CAPÍTULO 81

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No hay más problemas
ni ganas de andar
no hay distancia más grande
que donde tu estas (1)
no hay palabras, risas, cuentos,
no hay destinos ni momentos
no hay caricias no hay desprecios
no hay canciones ni recuerdos

No hay más (2)

No hay más imposibles que no verte (3)
más mal sueños que perderte
no hay silencios que callen por ti
No hay más ilusiones que tenerte
más riquezas que quererte
no hay un pobre, más pobre sin ti (4)

Dicen que ojos que no ven, corazón que no siente.

Yo la siento, a todas horas. No quiero verla, y aun no viéndola, todavía la siento.

A la mañana siguiente, Pablo y Alejandra que siempre eran los más madrugadores, ya yacían en el salón. Eugenia esperaba, como le era indicado, a que bajaran todos. La espera se les estaba haciendo larga, sobre todo a Pablo, que no había cambiado su rostro serio desde que amaneció.

- Esto es una falta de respeto – murmuró el rubio

- Tranquilo amor, es normal, fue su primera noche acá

La niña bajó corriendo saltando las escaleras de dos en dos y corrió a darle los buenos días a su tío

- ¡Buenos días princesa!

Pablo le dio un besito en la mejilla y Ada sonrió, él le devolvió la sonrisa. Fue la única capaz de sacarle una muestra de alegría en lo que llevaban de mañana.

La pequeña estaba feliz y se le notaba pero seguía sin hablar, después corrió a saludar a Eugenia, y sin saludo a Alejandra se sentó en su sitio,  pero su tío corrigió su actitud.

- Princesa... ¿no te falta alguien a quien saludar?

La pequeña torció el gesto y borró la sonrisa, se levantó y fue hasta Alejandra que ya la esperaba con mirada altiva y soberbia poniéndole la cara a su sobrina.

- ¿Dormiste bien Adita? – preguntó intentando ser amable con la pequeña

Ada asentó con la cabeza y volvió a su sitio.

- ¡Ah! Cierto que esta nena no habla – dijo sin tacto alguno

Marizza y Roberto habían dormido separados, en la misma cama, pero con almohadones entre medias para evitar cualquier contacto, la rebelde no se fiaba ni un pelo y temía que sus condiciones no se cumplieran con lo previsto.

Roberto estaba en la ducha y Marizza terminaba de recoger la habitación, costumbre que había tomado desde que abandonó las comodidades que tenia con Sonia.

Roberto salió de la ducha, ya listo para el desayuno.

- No lo tenés porque hacer Marizza, a mí también me costó acostumbrarme...

Marizza miró la cama ya hecha y asentó con la cabeza.

- Dale amor, dúchate rápido, nos están esperando para desayunar

- ¡ Roberto! – exclamó haciéndolo frenar- mientras estemos solos sobra el mi amor y todas esas pavadas, yo estoy cumpliendo tal cual lo acordamos, espero que vos hagas lo mismo

Firme y rotunda se fue para el baño dejando a Roberto con una media sonrisa

- Tan linda cuando se enoja – susurró ya sólo

De la mano , y como dos enamorados que vivieron una de las más románticas noches de su vida,  entraron al salón donde ya estaban todos sentados dispuestos a desayunar.

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