Capítulo 36.

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Aproximadamente tres horas más tarde, Tara se removió en la cama y se sacó los brazos de Zayn de encima. Estaba asustada. Abrió los ojos y vio una sombra cernirse sobre ella. Sofocó un grito, se incorporó en la cama y respiró con pesadez, dándose cuenta de que todo estaba siendo culpa de su imaginación y del estrés de todo el día.

Miró a Zayn, quien dormía plácidamente sin camiseta a su lado sin percatarse de nada, como si para él todo fuera tan simple y fácil, aunque lo último que se imaginaba era que Zayn estaba teniendo otra horrible pesadilla en la que ella misma acababa enviándolo al infierno por no contarle la verdad, por no confesarle quien había separado a Lucas de ella.

Pasó por encima de su cuerpo con cuidado y se levantó. Solo llevaba puesta una camiseta ancha de Zayn que le cubría tres dedos por encima de la rodilla. Se pasó una mano por el cabello y se dio cuenta de que estaba casi sudando. Necesitaba beber algo fresco, así que salió de la habitación en silencio y bajó hasta la cocina para tomarse un vaso de agua fría. Se apoyó contra el mármol de la isla y cerró los ojos por un momento, tratando de recuperar la compostura y la respiración normal, y se relajó. Dio otro tragó al vaso de agua y echó un vistazo a su alrededor. Todo estaba oscuro. La casa estaba sumida en la oscuridad. Un escalofrío le recorrió el cuerpo de pies a cabeza y de repente se vio sola y desprotegida. Dejó el vaso sobre el mármol y subió las escaleras hasta la primera planta tan rápida como pudo. Echó un fugaz vistazo a la habitación de Lucas; la puerta estaba cerrada, por lo que Hayley y Anna estarían durmiendo dentro. Y ella debería estar durmiendo abrazada a Zayn en vez de estar dando vueltas a oscuras por la casa.

Se dio la vuelta dispuesta a subir los escalones que llevaban al ático, donde tenía su habitación, pero entonces sintió un brazo rodeándole la cintura y una mano apretando contra su estómago. Antes de que pudiera sofocar un grito otra mano le había cubierto la boca.

Y el pánico se apoderó de ella.

Una helada sensación se propagó por las venas de Tara junto al terror inicial cuando se dio cuenta de que el hombre que la estaba agarrando no era Zayn malgastándole una broma, cosa que pensó al principio.

Su espalda y su cabeza acababan de golpear contra un pecho duro, por lo que al momento dedujo que aquel tipo era enormemente alto, probablemente le sacaría casi diez centímetros a Zayn, y averiguar aquello le arrancó a Tara un gemido amedrentado que apenas se distinguió en el sonido de la noche.

El miedo surgió de su corazón segundos antes y se filtró por cada entraña de su ser con fiereza e intensidad. Agarró el brazo del hombre para apartarle la mano de la boca, pero su poca fuerza no era nada comparada con la que ejercía contra ella el hombre trajeado de negro, con un pasamontañas y unas botas.

Quieta, gatita―Le ordenó él en un susurro, llevando el otro brazo a rodear su cintura y apretar con fuerza.

Tara jadeó y sintió una arcada inmediata. Casi no podía respirar. El terror por lo que pudiera ocurrirle y los nervios la habían llevado a otra dimensión lejana a la real. Le llevó un momento reaccionar y darse cuenta de que había escuchado aquella voz antes, en algún lugar, alguna vez. Cerró los ojos y trató de zafarse del agarre, cosa que fue en vano. Lo único que recibió fue una sacudida.

―He dicho que te estés quieta―Rugió el hombre―¿Acaso no me has oído?

Las sensaciones de Tara se agolpaban una contra otras. Quería gritar, llorar, correr, pero apenas podía hacer nada. El miedo y el horror se superponían por encima de cualquier otra emoción y barraban el paso a toda sensación razonable. En aquel momento no podía pensar con claridad. Zayn tenía que aparecer y salvarla, o Anna debería percatarse de que algo estaba ocurriendo en el pasillo, pero nadie parecía ser consciente de lo que ocurría, excepto ella, quien estaba indefensa y al borde de la histeria.

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