Capítulo 55.

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Volvió a deslizar las manos por su cabello una vez más, sintiendo su aroma filtrándose por todo su ser, el femenino hedor de su pelo, el suave y sedoso tacto, sin un solo enredo a pesar de todo por lo que había pasado aquel día. Ojalá pudiese decirle lo mucho que le agradaba acariciarle el pelo una y otra vez, pero Anna estaba dormida y debía dejarla descansar.

―¿Lucas? ―Tara entró en la habitación a paso silencioso y susurró su nombre.

Él ladeó la cabeza, pero permaneció tendido en la cama, junto a Anna. Alzó la barbilla a la espera de que su hermana dijese algo más.

―Deberías dejarla a solas―Prosiguió―Esperar a que despierte y se acostumbre a tenerte de vuelta. Todo lo que ha pasado...

―Sí, sí―Repitió Lucas―Tienes razón―Se levantó de la cama sin hacer muchos movimientos bruscos y se acercó a Tara mientras miraba a Anna antes de salir de la habitación.

―Date una ducha y... Y aféitate.

Lucas se pasó una mano por la mejilla e hizo una mueca de desconcierto.

―¿Cuánto hace que no te afeitas?―Le replicó Tara―¡Aféitate!

Lucas rió por lo bajo para no despertar a Anna y se inclinó sobre Tara para besarla en la mejilla. Luego salió de la habitación y tal y como le dijo Tara, se dio una ducha en uno de los baños de la primera planta y se apresuró en estar presentable para cuando Anna despertara.

Gracias a Dios, los cortes no habían sido tan profundos como parecían. Tara se había encargado de examinarla después de que Lucas la llevara hasta casa tan rápido como pudo y había asegurado que no eran para tanto. Había perdido sangre suficiente como para debilitarse y desmayarse, pero los cortes no habían llegado a traspasar ni siquiera el tendón. Anna no había sido capaz de cortarse lo suficiente como para acabar con su vida.

Y a pesar de que Lucas había estado estorbando durante todo el tiempo que Tara había necesitado para desinfectarle las heridas a Anna, suplicándole que se diera prisa y que detuviera la sangre que seguía saliendo antes de que fuera demasiado tarde. Tara le había dicho varias veces que saliera de la habitación, pero él se había negado a separarse de Anna. Y cuando parecía que todo había vuelto a la normalidad y Tara confirmó que Anna simplemente estaba dormida, Lucas se tendió a su lado, le acarició el vientre y después empezó a pasarle los dedos por el cabello.

Había conseguido sacarla de allí de milagro. La puerta de emergencia que había en el edificio donde se encontraban estaba abierta, a diferencia de por la mañana cuando trató de escapar. Y antes de que se diera cuenta, estaba en casa, con Anna, con Tara, con Hayley y con Zayn. Todos sanos y salvos. Al menos por el momento.

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Zayn había estado con Hayley en el salón ocupándose de coser al señor Orejas, ya que había quedado algo descuartizado después de que la pequeña lo rajara con unas tijeras para meter en el interior el teléfono de Zayn.

―¿Sabes cuánto tiempo estuve ahorrando para conseguir el dinero suficiente para comprarme este móvil? ―Le replicó Zayn mientras la miraba a los ojos.

Hayley negó con la cabeza y apretó al señor Orejas contra su cuerpo.

―¿No? Bien. Pues...

―¿Tú teléfono es más importante que yo?―Ni siquiera le hizo falta poner ojos de bebé. Ya los tenía, y Zayn se derritió por completo.

Suspiró y abrazó a Hayley.

―No. No lo es. ―El dinero no era comparable a lo mucho que valía la pequeña de la casa.

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