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Lauren
Londres

Trataba de escucharlo, lo juro. Intentaba poner algo de atención con todo en plan para el negocio.
Pero estaba distraída, pensando en otra cosa. Más bien en otras personas. Diferentes totalmente a las que tenía en frente. Culpaba a mi hermano por mi situación, iba a cobrármela.

-¿Señora Jauregui?
Llamó la atención mi secretaría. Una chica joven que me acompañaba a todas las reuniones y apuntaba los comentarios. Las preguntas que me hacían.

-Perdón ¿Dijiste algo?
Ella me miró asustada y luego pude levantar la vista sobre el escritorio. Las cinco personas sentadas alrededor estaban observándome. Esperando a cualquier cosa que yo tuviera que decir. Mierda ¿Cuanto tiempo llevaba así?
Me incliné para mi secretaría y con discreción mostró lo recién escrito en su agenda.
Aclaré mi garganta.

-Por supuesto, el trato es un hecho. Ellos asintieron conformes y dejaron de mirarme. Volviendo a lo que sea que la mujer alta comenzaba a hablar. ¿Cuántas horas tendría que esperar para tomar mi vuelo? Me había dado tanta prisa en terminar con el trato que había logrado hacerlo a la mitad de los días previstos. Chris estaba enterado.
Espere otros 10 minutos para que se terminara todo y salí a prisa sin despedirme de ninguno de los socios. Ellos no me interesaban.
Le pedí mi móvil a mi secretaría.
Tenía una llamada pérdida de mi madre.
Después de agradecer su tiempo, le indiqué la hora de salida de nuestro vuelo de regreso a mi secretaría y emprendimos por separado nuestro regreso al hotel.

-Hola mamá. Salude a mi madre. Ella había comenzado a parlotear sobre la cena de navidad y los planes que tenia para los niños. Yo fingí que me encantaban.
Había comprado un par de regalos para la familia aquí en Londres.
Lo que realmente me distrajo era recordar el pequeño regalo que había comprado sin dudar para Atom. Mierda. Mordí mi labio para reprimir una sonrisa. Pensar en ellos me hacía sentir una felicidad incontenible. Demasiado raro en mi.

-¿Quieres invitar a alguien a la cena? Podía responder que sí y quitarme de líos pero no pude.
Yo sabía que aunque quisiera presionar las cosas, de todas formas terminaría asistiendo a la cena yo sola.

-Si quiero pero no tengo a nadie. Dije divertida. Ella gruñó y algo cansada de mi negativa se había despedido con la buena nueva de que ya regresaría a Los Ángeles esa tarde. Llegué al hotel después de usar el auto y chofer de un socio.
Repase los papeles sobre el negocio y finalmente me rendí sobre la cama. Cambie mi ropa normal por una cómoda para el viaje. Tendría que esperar un par de horas para salir y el tiempo ahí se hacía eterno.
No es que no amará el lugar, si no que sentía que extrañaba demasiado estar en Los Ángeles.
En el fondo de mi mente sabía que era.
Sonreí.
Miré mi móvil una vez más sabiendo que era la única forma de saber de ella. Me daba miedo admitir que necesitaba hablar después de horas de no escuchar su voz. Suspiré. Cubrí mis ojos con mi brazo y seguí sonriendo.

Tomé mi maleta con entusiasmo sobre el andén y seguí los pasos de mi secretaría hacía nuestro avión. Uno comercial sin asientos en primera clase. Solo por que necesitaba regresar a Los Ángeles cuanto antes. Era lo primordial.

Las horas de vuelo habían sido realmente cansadas. Terriblemente aburridas. Había intentado dormir pero una sensación de necesidad por llegar me consumía. Era bastante extraño.
Finalmente cuando el avión aterrizo salí del aeropuerto tomando un taxi. Llegué al departamento y encendí mi móvil por fin.
Seguramente tendría alguna llamada de mamá sobre mi viaje. Dejé mis cosas en la estancia, incluido mi móvil. Lo primero que hice fue ir a la ducha.
Había tardado mas de lo habitual ahí dentro. Buscando relajación.

Al salir tomé con calma mi ropa y secadora para el cabello. Estaba segura de haber tomado más de una hora para volver a caminar a la sala del departamento. Encendí la televisión, busque algo en la nevera, cualquier cosa que Martha dejará ahí.
Miré el reloj, era de día pero no pensaba asistir al banco hasta dentro de unas horas.

Cuando tomaba un vaso de jugo, escuché el timbre de mi móvil. Iba a ignorarlo pero sonó con insistencia. Era mi madre tal vez. Demasiado preocupada por mi siempre.
Levanté el aparato y me sorprendió la cantidad de llamadas que venían de un solo número. No había alcanzado a contestar otra vez.

Con el corazón acelerado y realmente angustiada regresé la llamada, gruñí enfadada al escuchar el buzón de voz, necesitaba dejar de intentar llamarme.
Colgué y esperé unos segundos. Lo más largos de mi vida. Sin poder soportarlo y sin saber que pasaba conseguí la llave de mi automóvil y salí del departamento. Salí de ahí tomando las calles que me llevaban hacía la salida de de la ciudad. Si algo pasaba allá más valía estar en camino.
Mi móvil sonó y yo frené de golpe sobre la orilla de una calle.

-¿Que esta pasando? pregunté.
Escuché un sollozo por la línea y mi alma se fue a mis pies. Estaba llorando.

-Lauren, estoy en camino al hospital, yo...Hipó. -Busque a Karen pero... tuve que salir rápido....Hipó de nuevo.

-Venga Camila, cariño, no entiendo lo que dices ¿Dónde estás?
Comenzó a hablar de la misma forma. Me angustió saber que ella conducía estando así.

-Es Atom, el tiene mucha fiebre y estoy entrando a la ciudad...voy al hospital...vengo sola.
De repente también mi voz y mente se habían bloqueado. Saber que al pequeño hombrecito le pasaba algo me hizo temblar. Tomé con fuerza el volante con mi única mano y sin cuidado aceleré de nuevo el auto.

-Escucha, conduce al primer hospital que mires, estaré contigo cuanto antes.
Sollozó levemente y escuché a través de la línea el ruido de la ciudad. Ella debía estar concentrada.

-Por dios Camila, pon atención al conducir ¿Puedes hacerlo?
Subí el tono de mi voz.

-¿Que? ¿Como es que tu podrás lleg....
Preguntó fuera de si.
-Necesito...dios...estoy muy asustada. Dijo con tristeza, con palabras entrecortadas.

-Haz lo que te digo, colgaré por que necesito que conduzcas concentrada, iré con ustedes.
Colgué de inmediato y aceleré el auto sin pensarlo. Mi corazón latía rápido y mi frente sudaba. El pequeño debía estar bien. Mierda, ni siquiera sabía como Camila estaba sintiéndose. Apreté mis manos en el volante.
Debía estar con ellos ahora.

Mientras te tuveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora