Capítulo 38.

3.5K 106 3
                                    

No podía dejar allí todas aquellas cosas, todos aquellos recuerdos. Quería meterlo todo en la maleta y poder llevárselo hasta el fin del mundo, pero era imposible. La habitación de Lucas contenía demasiadas cosas que Anna quería pero no podría llevarse consigo. Estaba sentada en el borde de la cama, con la mirada perdida en las estanterías, en los muebles, en los retratos y las fotografías que había por todas partes, con los ojos húmedos y el pulso vibrándole. La maleta con todas sus cosas volvía a estar cerrada, de la misma manera como había llegado hacía unos días, con la esperanza de poder contarle todos sus problemas a Tara y deshacerse de aquel nudo tan gigantesco que tenía en el centro del estómago. Sin embargo, las cosas no habían salido como esperaban, y todo lo que creyó que mejoraría, había vuelto a empeorar, incluso sus propios problemas.

Se levantó de la cama y caminó con lentitud hasta la maleta que yacía en el suelo, junto a uno de los muebles donde Lucas tenía su ropa. Se agachó y metió las manos en el interior en busca de algo. Lo necesitaba. Sacó un pequeño recipiente del interior, volvió a erguirse y caminó de vuelta hasta la cama. Se sentó. Respiró hondo y abrió el pequeño bote, del cual sacó varias pastillas, dejándolas caer sobre la palma de la mano. Las miró como si no estuviera segura de lo que iba hacer. Volvería a caer. Suspiró, provocando que su pecho creciera de volumen para luego volver a su posición normal. Y empezó a guiar las pastillas hacia su boca.

―Anna, tenemos que irn...―Tara abrió la puerta de la habitación de repente y las pastillas que Anna sujetaban cayeron al suelo por la sorpresa. Tara bajó la cabeza con curiosidad desde su posición. Frunció el ceño. Cuando elevó la mirada se encontró con los ojos llorosos y los labios palpitantes de Anna―¿Qué...?―Volvió a mirar las pastillas y luego reparó en la presencia del botecito que estaba sobre las sabanas de la cama de Lucas. No tuvo que echarle mucha imaginación para deducir que era lo que Anna estaba haciendo y lo que se estaba tomando―Anna, ¿son drogas? ―Su mirada se petrificó sobre la chica y las lágrimas empezaron a derramarse por las mejillas de Anna.

―...No puedo más―Sollozó de repente.

Tara sintió una débil opresión en el estómago. Entró por completo en la habitación y se acercó hasta Anna para abrazarla. Había estado dos años sin verla y no tenía ni idea de lo que había estado haciendo. Solo sabía que recibió cartas y cartas durante meses. Ni siquiera se le pasó por la cabeza que Anna pudiese llegar a estar tan afectada por la muerte de su hermano y por todo lo que se cernía sobre ellos en aquellos momentos. No se había molestado siquiera en preguntarle que había hecho y donde había estado durante esos dos eternos años.

Anna se dejó abrazar por Tara y empezó a empaparle la tela del hombro con las lágrimas.

―No puedo con esto... Es demasiado.

―Sí que puedes―Dijo Tara entonces, acariciándole la espalda con suavidad para tranquilizarla―Sí que puedes, Anna. Juntas podemos. Has aguantado dos años, podemos continuar.

―No, Tara―Anna se separó levemente de ella para mirarla a los ojos―He aguantado dos años gracias a esto―Señaló las pastillas que yacían sobre la cama―Gracias a esta mierda, al alcohol... No tienes ni idea de lo mucho que deseo desaparecer para no volver a sentir nada más.

―¿Por qué no me lo contaste? ―Le replicó con suave voz―¿Por qué no me dijiste que empezaste a tener problemas con las drogas y con el alcohol después del accidente de Lucas? ¡Podríamos haberte ayudado!

―Yo misma me encargué de ir a un centro de rehabilitación durante unos meses, pero...―Se llevó las manos a la cara y suspiró―Después de todo esto no creo que sea capaz de soportarlo más. Creía que Lucas había tenido un accidente, ahora... Ahora que sé que alguien lo mató no quiero seguir con esto. Solo quiero morirme para estar con él.

Heart's SmashDonde viven las historias. Descúbrelo ahora