CAPÍTULO 51

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(Y ahora ven, mírame

y cuéntame que nunca me has cuidado, que me has dado razones de verdad.(1)

Y ahora ven, bésame y no me digas nada, pues no quiero que te vayas y me vuelvas a olvidar(2)

Y ahora pienso solo en tu mirada,

es un ángel que no dice nada (3)

y ya no quiere recordar.

Solo canto cuando estoy contigo (4)

dando vueltas sin saber que digo

y ya no puedo respirar)

Pilar Dunoff, esa chica que escribía un diario sobre los chismes que ocurrían bajo las paredes del Elite Way School, siempre tuvo alma de periodista, aunque ni ella misma lo supiera. Tenía mucha intuición, sabía perfectamente de donde recoger información, como hacer para que los demás confesaran sus traperías... Era lista, muy lista. Para lo bueno y para lo malo no se le escapaba nada. Marizza se lo dijo una vez, "usa esa inteligencia para otras cosas y no para hacer guachadas".

Por lo general, era Pilar la que sacaba la información y no al revés, solo una vez tomó el papel de interrogada. Cuando Guido sospechaba que sería ella la que escribía dicho diario, manejó la situación como era ella, de una manera picaresca y desvió su atención para que no la descubriera. Nunca le sacaron nada, hasta que empezó a cambiar su forma de escribir a medida que cambiaba ella, y Marizza, con su astucia, la descubrió y guardó su secreto.

Esa mañana estaba Pilar, frente a su jefa, Y sus aptitudes volvieron a relucir.

- Yo tampoco se la dirección. Y estoy preocupada la verdad, ¡que estarán haciendo estos dos!

Alejandra escuchó extrañada tan real aclaración, incluso se alivió y confió en la palabra de su empleada.

- Ah...no sabés

- No, Tomás me dijo que se iba a pasar el día con Pablo. Aunque no sé de qué verdad hablas... ¿vos sabes algo más que yo no sepa?

- No. Yo no sé nada

Y así, Alejandra se quedó conforme. Pilar supuestamente no sabía nada, pues entonces era verdad, Pablo y Tomás estaban juntos, por tanto no podía estar con Marizza.

Mucho más allá de lo que pudiera pensar Alejandra. Pablo estaba con Marizza, lejos, lejos de todos y disfrutando de su cumpleaños con ella, con un sinfín de miradas que iban y venían sin parar, con toneladas de "nena" y "nene" por demostrar cuál de los dos era mejor, volviendo atrás, volviendo a la juventud de esos días, con un amor que estaba en el aire, aire que podían respirar, limpio y puro en esa mañana fría.

Seguían en la pista de tenis, estaban muy igualados pero el último raquetazo de Marizza le dio la victoria. Ella soltó la raqueta como una loca y saludó al público imaginario, llena de alegría y como si hubiera ganado la copa derbis jaleaba su triunfo delante del rubio. Esta vez, siendo él el perdedor, se acercó traspasando su parte de cancha y le extendió su mano.

- Felicitaciones

- Gracias – dijo Marizza mientras estrechaban las manos

- ¡Viste!, yo no tengo tan mal perder como vos

Se soltaron y Marizza ladeó la cabeza.

- Odio cuando siempre querés quedar bien

- Eso no quiere decir que no vaya a ver revancha eh

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