CAPÍTULO 34

796 46 40
                                    

(Siempre serás la niña que me llene el alma, como mar

Inquieto, como mar en calma, siempre tan lejana como el horizonte

gritando en el silencio tu nombre en mis labios

solo queda el eco de mi desengaño

sigo aquí en mis sueños de seguirte amando

Sera, será como tú quieras pero así será

si aún tengo que esperarte siete vidas mas

me quedare colgado de este sentimiento

Por amarte así es esa mi fortuna es ese mi castigo

será que tanto amor acaso está prohibido

yo sigo aquí muriendo por estar contigo

Por amarte así a un paso de tu boca y sin poder besarla

tan cerca de tu piel y sin poder tocarla

ardiendo de deseos con cada mirada).(1)

Le decía tantas cosas con solo mirarla a los ojos. Ella lo sabía, los dos lo sabían y siempre lo supieron. Ese es el lenguaje del amor, el que sabes lo que el otro siente con solo mirarlo. Pero saberlo y no poder sentirlo es una tortura.

- No...-dijo ella entre sollozos – pero no te preocupes...no te voy a joder mas

- ¿Qué haces acá? – preguntó el acercándose hasta ella.

Marizza se limpió las lágrimas con sus manos y contestó

- A veces vengo

- ¿En serio? – preguntó sorprendido – yo también

Los dos sabían lo que significaba ese sitio.

Pablo la miraba a los ojos, esos ojos llenos de sufrimiento agotado acumulado de años. Marizza no quería mostrar su debilidad, pero no podía esconderse. La habían destruido, y parte de ese sufrimiento se lo debía al padre del amor de su vida. Si él no se hubiera metido en el medio, ella hubiera podido continuar con su vida.

Él se sentó a su lado, y miró hacia adelante, sintiendo el mar y respirando hondo calmándose poco a poco, suspiró y se giró para mirarla:

- Perdón...

Se sorprendió, claro que se sorprendió al escuchar esa disculpa. Marizza no podía creer todo lo que había madurado Pablo. En otros tiempos le hubiera declarado la guerra por cualquier tontería que ella le hubiera hecho. Los dos habían cambiado, ya no eran nenes. Pero a pesar de ese perdón, ella se sentía culpable, por él y por su hija

- No me pidas perdón. Hay mucha verdad en lo que me dijiste - dijo ella

Estaban mal los dos, pero él todavía la notaba peor que el día anterior en la boda. Estaba destruida y le encantaría poder abrazarla y contenerla, apoyarse el uno en el otro y compartir ambos ese dolor, que solo era de ellos, pero había algo que le decía que no lo hiciera. Esa vocecita que nos frena de hacer lo que sentimos. Marizza era cambiante y tenía miedo de volver a ser rechazado.

- No sabia lo que decía, Te pido perdón igual Marizza, no te quise gritar y menos lastimar – dijo él acariciándole el brazo, en la parte donde la había agarrado con brusquedad- Estaba enojado, pero vos no tenés la culpa de la muerte de nuestra hija

A Marizza se le hizo un nudo en la garganta e hizo un gesto precedente al llanto, intentando contenerse para no llorar.

Ella era una mujer muy fuerte, se bancó muchas. Pero la que le tocó vivir fue demasiado y no podía evitar su tristeza.

MEMORIA TRAICIONERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora