Capítulo 96.

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—¿Dónde está mi hermana? —preguntó Lucas después de que Zayn cerrara a sus espaldas la puerta de casa.

—En la habitación, cambiándose. Tiene que marcharse en diez minutos. Hayley está en casa de una amiga. Se quedará allí a dormir.

—¿Le dais permiso para que se vaya a dormir fuera de casa? Si solo tiene ocho años—exclamó Lucas.

Zayn se encogió de hombro y sonrió.

—Vamos, Hayley es muy madura para su edad. Además, Tara tiene muy buena relación con los padres de la niña. Estará bien.

—El sábado que viene toca que se quede con nosotros, ¿no? Conmigo y con Anna.

—Sí, como cada dos semanas.

—Anna tiene dos semanas libres y no tiene que trabajar. Nos gustaría aprovechar ese tiempo para estar juntos. ¿Os importaría quedaros con ella una semana más? Luego podemos compensar y...

—Perfecto.

—¿En serio? ¿No teníais planes ni...?

—No, no, mira, estaba pensando en prepararle un viaje sorpresa a Tara—bajó la voz para evitar que Tara lo escuchara—. Si Anna y tú os quedáis tres semanas con Hay me hacéis un favor.

—Vaya—Lucas parecía muy contento—. ¿Un viaje sorpresa? ¿Y a qué se debe eso?

—A que la amo—respondió él con naturalidad—. De vez en cuando quiero demostrárselo como Dios manda.

—Eso está muy bien. ¿Sabes que las vas a volver loca de amor, no? —Lucas estalló en carcajadas.

—¿Volverme loca de amor? —repitió Tara bajando por las escaleras con los típicos jeans ajustados y la blusa que utilizaba para ir al trabajo—. Ya me tiene loca de amor—Agarró a Zayn de la camisa y lo atrajo hacia ella para plantarle un beso en los labios y disfrutar de un instante mágico mirándole a los ojos. Luego dirigió la mirada hacia Lucas—. Hola, hermanito—Saltó hacia él y lo abrazó.

—Hola, cielo.

—Me quedaría a charlas con los dos hombres más guapos del mundo, pero tengo que irme a trabajar. Muah—besó a su hermano en la mejilla y luego volvió a fundir sus labios con los de Zayn.

Tras una mirada picara y un guiño, Tara cogió su bolso y abandonó la casa.





Aquella noche, Anna se encontraba en el comedor, tumbada en el sofá con Nana acurrucada contra ella. Había comido arroz tres delicias y un rollito de primavera que había encargado en un restaurante chino. Por la mañana había salido a comprar con Lucas, habían comido pasta fresca y por la tarde habían estado viendo una película juntos, hasta que a las siete Lucas había subido a darse una ducha y a cambiarse. Poco después se había marchado para reunirse con Kyle. No era la primera vez que se quedaba sola en casa. Cuando había partidos, Lucas solía marcharse con sus amigos, otras veces era ella la que se marchaba y Lucas el que se quedaba solo.

Esa noche Anna estaba viendo una comedia romántica. Le gustaba verlas con Lucas, acurrucada contra su pecho y con las caricias de su marido en su pelo mientras ambos reían y se besaban.

Aquella noche solo podía acariciar a Nana.

Cerca de las doce, se quedó completamente dormida.

Lucas no tardó en llegar. Media hora o cuarenta minutos después. La luz del comedor estaba encendida y la televisión prendida. Sin decir nada, fue hasta allí. Nana ladro, salto del sofá y corrió hasta Lucas. Él se agacho y le acaricio el lomo.

—Hola, preciosa. ¿Donde está mamá?

Nana dio un saltito, sacudió la cola y corrió hasta el sofá.

Lucas la siguió, encontrándose a los pocos segundos con una dulce Anna, durmiendo plácidamente en el sofá acurrucada contra varios cojines. Llevaba unas braguitas/pantalón de color verde con una ranita monísima en una de las nalgas y una camiseta ajustada de tirantes con relleno en el pecho que le hacía a la vez de sujetador. El pelo rojizo le caía por la espalda.

Tenía los labios y los ojos cerrados y respiraba pacíficamente.

En aquel momento tuvo las tremendas ganas de estrujarla entre sus brazos, llenarla de besos y decirle lo mucho que la amaba.

Se acerco al sofá y la alzó en brazos con tanto cuidado como le fue posible.

Instintivamente, Anna gimió y le rodeó el cuello con los brazos.

Lucas la subió hasta su habitación, la tendió en la cama y la cubrió con las sabanas. Él se metió en el baño y se despojó de su ropa. Se puso unos pantalones cortos negros y se lavó la cara y los dientes.

—...¿Lucas?—La dulce y soñolienta voz de Anna llego hasta sus oídos.

Sabía que la había despertado.

—Estoy aquí, cariño. Voy enseguida.

Se apresuró a salir del baño y se metió en la cama, cubriéndose con las sabanas. Anna rodó somnolienta hasta él y apoyó la cabeza en su pecho desnudo mientras le rodeaba la cintura con un brazo.

—Te he echado de menos...

—Y yo a ti, cariño. ¿Has estado bien sin mí?

—Sip. Pero ahora estoy mejor—Le dejo un beso en el pecho y se durmió.

Cuando Lucas despertó a la mañana siguiente, dejó a Anna durmiendo en la cama. Le dio un beso en la frente y la cubrió con las sabanas. Se metió en el closet y se puso unos pantalones cortos de deporte y una camiseta gris con las mangas recortadas. Le apetecía salir a correr. Aquello le ayudaba a despejarse y a empezar el día con buen pie. Cuando regresara se encargaría de Anna.

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