17 años más tarde.
La joven de veinticinco años cerró la puerta del pequeño loft que compartía con su pareja y tiró el bolso y la chaqueta sobre el sofá.
—¿Hay alguien en casa?
—¡Ayúdame ahora mismo! —gritó una voz masculina desde la cocina, de donde escapaba olor a pasta italiana.
La chica frunció el ceño y miró hacia la izquierda, donde el chico, con el cabello negro larguirucho, un delantal sobre el jersey de lana y unos pantalones tejanos ajustados intentaba cocinar algo que, al parecer, no le estaba saliendo demasiado bien.
—¿Se puede saber que estás haciendo?
—Sólo... ¡Ayúdame! —gritó—Ven aquí. Estaba intentando prepararte pasta italiana, ya sabes, algo romántico, una cena en pareja. Había pensado en hacerte luego el amor en la cama, de todas las maneras y posiciones existentes y...
—Sí, muy romántico, pero cariño, se te está quemando toda la pasta, aparte de que se te está quedando pegada.
—¡Joder, ya lo sé! —exclamó—Por eso te estaba pidiendo ayuda. Sabes que no soy muy bueno en esto de la cocina.
—Los dos somos pésimos—contestó la chica, pegándose a él.
Cristian la miró y se sorprendió al ver que había vuelto a cambiarse el color de pelo. Otra vez. Ahora lo llevaba teñido de un rosa fosforito que le daba ese toque juvenil, gracioso y divertido que a él tanto le gustaba.
—Has vuelto a cambiarte el color de pelo.
—¡Lo sé! —gritó ella con una amplia sonrisa. Se tocó un par de mechones— ¿Te gusta? Creo que este color es alucinante.
—Lo es. Es alucinante. Creo que iluminarás toda la habitación cuando estemos a oscuras.
—Probablemente. Pero ahora, lo único que va a iluminar la habitación, y el resto del apartamento, van a ser las llamas. ¡Apaga el fuego de una vez, idiota! —le dio un golpe en el brazo.
Cristian la golpeó a ella y ambos empezaron a reír tan estúpidamente como ellos mismos eran.
—Vamos a tener una buena faena para despegar la pasta. Peeero, tendremos que dejarlo para más tarde, porque te recuerdo que tienes que cambiarte y ponerte bonito—le pasó el dedo índice por el pecho— para la cena de esta noche. Te recuerdo que mi hermana está ansiosa por vernos y no quiero hacerla esperar ni un minuto.
—Entendido, lo que usted diga, Señorita Hayley Pinkie. Enseguida me cambio.
Se inclinó sobre ella y le dio un torpe beso en la comisura de los labios. Cuando se dio la vuelta, Hayley le dio una palmada en el trasero.
El timbre en casa de Zayn y Tara resonó por todos lados.
Alyssa y Lanna se levantaron del sofá con un salto y una sonrisa en la cara.
—Hayley—dijeron ambas en voz alta.
—¿Abrís vosotras, chicas? —preguntó Tara desde la cocina, donde se encontraba con Anna, Zayn, Lucas y el pequeño Paul de cinco años, el segundo hijo de Anna y Lucas.
—¡Sí, mamá! —contestó Alyssa, con su cabellera castaña cayendo en ondulaciones por la espalda desnuda. Llevaba un vestido rojo de tirantes ajustado que le había regalado su padre y unos tacones negros.
Lanna, nueve meses mayor que Alyssa, abrió la puerta. Hayley estaba tras ella, con un vestido igual de ajustado de color rosa fosforito que hacía juego con su nuevo pelo. Tenía los brazos abiertos y una sonrisa enorme en su cara.
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Heart's Smash
FanficElla siempre había sido su mejor amiga... Hasta que se dio cuenta de que la deseaba. Escritora: Verónica.