39.

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- Y nada, todo bien.
- Juan, no está todo bien.
- ¿Por qué decís eso? Si no funcionó, no pasa nada, seguimos adelante.
- Ya, el problema es que vos, como mi hermano, sos muy enamoradizo.
- Bueno, pará, ¿Me analizaste sin saberlo?
- No, sólo te conozco, gil.
- ¿Y qué tal tu hermano con Diana?
- Bien, igual que siempre.
- ¿Pero no te dijo que la seguía queriendo?
- Sí, y después me dijo que jamás dejaría de hacerlo porque ella era ella.
- ¿Qué?
- No sé, sus cosas.
- Bueno, igual Diana no creo que le importase volver.
- Hasta que le diga que deje de fumar.
Rió levemente y yo sonreí mirando el vaso que estaba limpiando mientras que él se terminaba de tomar el café.
Había venido a acompañarme un tiempo por la tarde, justo cuando ya se había ido mi madre con Emma.
- ¿Y Lautaro?
- Bien, vino a desayunar a casa y luego se marchó a laburar, dejándome antes acá.
- Oh, qué lindo.- puse los ojos en blanco y rió.- Bueno, entonces ningún problema, ¿No?
- No, por ahora.
- Que optimista, sí señor.
- No es eso, boludo.
- Que no haya funcionado antes no significa que ahora...
- Sí, ya sé, no significa que ahora tampoco funcione, lo sé, sólo soy precavida.- le interrumpí.
- Bueno, como digas, igual todos bien eh.
- Creo que va a conseguir laburar con su viejo, así estará mejor.
- ¿Dejará de laburar de albañil?
- Sí, eso parece.
- Entonces mucho mejor.
Asentí sin dejar de mirar lo que estaba haciendo, guardando por fin todos los vasos limpios en su lugar. Cuando levanté mi mirada, revisé quién estaba desatendido en el bar y fui a llevarme de vuelta a la barra todas las botellas vacías de las mesas.
- Bueno, yo me voy, quedé con mi familia para jugar al ludo.
- ¿Posta?
- Me extrañan, ¿Qué querés?
Reí levemente y nos despedimos, yéndose finalmente para dejarme sola.
Estuve un tiempo más detrás de la barra, esperando a que alguien me necesitase, pero como todo estabas hoy tranquilo fui a ayudar en la cocina unos minutos antes de volver a mi lugar.
Fui a ver qué querían el grupo de amigos nuevo que acababa de entrar y después fui a llevarme la plata que había dejado una pareja tras irse, pagando lo que bebieron.
Llené los vasos de las dos birras y tres Coca- Cola que me habían pedido, se las lleven y luego serví al hombre que recién se había sentado en un taburete de la barra.
De repente, cuando ya todo volvía a estar en orden, mi teléfono comenzó a sonar en el bolsillo del delantal. Lo busqué mirando rápido si alguien volvía a necesitarme y acepté la llamada sin mirar.
- ¿Sí?
- Soy yo, bebé.
- Lautaro, ¿Pasó algo?
- Nada, tengo un tiempo libre y te llamaba para avisarte.
- ¿De qué?
- De que voy para allá.
- Mirá vos.
- Dale, sólo unos minutos.
- Está bien, está bien, tampoco estoy muy ocupada.
- Listo, voy para allá al toque.
- Está bien, te espero acá, chao.
- Chau.
Terminó la llamada y yo guardé el teléfono, volviendo a la cocina como antes. Cuando salí para ir a la barra, él estaba recién entrando al bar quitándose sus gafas de sol.
Al verme sonrió y yo también, acercándonos para quedar separados finalmente por la barra.
- Hola.
- Hola.
- Una Coca que tengo que laburar.
- A vos te la doy gratis.
Le guiñé el ojo y él rió mientras que yo le servía lo que me dijo. Le acerqué el vaso y la lata y él sonrió, abriéndola y echando la Coca-Cola en el vaso.
- Sos buena eh.
- Dale, sólo te serví una Coca.
Rió y yo sonreí, acercándome para poder besarnos por un corto tiempo por la incomodidad de nuestra posición.
Le dejé que bebiese tranquilo y mientras volvía a atender a la gente. Cuando volví a la barra me resumió brevemente su día y cuando terminó me tocó a mí, dejando sólo unos minutos para hablar de otro tema antes de que se tuviese que ir.
