Capítulo 86.

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Todo comenzó cuando teníamos dieciséis años... Éramos unos adolescentes, unos inmaduros. No sabíamos lo que hacíamos. Nos gustaban las fiestas, reír, beber, cometer locuras... Todo lo que hacen los adolescentes de hoy en día. Porque no éramos más que eso, adolescentes en plena etapa de diversión.

Había una chica en nuestra clase llamada Avra Williams. Ella era... Era una chica extraña. Solitaria. No se relacionaba con nadie. Tenía un aspecto descuidado y siempre se pasaba las horas de clase haciendo dibujos siniestros en una libreta de la que nunca se separaba. Se escondía de las personas. Era como si nos tuviese miedo.

Por lo que sabíamos, vivía con sus abuelos. Nadie sabía nada de sus padres. Su abuela era una fiel creyente de Dios y se pasaba el día en la iglesia, castigándose a sí misma por haber incumplido el mandamiento que prohibía mantener relaciones sexuales. Su marido era un alcohólico y maltrataba a Avra. Supongo que por esa razón era tan tímida. Su infancia la había marcado y se había criado en una casa donde convivían Dios y el mismísimo Diablo. El dolor era lo único que corría por sus venas.

A finales del primer año, la violaron. Tenía dieciséis años recién cumplidos. Nadie sabe con exactitud como sucedió, pero se presupone que regresaba a casa entrada la noche cuando ocurrió. Había pasado la tarde en la biblioteca municipal y al regresar a casa, sola y rodeada de oscuridad, un tipo la asaltó y abusó de ella. Fue su primera vez, dolorosa e devastadora. El recuerdo de sus propias lágrimas quedó impregnado en su piel.

De alguna manera casi imposible, la noticia se escampó por toda la ciudad y llegó al colegio. Allí todos nos reímos de ella, con crueldad y sin corazón. Habían abusado de ella por ser quien y como era. Eso nunca le sucedería a gente como nosotros. Era culpa suya que la hubiesen violado. Era tan estúpida...

"¿Cómo te sientes, Avra?" "¿Te separaron bien las piernas?" "¿Te escuece? ¿Quieres una toallita?".

No teníamos escrúpulos, y debido a eso, ella no tenía corazón. Vivía rodeada de personas que le hacían daño. El dolor se clavaba en su corazón, por lo que la mejor solución era deshacerse de él. No quería sentir nada más nunca más. Ni alegría, ni tristeza, ni dolor, ni diversión...

Un mes después, descubrimos que estaba embarazada. Y aquello fue el hazme reír de todo el colegio. Ella empezó a mostrarse agresiva y mal educada con todos los de su alrededor. Trataba de defenderse, fingir que era dura, pero por dentro estaba rota. Tenía dieciséis años e iba a ser madre. Antaño no estaba permitido realizar un aborto.

Poco antes de acabar el curso, tuvo al niño, a quien llamó Kendrick Williams. Los padres de Avra rompieron cualquier pequeño lazo afectivo que tuvieran con ella y decidieron no darle cobijo bajo su casa, por lo que Avra tuvo que remover cielo y tierra para encontrar a su abuela, quien se encargaría del niño mientras ella asistiera a clase.

El segundo año se convirtió en un infierno. Pero lo peor llegó durante el viaje de final de curso, fecha para la que el niño ya tenía cerca de un año y medio. Nos habíamos trasladado a un enorme campamento en el que había un precioso e increíble lago. Una tarde, por alguna razón que ya no recuerdo, Avra y yo nos peleamos y ella acabó rompiéndome una pulsera que me había regalado mi abuela antes de fallecer. Aquello me cabreó muchísimo.

Y quise vengarme. Las cosas no iban a quedar así. Estaba harta de aquella niña estúpida que acababa de ser madre.

Nos juntamos los cuatro y decidimos gastarle una broma de mal gusto al anochecer, cuando todos dormían.

Le hicimos creer que uno de los monitores quería verla cerca del lago. Cuando la tuvimos allí, la empujamos.

Avra pegó un grito y cayó al agua. Empezó a mover los brazos como una posesa, como si estuviera loca. No podía gritar. No hacía más que tragar agua. Creímos que lo único que quería era que nos acercáramos a ella para preguntarle si estaba bien y nos tirara a nosotros al agarrarle la mano, así que dimos media vuelta y nos marchamos tan tranquilamente.

A la mañana siguiente, al despertar, la policía había acordonado parte del lago. No tardamos en enterarnos de lo que había ocurrido: Avra había muerto ahogada.

—La policía creyó que había sido un accidente, que había salido a dar un paseo y había caído al agua. Al no haber nadie cerca, se ahogó—dijo Mary con el rostro pálido y las piernas temblándole.

Tara se había quedado paralizada en el asiento. No podía dar crédito a todo lo que acababa de escuchar. No podía ser verdad, era imposible. Sus padres... No, sus padres siempre habían sido buenas personas. Sus padres...

Ahora las cosas comenzaban a cobrar sentido.

Tara sabía que sus padres no se habían criado en el país en el que vivían actualmente. Según lo que sabía, a los diecinueve años se habían mudado juntos lejos de donde vivían sus abuelos.

Mary y Tricia no se habían conocido en el hospital cuando habían nacido Zayn y Tara. Les habían hecho creer que fue así, pero se conocían desde el instituto, donde también conocieron a sus ahora respectivos maridos.

Habían cometido un asesinato en conjunto. Habían dejado que Abra Williams, una chica inocente con un hijo que apenas era un bebé, muriese ahogada lejos de casa.

Las frías lágrimas empezaron a derramarse por el rostro de Tara cuando se llevó una mano a la boca y reprimió un sollozo.

—¿Cómo...? Vosotros no...—Zayn se atragantó con sus propias palabras— ¿Cómo pudisteis hacer tal cosa?

—Hijo, nosotros no...

—¡Callaos! —gritó Kendrick—Ya está. Suficiente. Supongo que estaréis muy conmocionados y blah blah blah—hizo un gesto estúpido con las manos—, pero se acabo el sentimentalismo. La verdad está en el aire. Es hora de acabar con esto—levantó su arma y apuntó en dirección a la cabeza de Hayley.

Lucas se puso en pie y con un movimiento ágil y rápido le arrebató el arma al individuo que se encontraba a su lado. Dirigió el cañón hacia Kendrick, pero él percibió el movimiento de Lucas y disparó contra él. La bala rozó su bíceps izquierdo y rasgó su ropa, abriendo una pequeña herida en la carne que en poco tiempo empezaría a escocerle.

Chilló y se tambaleó. Anna se levantó con el corazón en la garganta.

Tara golpeó a Zayn en el brazo y, casi histérica, a punto de perder el control, le señaló unos bidones que divisó cerca del escenario.

—¡Niño ingrato! —gritó Kendrick—¡Ustedes! —llamó a sus secuaces—Llevaos a estos viejos de aquí y a la niña. Ahora. Todos fuera. Quiero quedarme a solas con este desgraciado. Voy a matarlo delante de su novia y de su hermana.

—¡No! ¡No vas a tocar a mi hijo! —Mary avanzó, pero la retuvieron por detrás y la hicieron desaparecer a la fuerza entre gritos, insultos y sollozos.

Pronto se encontraron en la sala solo Kendrick y Lucas, Anna, Zayn y Tara.

A Lucas le habían arrebatado la pistola. Le dolía el brazo y notaba los dedos de Anna aferrándose a su muñeca. La chica estaba temblando.

—Sube aquí, Lucas. Sube ahora. —Kendrick no sonreía, ni siquiera parpadeaba.

Lucas se apartó de Anna y empezó a dirigirse hacia allí, pero Anna le tiró de la camisa.

—No—sollozó.

—Sí—contestó Lucas. Le cogió la mano con brusquedad y la apartó de él.

Anna se cubrió la cara con las manos.

Probablemente iban a matar a los padres de Zayn, a los de Lucas y a Hayley en el lugar al que los habían llevado.

Y a ellos los mataría Kendrick, porque era el único que tenía un arma.

Estaban perdidos.

Heart's SmashDonde viven las historias. Descúbrelo ahora