CAPÍTULO 86

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No sé en qué momento me alejé de ti (1)

ni cuando nos giramos para ser,

el caso es que ahora somos dos extraños

en el bar del desengaño y nos falta hasta la sed.

¿Cómo lo resolvemos?

¿Cómo hacemos un ovillo con todo lo que sabemos (2)

no me guardes en cajones lo que se merece incendios,

ni me lleves la contraria con recelos sin conciencia.

Al final Marizza guardó silencio esa noche, no durmió pensado en la información que ella ahora poseía y que nadie sabía que era conocedora.

Al día siguiente, y antes de una cita que tenia de extremada delicadeza, le contaba a Lujan sus preocupaciones en el apartamento de ésta mientras terminaban de desayunar.

- Yo no puedo creer lo de Alejandra, ¡esa bicha es una turra de cuidado!

- Si...-dijo la rebelde con mirada perdida mordiendo la tostada sentada cómodamente en el sofá con las piernas entrecruzadas –

Lujan bebió café de su taza.

- Marizza, te conozco, ¿Qué pensás hacer?

- Luji, Pablo tiene que saberlo...está viviendo una mentira

- Sí, pero no serás vos la que se lo digas...¡siempre vos! acordarte de cómo se puso cuando le dijiste lo de Ada, si no te creyó en eso...menos te va a creer ahora

- Ya, pero...

- ¡Pero nada!, este tema es cosa de ellos, no te metas – le advirtió lujan con su dedo índice -

Pero Marizza no podía ver como Pablo se ilusionaba con un hijo que no existía. (2.como hacemos un ovillo con todo lo que sabemos)

Aunque ahora tenía algo más en mente, se miró el reloj y se limpió la boca con la servilleta, se levantó del sofá de un saltó.

- Bueno Luji...¡deséame suerte!

- ¡Suerte loca! Va a ir todo bien

Marizza sonrió y le dio un beso a su amiga antes de salir de la casa.

Marizza bajó del apartamento y un taxi la esperaba, ese taxi la llevó hasta la clínica "Modelo" donde alguien la esperaba, pero no precisamente a ella.

La rebelde pasó al interior del consultorio y preguntó a una recepcionista que guardó el limador de uñas en un cajón cuando vio que Marizza se acercaba.

- Señorita... ¿en qué puedo ayudarla?

- Tengo cita con el doctor Mejía

La presumida recepcionista se metió un mechón de pelo detrás de la oreja y tecleo en su ordenador.

- Si, ¿su nombre...?

- Mía Colucci

Marizza utilizó el nombre de su hermana porque fue el primero que se le ocurrió el día que pidió cita por teléfono. Si Marizza decía su verdadero nombre, Mejía no la atendería.

- Yo misma hablé con el doctor cuando me dio cita

- Un momentito...-

La recepcionista marcó la extensión en el teléfono y dio el recado.

- Doctor Mejía, acá esta... Mía Colucci

Marizza sonrió a la recepcionista intentando imitar esa coquetería.

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