Prólogo.

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-¿Cuando vuelves? -Isobel bajó la vista a sus manos, nerviosa.

-Pronto -él la miro, alzó la mano, llevándola a su barbilla y obligándola a levantar el rostro para verle. -Volveré pronto.

-Te echare de menos -ella habló y una lagrima resbaló por su mejilla.

-Y yo a ti -sorprendido, el movió los dedos por su mejilla, limpiando la lagrima -No llores, volveremos a vernos.

-¿No te olvidaras de mi? -cerró los ojos -No quiero que te olvides de mi.

Y entonces él se inclino y rozo sus labios, suavemente, un toque cálido, delicado. Su primer beso.

-Jamás -y ella al oírle, abrió los ojos y le miró.

Ambos se miraron.



-Isobel -Marga frunció el ceño mirandola -¡Niña! ¡Deja de soñar y ayúdame!

-¿Eh? -ella se giró y observó al niño, que estaba sentado llorando, con sus rodillas marcadas y manchadas -Perdón. -se acercó a él sonriendo y se inclino a su lado -No llores, los guerreros valientes no lloran. -alzó la mano limpiando sus lagrimas -Te curare y podrás enseñar a tus amigos las cicatrices de la batalla. A las niñas les encantara.

El niño dejó de llorar, mirandola con el ceño fruncido. Tomó un cuenco con agua y limpio su rodilla, desinfectó la herida y después se inclinó y depositó un beso en la mejilla del pequeño.

-Eres muy valiente -y se incorporó para proceder a lavar el cuenco, mientras el niño salía corriendo de la casa y gritaba "Me ha besado".

-Ahora entiendo porque esos granujas no quieren que yo los atienda -Marga sonrió negando con la cabeza -Tienes tu cura especial.

Isobel rió mientras dejaba todo en su lugar.

-¿Estas pensando en él? -Marga se acercó, mirandola con cariño.

-No -respondió rápidamente evitando mirarla.

-Lo haces -la mujer se sentó suspirando.

-Pero no debería hacerlo -la miró -Desde que se marcho, solo le vi una vez. Al año, cuando regreso. Y ni siquiera me miro. Estábamos sentados a la misma mesa y no me miraba, ni me hablaba. -negó con tristeza -Han pasado seis años.

-¡¡¡Isobel!!! -Moira abrió la puerta bruscamente, entrando respirando agitada. -¡Esta aquí! ¡Mi hermano!

-¿Qué? -ella la miró sorprendida.

-¡Vamos! ¡Tienes que venir con nosotras! -Marga se acercó a ella y la cogió de la mano -Llego anoche y se va ya.

-¡Ayleen y Kristal le están entreteniendo! -Moira corrió tras ellas.

E Isobel MacPearson subió a su caballo y cabalgo tras las gemelas, sus eternas aliadas, con la esperanza de que esta vez, fuera distinto. Que llegara a tiempo, solo para verle, solo quería verle, que la mirara. Solo eso. En estos años, cada ocasión que el Barón había visitado a los MacClain, no había podido verle. O había ido a casar o estaba reunido y se marchaba como si huyera de ella o simplemente no llegaba a tiempo y el se había ido ya.

Cuando se adentraron en el patio de los MacClain, las figuras de Ayleen y Kristal, a los pies de las escaleras, mirandola con lastima, se clavaron en lo más profundo de su alma.

Se había ido, se había ido de nuevo. Y el sabia que sus hermanas lo estaban entreteniendo para que ella llegara, lo sabía. Y se había ido.

-¡¡Es un idiota!! ¡¡La próxima vez lo amordazaremos con un limón para que no pueda escapar, como hicieron con el tío Niaj!! -Ayleen entrecerró los ojos furiosa -¡Los hombres son estúpidos!

-No digas eso. -Kristal caminó hacia el caballo -Estoy segura de que el está confundido...

-No -Isobel alzó la mano, cerrando los ojos con fuerza -Voy a pediros una cosa. -los abrió y miro a las cuatro hermanas -Nunca volváis a avisarme de que el Barón Archivar esta aquí. Nunca. -y se giro y salió cabalgando a toda prisa.

-¡¡Isobel!! -Kristal la observo alejarse y se giró para mirar a la ventana, en la que su madre estaba asomada. Ambas se miraron. 

Los Hijos de Las Highlands.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora