23.

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Me desperté por la luz de la ventana. Se me había olvidado cerrar las cortinas como también se me había olvidado llevar anoche a Emma a su cuna cuando llegué, durmiendome al final con ella en mis brazos.
Lentamente, me levanté sintiendo como me dolía todo el cuerpo por la forma tan tensa de dormir. La dejé por fin en su cuna y después suspiré, recordando poco a poco lo que había pasado hace unas horas.
Por suerte, Santino llegó para buscarla a mí y a Diana tras ver a Claudia perdida en el boliche, llevándome fuera del alcance de Candela y sus hirientes, pero verdaderas, palabras.
Me senté en la cama y agarré mi teléfono. Sólo tenía un mensaje de Santino dándome las buenas noches y otro de Lautaro dándome los buenos días. Parecía que se turnaban.
Resoplé, eché mi pelo hacia atrás y salí despacio de la habitación, arrastrando mis pies.
Fui hasta la cocina y agarré un vaso, llenándolo de agua para tomarme la pastilla que me quitase un poco el dolor de cabeza. Después, fui al salón. Allá me encontré a mis padres en el sofá mirando en silencio el televisor.
- Buen día.
- ¿Qué hora es?- pregunté. Se me había olvidado verla en el teléfono.
- Las cuatro.
- Que paja.- me senté al lado de mi madre, resoplando una vez más.- Ni vuelvo a salir.
- A ver si es verdad.
Miré a mi padre y este sonrió, cambiando después el canal del televisor. Me quedé con ellos allá, sin hacer nada más que estar en silencio, hasta que oí a Emma llorar arriba.
Entonces, me levanté y fui a ver qué quería, sentándome en mi cama con ella en mi pecho. Después, le tuve que cambiar el pañal y finalmente la vestí para que no estuviese todo el día en el pijama por muy cómodo que fuera.
Bajé con ella en brazos y se la di a mis padres para irme sola a comer en la cocina, apoyando mi espalda en la encimera, sin sentarme.
Cuando terminé, volví a mi habitación pero esta vez para cambiarme yo de ropa, dándome cuenta de que tenía lo mismo que ayer. De repente, mientras terminaba de hacerme el moño, mi teléfono comenzó a sonar y acepté sin mirar quién era, cansada hasta para hacer eso.
- ¿Cómo anda la bandaaaa?
- Si la banda somos Emma y yo, ella bien, yo mal.
- Uh, ¿Qué pasó? ¿Algún pelotudo ayer en el boliche te pidió un cigarro cuándo vos no fumas?- sonreí y me senté de nuevo en la cama.
- No, está vez no, sólo vi a una persona que no quería.
- Un ex novio, seguro.
- No.
- Entonces alguien que te cae mal, sin más.
- Sin más.
- ¿Y qué te parece si vamos vos y yo a dar una vuelta y así te olvidas de la cara de ese pelotudo o pelotuda que viste ayer?
- Que paja.
- Listo, entonces voy yo.
- ¿Eh?
- Me sé tú dirección eh, puedo ser un acosador ahora mismo si quiero.
- Bueno, pará, salgo pero para denunciarte eh.- entonces le oí reírse.
- No, por favor, era una joda.
- Siempre es una joda, Lautaro, me acostumbré a no tomarte en serio.
- No sé si es bueno o malo.
- Según.
- ¿Entonces voy a verte?
- No.
- Entonces venís vos.
- Tampoco.
- No te hará falta andar, vos agarrás a Emma, ponemos en mi auto su asiento de bebé y listo, venís a mi casa y vemos otra película. ¿Peli y manta?
- Si te digo que no...
- Da igual, sé que me vas a decir que sí.
- Atrevido.
- Puede.
- Está bien, venite en unas horas, unas horas eh.
- ¿Dos?
- Está bien.
- Listo, entonces vos estate preparada en dos horas.
- Hecho.
- Chao, linda.
- Chao.
Terminé la llamada rápido tras lo que había dicho. Todos sabíamos que le gustaba, que buscaba algo más que alguien para ver películas o al menos hacer algo más que eso. Pero nunca había sido tan directo o quizás sí, pero lo olvidaba rápido para no pensar tanto.
Suspiré, dejé el teléfono y fui de nuevo con mis padres, volviendo a tener a Emma en brazos para jugar con ella con sus pequeños juguetes, aunque tampoco hacía mucho, sólo mover los brazos exageradamente.
Poco a poco, sentados los cuatro en el sofá sin ver nada con importancia, los minutos pasaron hasta que me tocó dejar un momento a Emma para irme a cambiar de nuevo.
Pero, cuando llegué a mi habitación y me miré no quería cambiarme. Tan sólo iba con un buzo grande de mi hermano Santino, unos pantalones cortos anchos deportivos y unas zapatillas blancas, sin más.
Me hice el moño que antes no pude, peinándome el pelo rápido con mis dedos, y después me puse la capucha. Fui de nuevo al salón y también preparé a Emma, hasta oír la puerta y saber qué era él porque mis hermanos habrían avisado que venían y él era el único que no me avisaba por teléfono.
Puse a Emma rápido en su carro y abrí la puerta, viéndole vestido casi igual que yo.
- Parece que vamos a un gimnasio más que otra cosa.- respondió sonriendo.- Pero igual seguís siendo fachera.
- Me gustaría decir lo mismo.- le mentí, haciendo como si le hubiera herido con mucho dramatismo.
- Suerte que tengo autoestima, sino ahora estaría por los suelos.- sonrió y luego miró a Emma.- Vos nunca hables, que sino me hacés más daño.
- Bueno, vámonos.
- Lautaro.- de repente, mi madre apareció detrás.
- Buenas, María.
- Uh, se acuerda de mi nombre.- me miró, sonrió y puse los ojos en blanco.- ¿Van a salir?
