Danvers.

Tres años antes.

El timbre que señalaba la hora de recreo acababa de sonar.

Lucas salió disparado de la clase y en cuanto estuvo en el pasillo sacó el móvil y marcó otra vez el número de Anna. Una vez más escuchó aquella dulce voz diciéndole que dejara un mensaje, igual que las últimas cien veces que había llamado. Cerró de golpe el teléfono y se pasó una mano por el pelo. ¿Dónde demonios estaba su chica? Había faltado a las dos primeras clases y ella no faltaba casi nunca.

Abrió la puerta de la taquilla con tranquilidad tratando de contener la ansiedad y la preocupación que sentía en aquellos momentos. Guardó varios libros en el interior y se miró el pequeño horario de papel que tenía pegado en el interior: Recreo y después matemáticas. «Mierda» pensó. Las matemáticas se le daban fatal y Anna era siempre la que le ayudaba a sacarse la materia, de hecho, se habían conocido gracias a eso: Lucas recurrió a Anna para pedirle ayuda con la materia hasta que sus constantes clases los llevaron a enamorarse el uno del otro, pero ese día no estaba y no tenía ni idea de porqué, aunque la tarde anterior habían estado juntos. Lucas la había llevado a merendar a su casa, ya que por una vez podían estar solos. Sus padres estaban trabajando. Hayley, su hermana más pequeña, quien aún era un bebé, estaba con sus abuelos y Tara, su hermana de catorce años estaba en casa de su mejor amigo Zayn haciendo un trabajo sobre biología.

Se habían tomado un buen plato de fresas cargado con nata y luego habían subido a su habitación. Lucas le había preguntado si estaba preparada, si estaba dispuesta a dar un paso más en su relación y Anna había asentido, perdiendo aquella tarde la virginidad, entregándoselo todo a Lucas. Habían hecho el amor y quizás él le había hecho daño, por eso no estaba allí esa mañana.

Cuando empezaba a comerse la cabeza, escuchó un tímido susurro.

―¿Lucas?

Se dio la vuelta de inmediato y la vio al lado de la taquilla, buscando su mirada con aquellos hermosos ojos color verde. El alivió lo inundó y una sonrisa estúpida de niño enamorado se dibujó en su cara.

―Dios mío, Anna―Rechinó entre dientes―. No sabes lo preocupado que me tenías―Las palabras conmovieron a la chica y sonrió dulcemente, dejando caer su cuerpo contra las taquillas y mirando a su chico con ternura.

―Me he quedado dormida. Lo siento―Le dijo.

Por un momento Lucas se quedó callado y luego, poco a poco, una sonrisa fantasma fue apareciendo en su rostro mientras negaba con la cabeza. Había llegado a emparanoyarse pensando que él le había hecho algo y no había sido más que un descuido del despertador.

―No me mires así―Replicó ella―. Me dejaste agotada.

Por supuesto que la dejó agotada. Fue un orgasmo abrasador que los dejó a ambos sin respiración, sin aliento. Muertos de cansancio. Anna se durmió entre sus brazos y él tuvo que despertarla para que volviese a su casa antes de que fuese demasiado tarde y sus padres los pillaran desnudos en su cama.

Lucas alargó una mano y le acarició el brazo.

―¿Estás bien? ―Le preguntó casi en un susurro.

―Ajá.

Fue decirlo y Anna se puso de puntillas para robarle un beso.

―¡Eh!―Gritó él desviando la vista lejos de ella y dándole un leve empujón para asegurarse de que no había profesores alrededor―¿Sabes el revuelo que se puede formar si nos ven los profesores?

―No me importa―Contestó ella sonriendo de oreja a oreja―. Quiero agradecerte todo lo que hiciste ayer por mí.

Lucas no podía sonreír más o acabarían doliéndole los labios. Aquella tarde había sido la mejor de su vida y no iba a olvidarla jamás. Le acarició la mejilla y le besó la coronilla.

Heart's SmashDonde viven las historias. Descúbrelo ahora