CAPÍTULO 29

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(A veces de un hilo y a veces de un ciento
Y hay veces, mi vida, te juro que pienso:
¿por qué es tan difícil sentir como siento?
Sentir ¡como siento! ¡Que sea difícil!

A veces te miro y a veces te dejas
Me prestas tus alas, revisas tus huellas
A veces por todo aunque nunca me falles
A veces soy tuyo y a veces de nadie
A veces te juro de veras que siento,
No darte la vida entera, darte solo esos momentos
¿por qué es tan difícil?...vivir solo es eso...
Vivir, solo es eso... ¿por qué es tan difícil?).(1).

Aunque ya no estemos juntos, te necesito. Necesito que vengas, necesito contarte porque estoy así. Ya no aguanto más el silencio, llegó la hora de la verdad.

La ambulancia ya estaba avisada, pero fue Marcos el que se encargó de pasar a Laura dentro de la habitación de Sonia y Franco y pedir el material que le hacía falta.

El bebé de Laura no quería esperar y Marcos estaba dispuesto a ayudarla, al igual que Lujan que estuvo en todo momento agarrada de la mano de su amiga mientras esta apretaba con fuerza.

Marcos pidió tranquilidad. Solo se quedaron en la habitación, Lujan, Marcos y Franco. El resto estaba fuera, en el jardín, esperando que todo saliera bien.

Marizza reaccionó y estaba con Sonia en el cuarto rosa de la casa. Ese cuarto era muy importante para ella, fue la primera habitación que compartió con Mía como hermanas.

En realidad lo hicieron en un primer momento para Mía. Lujan y Marizza también tendrían su cuarto. Pero Mía se independizó y Marizza cuando acabó el colegio se fue a vivir con Pablo, la última fue Lujan que viendo como sus hermanas iban haciendo su vida, ella hizo lo mismo y tras su separación con Marcos decidió vivir sola.

Pero para las tres era importante esa habitación. Cuando se encontraban mal todas iban a parar a esa "casita de muñecas" como dijo Marizza la primera vez, después de pasar su primera noche en ese cuarto

Necesitaba buscar ese refugio, encerrarse en esa casita. Sonia estuvo a su lado preocupada por su estado.

- Te choqueó lo de Laura mi amor, es normal –

Marizza, aun todavía aturdida, abrazaba a su mamá con fuerza, ambas sentadas sobre la cama de Marizza. Sonia nunca la había visto tan cariñosa

- Mi ciela, ¿te pasa algo más?

Marizza apretaba a su mamá con fuerza

- No...anda con Laura, yo estoy bien. Anda y decime que todo está bien por favor

Sonia se separó de su hija y se levantó de la cama mirándola

- Está bien, seguro que no te pasa nada ¿no?

¿Cómo y por donde empezaría a contarle Marizza su historia en ese momento? Si ella hubiera estado en su casa el día de su parto todo hubiera sido distinto. Pero jamás permitiría que por su culpa sufrieran los demás, ella se hizo cargo de su dolor y ya no había vuelta atrás.

- Estoy bien ma. Te amo mucho ¿sabés?

Sonia sonrió de oreja a oreja y se agachó para besarla

- ¡Ay! ¡yo a vos mi ciela bella! Me encanta que me lo digas- exclamó Sonia con alegría

Sonia no era muy rápida mentalmente pero tampoco era tonta. Marizza nunca expresó sus sentimientos con tanta facilidad como lo estaba haciendo en ese momento. Y cuando llegó a la puerta del cuarto para salir, se volvió a girar para mirar a su hija desde ese costado de la habitación

- En España me di cuenta de todo lo que te quiero, y de que te lo tengo que decir más ¿no?

Marizza si era rápida, despejando con su comentario cualquier duda que le pudiese haber creado a Sonia con su repentina demostración de amor.

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