- A ver una película.
- La vas a hacer adicta a las películas.
- Eso está bien.
Sonrió y ella asintió, entonces fui rápida y salí de la casa. Le di las llaves del auto de mi padre para que pudiese quitar el asiento de Emma y llevarlo a su auto, diciéndome que me quedase quieta en la puerta.
Cuando terminó, volvió para agarrar a Emma en sus brazos sin avisar, llevándola hasta el auto. Una vez la tuvo bien, volvió para guardar el carro en su auto y de nuevo, vino hacia mí.
Le miré confundida y él sonrió antes de abrazarme rápido para levantarme del suelo y llevarme así a su auto.
- ¿Se puede saber qué hacés?
- Decías que te daba paja andar así que listo, me ocupo yo de todo.
Puse los ojos en blanco antes de entrar en su auto sin ayuda, una vez me dejó en el suelo por fin. Él sonrió, dio la vuelta y entró, manejando a su casa con la música baja para no despertar a Emma.
Cuando llegamos, ella comenzó a llorar y mientras que Lautaro se encargaba de su carro, yo la llevaba en brazos hasta su casa, tranquilizandola hasta hacerla dormir otra vez, ya dentro de la casa.
Era de un sólo piso, simple. Fui hasta el salón detrás de él y cuando ya tuvo el carro listo dejé a Emma dormida allá.
Después, me senté en el sofá, esperando que él también lo hiciera. Desapareció unos minutos para luego aparecer con pochoclos y una botella cortada de Coca-Cola con fernet.
- Ahora está todo listo, sólo te queda elegir película.
- ¿Yo?
- Ayer elegí yo, vos hoy.
- Pero no te quejes si es mala eh.
- No me quejo, no me quejo.
Sonrió y luego dio un trago mientras que yo buscaba que ver en su televisor por Netflix. Cuando encontré algo, agarré el cuenco con los pochoclos y lo puse en mi piernas, robándole después el vaso para beber y devolvérselo.
Me miró sonriendo hasta que la película comenzó, entonces los dos volvimos a darle atención como ocurrió ayer.
Estuvimos en silencio una hora, comiendo y bebiendo sin decir nada, sólo riendo si hacía falta. Hasta que acabó la película.
- ¿Y ahora?- preguntó antes que yo.
- Ahora otra.
- Bueno, al final va a ser verdad que vas a ser adicta.
- Y vos amigo de mis padres.
- Es difícil alejarse de esto.- pasó sus dedos por su cara y yo puse los ojos en blanco, haciéndole reír para que yo sonriera viéndole.- ¿Es o no?
- No sé, pregúntale a ellos.
- Puedo preguntarles, pero ahora lo hago con vos.
- Igual no sos tanto eh, sólo mucha palabra.
- Eso me ha herido.
- Era joda.- le miré y sonreí. Él negó con la cabeza.
- Luego decís que yo.- desvío su mirada al televisor, que estaba a punto de poner otra película cualquiera.
- Aprendí del mejor.- me miró y sonrió al ver que le guiñaba el ojo.
- Creo que vos ya viniste enseñada.- levanté las cejas mirándole y él sonrió. Un segundo después, se puso la película.- Ya comenzó.
- Lo veo, lo veo.
Él siguió sonriendo con sus ojos en el televisor, comiendo los últimos pochoclos que quedaban mientras que yo mantenía mis ojos en él unos segundos antes de volver mi mirada también a la película.
La dos horas que tardó en terminar también estábamos en silencio, atendiendo la película hasta que terminó. Entonces, lo mejor era volver a casa y eso hicimos sin hablar mucho.
Poco a poco, cuando nos acercabanos a mi cada, frenó hasta parar delante de esta. Bajamos los dos y me ayudó con el carro de Emma una vez más, dejándola allá.
- ¿Necesitás que te lleve también en brazos?
- Puedo ir sola.
- Me gustaría igual ir a tu lado.
- ¿A la puerta de mi casa? ¿Por si me pierdo?
- O los próximos días, quizás semanas, meses o años.
Mi garganta se secó y mi cuerpo se tensó cuando mis neuronas se conectaron para hacer paralizar a mi corazón un milisegundo cuando me di cuenta de que me pedía salir, ser novios.
- Frena, vaquero.
- A mí me gusta más Buzzlightyear.
- Ya...igual corres como Woody.
- ¿Necesitás ir despacio como la tortuga de buscando a Nemo?
- La verdad es que estaría bien, ya sabés que no soy de vida fácil.
- Complicada como los cubos de Rubik, sí, entendí.- sonreí y él también.- Bueno, dicen que la espera vale la pena.- dijo sin dejar de sonreír.
- Dicen.
- Entonces ya está, vamos a ver si es verdad.
Asentí lentamente y él también, con nuestros ojos fijos en los del otro. No sabía cómo despedirme, quizás era mejor irme sin más.
Miré hacia atrás y las luces del salón estaban encendidas, además de que Emma estaba dormida otra vez tras el viaje en el auto. Volví mis ojos a él y seguía con la misma sonrisa de antes.
Algo me hacía difícil irme sin más, también quedarme, quizás era su recuerdo aún vivo aunque oculto. Quizás es que tener una hija suya no me lo hacía tan fácil como si hubiésemos terminado y no hubiera quedado embarazada.
Quizás también fue por eso que cuando le vi sonreír así, recordandome a sus sonrisas cuando también le gustaba molestarme o hablarme así, no pude evitar darle un corto beso. Aunque no fue su cara la que apareció en mi mente, sino la de Lautaro.
Cuando me separé, sonreí rápido y él también antes de que me diese la vuelta y fuese corriendo a mi casa. Ahí me di cuenta de que había hecho.

Sol y Luna (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora