Capítulo 93.

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4 años después...

—Bueno, esto ya está—Zayn terminó de ajustar el cuadro que acababa de colgar en la pared, se echó hacia atrás, sonrió y bajó de las escaleras.

—Queda perfecto—inquirió Tara.

—¿Crees que le gustará?

—Sí, por supuesto—asintió—. A Hayley le encantará. ¿No has visto como nos ignora cuando están dando la serie por la tele?

—Está obsesionado con ese tipo de pelo rubio y ojos azules...—exclamó Zayn con cara de repugnancia— Y además es estúpido.

—Oh, vamos—Tara lo agarró de la camisa—. Hay solo tiene ocho años... es una cría—le besó la mandíbula—, pero tienes que reconocer que ese chico que tanto le gusta, ese tal... Ryan Glasgow, está bastante bien. Vaya, está buenísimo.

Zayn frunció el ceño y la fulminó con la mirada.

—¿Me estás diciendo que a ti también te gusta ese estúpido con cara de niño de papá? ¡Por favor, Tara, creía que tenías mejor gusto en hombres!

—Ya...—Tara puso cara de resignación y al siguiente segundo adoptó una expresión de tristeza y miró a Zayn. Lo señaló— Mira el hombre con el que me casé hace un año.

Los ojos de Zayn se agrandaron y su boca se abrió formando una "o".

—¿Cómo has sido capaz de decir eso?

Tara se encogió de hombros y luego se mordió el labio.

—¿Y ahora te atreves a morderte el labio? —Zayn se abalanzó sobre ella y la cogió por la cintura, alzándola contra él. Zayn corrió fuera de la habitación cuando Tara soltó un gritito y le rodeó el cuello con los brazos, riendo contra su carne—No sabes lo que provocas en mí, Tara. Te acabas de ganar un buen castigo por decir lo que acabas de decir.

—Oh, ¿y qué me vas a hacer?

—Ahora veras.

Zayn la llevó hasta la habitación que ahora ambos compartían. Su propia habitación. Un cuarto enorme, amplio y espacioso, cargado de cuadros y de muebles de madera, con una preciosa cama color caoba y un colchón donde habían pasado largas noches, entregados a la pasión.

Zayn tendió en la cama a su mujer, con la que se había casado hacía un año y dos meses en una ceremonia privada y muy, muy personal. Habían pasado una luna de miel de tres semanas en Las Bahamas y poco después se las habían arreglado para encontrar una casa en una urbanización agradable en la que vivir.

Le arrancó los shorts a tirones, le quitó la camiseta e hizo desaparecer su sostén y bragas en un santiamén. Tara ya estaba húmeda cuando él restregó sus dedos en su sexo. Tara gimió y se acercó hacia él.

—Sí, Zayn...

—¿Te gusta, cariño?

—Sí, dame...

Zayn apartó la mano y negó con la cabeza. Rodeó la cama y ató las muñecas de Tara a ambos postes. Luego se encargó de los tobillos. Cuando la miró, Tara seguía igual de sonriente, quizá incluso más, y cuando volvió a tocarla, estaba aún más húmeda. Sus fluidos casi resbalaban por sus dorados muslos.

—Quien iba a decir que te gustaría que te atara a la cama.

—Es por la confianza—contestó ella—. Confío en ti y sé que no me harás daño, que solo haces esto para hacerme sentir bien, para darme placer. No sería capaz de ponerme en manos de nadie más.

—Estás totalmente en lo cierto, cielo—le pasó las manos por los muslos, acariciándola, haciendo que se estremeciera de placer con anticipación.

A continuación, dejó caer la cabeza entre sus muslos y empezó a lamerla como un hombre poseído, hambriento y desesperado. Tara gritó y se retorció contra las cuerdas, pero Zayn la había hecho prisionera y estaba a su total antojo. Él podría hacer lo que quisiera con ella y Tara no podría impedírselo. Aquella sensación la excitó de tal manera que no tardó ni tres minutos en subir la cuesta hasta el clímax y perderse en el éxtasis.

Después, juguetona, y una vez recuperada la calma, Zayn la liberó y ella aprovechó para jugar con él y hacerlo suyo. Fue ella quien esta vez poseyó al chico. Lo ató a los postes de la cama, dejándolo completamente desnudo y con un miembro erecto como el de un caballo, y decidió chuparle y succionarle hasta dejarlo sin aliento.

Las venas de Zayn sobresalían de su cuello y bíceps con cada lametazo. Apretaba los dientes y los labios. Tenía los ojos cerrados, pero en la manera en que se movían sus cejas y parpados dejaban a la vista de cualquiera el enorme placer que estaba experimentando.

—Dios, Tara... ¡Sí, ahh! Cariño, voy a...

—¿Correrte? —murmuró ella, levantando por un instante la cabeza y susurrando sobre la punta de su impactante erección. Su polla estaba dura como una roca.

—Joder, ¡sí!

La joven soltó una risita traviesa. Abrió la boca y succionó con fuerza a la vez que sus manos se deslizaban arriba y abajo a una velocidad tremenda, extasiosa para Zayn. Se volvió loco. Gritó, contrajo los músculos del vientre y se aferró a las cuerdas. Dejó escapar todo lo que tenía para Tara, líquido y caliente.

Lentamente, Tara lo liberó de la cueva que era su boca. Dejó un reguero de besos por su vientre, estómago, cuello y hombros, hasta alcanzar su mandíbula y sus labios. Se besaron apasionadamente. La respiración cansada de Zayn golpeaba la boca de Tara. Pudo probarse a sí mismo en la lengua de ella.

Moviéndose poco a poco mientras intentaba recobrar la calma, buscó la entrada de Tara, refregándose contra ella. Tara dejó que Zayn le mordisqueara el cuello y los hombros, entregándose al placer mientras lo sentía deslizarse lentamente, sólo la punta, después un poco más. Zayn intentó tocarla, pero seguía amarrado como un prisionero cumpliendo condena. Tara gimió perdida en el roce de los labios carnosos de Zayn contra su piel. Entre abrió los ojos y clavó la mirada en el reloj que había en la mesita junto a la cama.

Casi pegó un saltó cuando se fijó en la hora que marcaba el aparato.

—¡¿Qué pasa?! —gritó Zayn, preocupado cuando la vio liberarse de su erección y salir corriendo de la cama.

—¡Hayley! Deberíamos estar en el colegio desde hace diez minutos. ¡Se nos ha pasado el tiempo volando! Mierda. ¡Imagínate que le ha ocurrido algo! Pueden haberla secuestrado o...—mientras hablaba alocadamente y se movía, acalorada, buscando su ropa, sentía que por una cosa y por la otra, el corazón iba a estallarle en el interior del pecho. Había estado tan absorta en el placer que ambos habían perdido la noción del tiempo y se habían olvidado por completo de que debían pasar a recoger a la aún pequeña Hayley por el colegio.

Una vez vestida, Tara cogió su bolso y bajó las escaleras, directa hacia el coche.

—¡¿Tara?!—gritó Zayn desde la habitación—¡Cariño, creo que te has olvidado de algo! —Tara salió por la puerta sin mirar atrás. Ahora era Hayley la única cosa que tenía en mente—¡Sigo desnudo y atado a la cama!

Heart's SmashDonde viven las historias. Descúbrelo ahora