Capítulo 41.

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Dos años antes;

―¿Vas a salir?―Preguntó Tara mientras se apoyaba en el marco de la puerta del cuarto de Lucas y lo veía arreglarse el pelo castaño frente al espejo.

Eran las siete y media de la tarde. Ella había estado toda la mañana con Zayn y Lucas había estado arreglando los frenos del coche con papá. Después de comer se había dado una ducha y pocos minutos después, Tara apareció en su habitación, aburrida como una ostra.

Lucas no se había puesto aún la camiseta y la piel morena del chico relucía con la luz que se filtraba por la ventana a sus espaldas. Llevaba unos jeans azules, casi oscuros, y estaba descalzo. Hacía varios días que no se afeitaba y tenía la habitación echa un desastre.

―Sí, te lo he dicho esta mañana―Le contestó él. Agarró el bote de desodorante que tenía en el escritorio y levantó los brazos para perfumarse.

Lucas no era un chico presumido, pero si era cuidadoso y trataba de estar formal a la hora de salir. Le gustaba llevar el pelo despeinado y sin potingues como la laca y la gomina. Le gustaba su pelo al natural.

―¿Ah, sí? ―Tara dio un paso al interior de la habitación―Pues no te he oído.

―Estabas con Zayn en la cocina hablando de no sé qué película que queríais ir a ver al cine.―Replicó―Cuando estás con él no oyes a nadie más.―Lucas le lanzó una mirada mordaz a su hermana y luego sonrió mientras se daba la vuelta e iba en busca de una camiseta al armario.

Aquello era, probablemente, una de las cosas que más gustaban a Tara de su hermano. Siempre le echaba las cosas en cara y le replicaba el hecho de que nunca le hiciera caso, pero al final siempre le regalaba una sonrisa, y eso le hacía entender que a pesar de todo, no estaba enfadado con ella. Lucas solía tomarse las cosas con gracia, pero también sabía diferenciar los momentos en los que debía mantener la compostura y mantenerse serio y callado.

―Pues como tu cuando estás con Anna―Tara se cruzó de brazos y le sacó la lengua. Él rió. Le encantaba cuando Tara saltaba a la defensiva y contraatacaba sin éxito―Por cierto, deberías afeitarte. A Anna no le gustan los hombres peludos.

Lucas soltó una carcajada y se puso la camiseta sin contestar. Sabía que Anna no le gustaban los hombres peludos, y sabía que a Tara tampoco, y menos cuando se trataba de él. Y sabía perfectamente la razón, así que no se demoró en molestarla segundos después. Se acercó a ella y la besó en la mejilla con intensidad mientras ella se apartaba y hacia una mueca de asco.

―¡Ay! ¡Rascas!―Gritó, sacándole más carcajadas a Lucas―¡Aféitate de una vez!

―Mientras más me lo digas, más besos te voy a dar.

Tara se llevó una mano a la boca y abrió los ojos como naranjas mientras Lucas recogía toda la ropa que tenía tirada por la habitación y la miraba impertérrito.

―Eso es una amenaza...―Murmuró Tara. Luego extendió una mano hacia Lucas y empezó a fingir que temblaba. Cómo le encantaba molestar a Lucas... Sabía que luego pagaría por ello, pero mientras pudiera, iba a sacarlo de sus casillas―Mira. ¡Mira, Lucas! Mira como tiemblo. Uh, que miedo.

En ese momento, Lucas recogió unos bóxers que había en el suelo, se irguió y la miró acechante.

―¿Quieres jugar?

Tara se encogió graciosamente de hombros. A sus quince años aún se comportaba como un bebé cuando se trataba de estar con Lucas, y él la trataba como tal. De hecho, él trataba a las tres mujeres de su vida como si tuvieran dos años y necesitaran todo el amor del mundo. Se pasaba los días jugando con Hayley, quien era una bebé de apenas dos añitos, haciéndola reír y enseñándole a pronunciar "mami" y "papi", molestaba a Tara y le hacía cosquillas las veinticuatro horas del día, y acariciaba, abrazaba y besaba a Anna siempre que la tenía entre sus brazos.

―Bien―Dijo entonces él, acercándose a ­­­­Tara.

Y antes de que pudiera salir corriendo, su hermano la había cogido y la había cargado en su hombro como si fuera un saco de patatas sin dificultad alguna. Lucas estaba fuerte, tenía unos bíceps desarrollados y una tableta de chocolate digna de admirar, pero no en exceso. Siempre había tratado de mantenerse en una línea que no pasara del exceso ni bajara de lo suficiente.

Tara empezó a gritar ya patalear mientras le daba golpes en la fornida espalda, pero fue en vano. Lucas la bajó por las escaleras, la llevó hasta el salón y la tiró en el sofá, donde empezó a darle besos por la cabeza, las mejillas, la nariz... Le hizo cosquillas y Tara empezó a moverse como si estuviera poseída por alguna clase de demonio. Hasta que Lucas le dio un besito en la boca y ella se puso a gritar aún más fuerte y a escupir como si acabase de tragarse la baba de un caracol.

―¡Qué asco! ―Se levantó inmediatamente del sofá y corrió hasta la cocina para coger un paño y limpiarse la boca. Lucas reía desde el salón mientras se incorporaba y miraba las expresiones de su hermana―¡Dios mío, me voy a morir! ¡Acabas de pasarme todos tus gérmenes, incluso los de Anna!

―Me he lavado los dientes tres veces desde la última vez que besé a Anna. Pero sí, probablemente te vas a morir.

Soltó una carcajada y Tara lo fulminó con la mirada desde la cocina mientras le tiraba una manzana que él agarró al vuelo. Le dio un mordisco y se sentó a los pies de la escalera para calzarse. Luego se guardó las llaves de casa y el móvil en los bolsillos del pantalón, se puso la chaqueta y se encaminó a la puerta.

Antes de marcharse miró a Tara y él mismo se dio varios golpecitos en la mejilla, esperando a que Tara fuera hasta él para despedirse. Hayley estaba comprando en el supermercado con sus padres, así que ya la vería a la mañana siguiente.

Cuando Tara fue hasta él, se puso de puntillas y le besó la mejilla a su hermano.

―Ten cuidado―Le dijo Tara.

―Tú también. Llama a Zayn e invítalo a cenar, pero no quemen la casa.

Tara rodó los ojos.

―Somos buenos niños―Aseguró, poniendo voz de bebé―. ¿Vas a buscar a Anna?

―No, hoy salgo con los amigos.

―De acuerdo. Bueno, cuando vuelvas, no hagas mucho ruido. Siempre acabas despertándome a las seis de la mañana.

―Ya―Lucas le dio un golpe en la nariz y le besó la frente―. Me voy, toma ―Le tendió la mano echa un puño a su hermana y dejó la manzana en la palma de la mano de Tara. Tara enarcó una ceja y estuvo a punto de volver a tirarle la manzana para darle en toda la cabeza, pero Lucas ya había salido de casa y había cerrado la puerta...

Para marcharse y no regresar jamás.

Heart's SmashDonde viven las historias. Descúbrelo ahora