Me prometió que vendría a por mí a cenar juntos en mi casa sushi, así estábamos mejor por Emma.
Cuando se fue, yo seguí laburando con la visita de algún amigo y de mi madre de nuevo, dejándome verla de nuevo. El cocinero aceptó quedarse en la barra para yo poder estar con Emma más tiempo, ya que tampoco estaba apurado en la cocina.
Una vez mi madre se marchó con Emma, yo le ayudé en la cocina y finalmente volvimos a separarnos hasta la hora de cerrar.
Se despidió de mí, como siempre, y me dejó a mí contar la plata ya de noche, poniendo música en mi celular para no estar completamente en silencio.
Cuando termine, comencé a limpiar y a guardar todo hasta estar todo listo. Me quité el delantal, lo dejé en su lugar detrás de la barra y al darme la vuelta vi como había comenzado a llover fuera.
Resoplé y llamé a Lautaro para que viniese ya, pero no aceptaba mis llamadas. Me di por vencido, acepté se se le olvidó o tal vez no pudo al final, y llamé por mí sola un taxi para que me llevase a casa.
Llegué, me despedí de mis padres como solía hacer y acabé cenando lo primero que vi en mi refrigeradora preparado para sólo calentarlo.
Emma estaba despierta desde que llegué, así que cuando terminé de cenar me olvidé de mi cansancio y la tuve en brazos hasta acabar tumbadas en el sofá de lado con ella, que estaba boca arriba moviendo sus pies y brazos mientras balbuceaba y agitaba su juguete.
Sonreí mirándola, dejando mi cabeza en mi brazo que estaba por encima de su cabeza, agarrando su juguete antes de que se cayese.
Lentamente, el cansancio volvía a mí y creo que también en Emma, ya que poco a poco dejó de moverse y sólo llevó su juguete a su boca, abrazándolo mientes sus ojos comenzaban a cerrarse con la lluvia de fondo.
De repente, la puerta sonó, pero tampoco la despertó. Suspiré y pensé que era Lautaro, viniendo al final quizás sólo para dormirse.
Me levanté lentamente y arrastré mis pies hasta la puerta, abriéndola una vez llegué.
Todo lo cansada que estaba desapareció cuando la vi ahí delante con el pelo mojado debajo de la capucha de su buzo, sonriendo como si nada mientras que yo me temía lo peor y de nuevo, mi cuerpo se paralizaba.
- Perdón, tenía que avisar pero comenzó a llover cuando estaba por acá cerca y necesitaba un lugar donde refugiarme, sé que es tarde pero sólo me quedo hasta que deje de llover eh, te lo juro
- Cande...
- Ya, ya, ya sé, inoportuna, ¿Verdad? ¿Qué estás, con tu novio?
Preguntó sonriendo y de repente, como si hubiese sentido que alguien de la familia había llegado, parecía que Emma también se había despertado y de dando un leve chillido típico de bebé tiró por fin su juguete al suelo.
- ¿Eso es un bebé?- preguntó confundida, pero no pude decir nada.
- Eh...yo...- y a continuación, como lo esperaba, Emma comenzó a llorar por no tener el juguete.
- Angie.- me miró más confundida y al ver que no reaccionaba, quiso verlo ella sola y entró para encontrarse con Emma.- ¿Emma?
- Sí...
- ¿Qué hacé acá? ¿Quién es?
- Eh...- tenía que mentir, no me quedaba más.- No, nadie, mi sobrina.
- ¿Sobrina? ¿Santino tuvo una hija?
- ¿Qué? No, no.
- ¿José?
- No, nada que ver, Miguel, ¿No te acordás?
- Me acuerdo que me dijiste que era un nene.- Mierda.
- Se equivocó el médico, que sé yo, todo un quilombo.
- Angie, ¿Qué está pasando acá? Porque quizás me dejaste de hablar, pero seguís siendo la misma de siempre y te conozco, sé cuando mentís y no parás de mirar a todos lados, ¿De quién es hija Emma?
No podía mentir, ya no. Me había sorprendido, no sabía que decir, no tenía un plan B y el A, volver a ser su amiga con mentiras, tampoco parecía estar muy bien hecho.
- Ella es...es...
- ¿Es...?
- Mi...bueno mi...mi hija.

Sol y Luna (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora