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Abrí los ojos en el momento en que se me hizo insoportable el sonido del timbre. Resoplé sintiendo el punzante dolor de cabeza que me recordaba lo mucho que ayer había bebido.
Chasqueé la lengua hundiendo mi cara en la almohada, sin preocuparme por el maquillaje, y volví a levantar mi cabeza viendo que no paraba el sonido. Fue entonces cuando me desperté lo suficiente para darme cuenta de que estaba acompañada y no por Lautaro, aparte de desnuda.
Estaba de espaldas, pero lo conocía lo suficiente para entrar en pánico nada más conocer que el pibe que estaba a mi lado era Mauro, no otro, y también estaba desnudo. Esto solo podía tener un desenlace y lo peor era que mientras los recuerdos aparecían, la puerta no paraba de sonar.
Comencé a agobiarme, pero si no era rápida el problema iba a ser mayor si Mauro despertaba y se juntaba todo.
Busqué rápido mi ropa y salí rápido de la cama, intentando ignorar mi dolor de cabeza para hacer todo más rápido.
Torpemente, salí de mi habitación tropezandome con todo hasta llegar a la puerta y abrirla. Otra sorpresa más, exactamente tres. Mis padres con Emma.
- Angie.
- ¿Todo bien?
- ¿Eh? ¿Qué?
- ¿Estas bien? Estás...
- Ayer llegué...bueno, eso, ¿Qué hacen acá?
- ¿Por qué susurras?- ni me había dado cuenta.
- Eh...por Emma y por mi dolor de cabeza, no sé.
- Bueno, veníamos a dejarla.
- Nos salió una comida familiar de esas y tenemos que prepararlo todo, con Emma es imposible.
- Por cierto, vos también vas a la comida.- añadió mi padre a lo que había dicho mi madre.
- ¿Me viste? ¿Te parece que estoy para aguantar a mis primos?
- Bueno, sos madre, un par de niños más no tienen que hacer mucho daño.
- Si vos decís...
- No importa, vos venís, comés y te vas a descansar. Te dejamos a Emma, ¿Vale?
Asentí lentamente, sin comprender todo porque mi cabeza iba más lenta de lo normal. Aún así, mi padre dejó la bolsa con las cosas de Emma en el suelo y mi madre me la pasó rápido, sonriendo como si ya fuese libre.
Se despidieron rápido y yo miré a mi hija sin saber que hacer mientras que ella jugaba con sus manos. Un momento...su padre también estaba acá.
De nuevo, volví a estar en alerta y cerré rápido la puerta para pensar que hacer. No quería que la conociera, quería que se fuese de acá, pero no podía hacer desaparecer a ninguno de los dos de ninguna forma que no incluyese que por fin Mauro conociese a su hija sin saber si es su hija.
Resoplé otra vez y fui a dejar a Emma en el sofá para volver a la habitación a verle. Tenía suerte y no se había despertado, así que tenía más tiempo para pensar sabiendo cómo era.
De repente, me comenzó a sonar el teléfono. Fui rápida hacia él para evitar que Mauro se despertase o Emma llorase en el salón, lo que haría que pasase también lo primero.
- ¿Sí?- susurré, aún en la habitación.
- Angie, tengo un problema.
- Ya somos dos.
- ¿Y a vos que te pasó? Bueno, mi problema es que me volví a acostar con ella.
- ¿Qué?
- Con Diana, pelotuda, ayer bebí demasiado.
- Santino...
- No me critiques por favor, sos la hermana pequeña, no está permitido.
- Tampoco debería.
- ¿Como que no? Acabo de despertarme junto a uno de tus amigas, desnudos los dos porque hemos tenido sexo después de haber sido pareja hace tiempo.
- Mucha data.
- Angie.
- Santino, necesito ayuda, tenés que venir acá, ya.
- ¿Pero qué pasó ahora?
- Yo también volví a tener sexo con un ex.
- Voy ya.
Y terminó la llamada sin decir más. Suspiré mirando mi teléfono y lo dejé en la mesa, mirando a Emma aún sin saber qué hacer.
Tenía que irme a comer con mis viejos, por hora faltaban dos horas, tenía a Emma en mi salón y a su padre dormido en mi cama después de acostarnos ayer. ¿Donde estaba Lautaro? Lautaro...ayer discutimos y ahora...lo había engañado.
Me senté intentando procesar todo, apoyando mis codos en las rodillas y mi cabeza en mis manos, manteniendo la poca calma que me queda mientras mi cabeza recordaba lo que podía sin que se quitase mi resaca y a la vez intentando buscar alguna solución a esto.
No podía esconderla, ni echarle rápido, no sabía qué hacer.
Suspiré y me volví a levantar para tener a Emma en brazos, así evitaba que en algún momento llorase por cualquier cosa y despertara a su padre, que no sabe que es su padre. Que mañana más complicada.
Volví a la habitación para mirarle desde el marco de la puerta. Estaba boca abajo, con todo su pelo negro revuelto y la boca un poco abierta, viendo un poco de su espalda antes de que las sábanas arrugadas lo tapasen.
Suspiré y cerré la puerta de la habitación para volver al salón y sentarme en el sofá de nuevo. Ni siquiera tenía hambre.
Me quedé unos minutos pensando que hacer hasta que mi teléfono volvió a sonar y esta vez no era una llamada, sino un mensaje de mi hermano que me avisaba de que estaba abajo. Que rápido ha llegado.
- Santino.
- Angie, ¿Qué mierda hiciste?
- Lo que hice para tenerla a ella pero sin estar muy sobria.- señalé a Emma y Santino resopló pasando sus manos por su pelo.- Linda mañana tuvimos los dos.
- Me despierto y veo a Diana delante de mí y ahora esto.
- Bueno, yo me desperté y le vi a él y a nuestros viejos después.
- No estoy para jodas, Angie.
- Santino, no puedo dejar que la vea, pero no sé qué hacer.
- ¿Y todo lo demás?
- ¿Lo demás?
- ¿Qué onda con Lautaro? Dale, Angie, le has sido infiel con Mauro.
- Ya sé, Santino, ya sé, pero me ocuparé de eso después, ahora me niego a que la vea, ¿Entendés?
- Bueno, está bien, esos son tus problemas yo...yo me la llevo.
- ¿Sí?
- Sí, dale, dame sus cosas y yo la llevo a la comida, paso a por vos y ya vamos todos juntos y nadie sospecha nada, ¿Sí?
- Sos mi salvador.
- Poco me parece eso...
Sonreí y fui a por todas sus cosas, ayudándole luego a sentar a Emma en su auto. Me despedí rápido de él y volví a mi casa, donde había dejado a Mauro solo.
Volví a abrir la puerta, dispuesta a tomarme una pastilla que me quitase el dolor de cabeza antes de echarle. Pero cuando levanté mi mirada de la cerradura y me di la vuelta para comenzar a caminar hacia mi cocina, mis ojos fueron a él, despierto, desnudo.
- ¡Mauro!
- ¡La puta madre, Angie, me asustaste!
- ¡¿Te podés tapar un momento?!
- ¡Está bien, está bien!
- ¡¿Sos boludo o te hacés?!
- ¿Pero por qué me gritad?
- ¿Y vos por qué seguís desnudo en mi casa?
- Perdón.- sonrió y volvió a mi habitación.
Esto va a ser más difícil de lo que pensaba.

Sol y Luna (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora