85.

439 31 1
                                    

- No quiero hacer esto.
- ¿El qué? ¿Ver a tu familia?
- Hacer como que no le quiero aún.- Juan me miró desde el sofá y suspiré.- Tengo que ir, sonreír y hacer como que no estoy destrozada porque el padre de mi hija, el de verdad, no da señales de vida.
- Bueno... él no, su hermana sí.
- No me lo recuerdes.- chasqueé la lengua y dejé de llenar el bolso con las cosas de Emma.- ¿Cómo pude ser tan pelotuda, Juan?
- No digas eso, Angie, hiciste lo que pensaste que estaba bien.
- Y todos me decían que estaba mal, pero no dejé de mentir, ¿Por qué?
- Supongo que era mejor eso que enfrentarse a la realidad toda de golpe, ¿No?
Volví a suspirar y me acerqué a él para sentarme a su lado y dejar que me abrazase como modo de consolación.
- Tenés que ir, Angie, tenés que arreglarte con tu familia.
- Pero yo quiero a Mauro.
- ¿Y quién te dice que las dos cosas no pueden estar juntas?
- Ellos.- miré a mi mejor amigo y él sonrió.
- Bueno, pero ya no estáis juntos.
- Gracias eh.
- Me refiero a que ahora les va a dar igual que le quieras, porque no están juntos.
- Es decir, que sí estoy con él le odian, sino no.
- Más o menos.
- ¿Entonces qué? ¿Hago como si nada pasase?
- No, no, eso no.
- ¿Entonces?
- Sólo cuentales que pasó, ¿Sí? No te sientas mal por querer a Mauro e ir a ver a tu familia, al final, es tu familia.
- Está bien, pero si me preguntan que sepan que...
- Sí, que le quieres mucho y te da igual que ellos no lo quieran.- resopló, interrumpiendome bajo mi mirada y celo fruncido.- ¿Qué? Cambiá un poco el discurso, nena.
- Pelotudo.
- ¿Nos vamos ya?- preguntó sonriendo.
Negué con la cabeza y acabé por decir que sí, levantadome para terminar de colocar las cosas de Emma antes de agarrar todo e irnos al auto de Juan, que me llevaría a casa de mis viejos.
Dejé a Emma en su asiento y me fui al asiento de copiloto, poniendo la radio a poco volumen. Juan arrancó y en unos minutos estábamos allá con él apoyándome antes de irme.
Bajé del auto y me ayudó con las cosas de Emma hasta que pude irme sola, despidiéndome de él con un abrazo. Después, fui hasta la puerta y llamé, esperando a que mi madre o alguien me abriese.
- Angie.
- Mamá me lo pidió.- Santino me miró, paralizado, con sus ojos fijos en los míos.
Sin decir nada más, se apartó y dejó que pasase sin ni siquiera saludar a Emma. Fui hasta el salón, donde todos instantáneamente llevaron sus ojos a mí.
- Angie, Emma.
José se levantó, abrazándome a mí antes de tomar a Emma en brazos y saludarla a ella. Mi madre me sonrió y se levantó del sillón en silencio, yendo  hacia mi para también abrazarme.
- ¿Qué hacés acá?- preguntó Miguel.
- Mamá me pidió venir y... acepté.
- ¿Por qué?
- Porque quería cenar con ella y con José.- entonces fue cuando mi hermano mayor dejó de fijarse en Emma para mirarme a mí.- Parece que él es el único que me cuida de verdad, como un hermano hace.
Miguel me mantuvo la mirada fija, desafiante a pesar de que le había hecho tragar saliva con lo que había dicho.
Estaba segura que José les había contado que pasó aquel día, cuando me di cuenta de que de verdad había perdido a Mauro cómo tantas veces había pensado que pasaría tras enterarse.
Y aún así, ninguno vino a hablarme ahora que él no estaba, sólo mi madre se dignó a llamarme después de días a pesar de que dijo que me apoyara. El único que estuvo, fue José.
Cuido de Emma cuando no pude, cuando de nuevo su madre la falló. Y después, hizo alguna corta visita tan sólo para ver cómo estábamos y si Mauro había dicho algo, con eso bastaba.
Acabé desviando mi mirada de Miguel para irme a la cocina a terminar la cena que había hecho mi madre. Entonces fue cuando Luna entró, cerrando lentamente la puerta.
- No te preocupes, no te odia ni nada.
- No sé, Miguel a veces es...
- Ya, muy serio y familiar para estas cosas, que me vas a decir.- sonreí levemente y se acercó a mí.- Pero te quiere, eres su hermana pequeña al final.
- Que no hace más que errores en su vida.
- Si querer a un chico te parece un error...
- Sí cuando lo haces a base de mentiras.
- Supongo, por lo que sé de él y de vos, que lo hiciste porque pensaste que era lo mejor para él, no sé, quizás para evitarle problemas, protegerlo de alguna manera.
- Sí...pero nadie parece entenderlo.
- Tenés que entenderlo vos a él, al final hace días que se acaba de enterar que es padre de una nena de dos meses y que se perdió los otro nueve de tu embarazo, así que...
- Ya, lo sé, lo intento, pero odio no saber nada de él ahora que todo iba bien.
- Bueno, se solucionará, como con los demás.
- ¿Sí?
- Lo de Mauro quizás es más difícil...pero Santino te extraña, siempre que nos visitaba preguntaba si nosotros sabíamos algo de vos y Miguel...ya te lo he dicho, sos su hermana, no puede enojarse con vos aunque allá se haga el duro.
- Siempre se hace el duro.
Rió y después me abrazó, terminando de ayudarme más tarde con la cena. Al menos sabía que tenía un apoyo más y que la cosa no parecía tan mala como yo creía.
Terminamos todo y colocamos las cosas que faltaban en la mesa, sirviendo después en una cena silenciosa donde sólo se atrevía a contar cosas José.
Mi padre ni me había hablado ni mirada, sólo miraba a sus hijos o a la cena. Odiaba que me ignorase, me hacía más daño eso que simplemente se enojase y me dijese un par de cosas que luego se me olvidarian.
- ¿Y qué tal con Mauro?
Levanté mi mirada del plato para llevar mis ojos a mi madre, que me sonreía levemente tras preguntarme aquello que hizo que todos llevasen su atención también a ella, sorprendidos por atreverse a decir su nombre cuando todo estaba así.
- Sabés perfectamente que mal, no sé a qué viene eso.
- Seguro que se arregla, se notaba que te quería.- afirmó de repente Luna, llevándose la mirada de todos.
- Ya...
Miguel frunció el ceño mirando a su mujer mientras que yo decidí volver mis ojos de nuevo a mi plato, ignorando el suspiro de Santino.
- Mejor cenamos en silencio.
Acabó por decir Miguel, dejando por fin de mirar a Luna, que pareció tomárselo tan mal como para que soltase los cubiertos y se limpiase rápido con la servilleta.
- No, cenar en silencio no.- de nuevo, todos la miramos sin saber qué hacía.- Ya está bien, ¿No? Llevan semanas sin verse ni hablarse, no sé a qué esperan para hacerlo.
- No te interesa.
- Sí, sí me interesa, Miguel, porque también son mi familia y aunque a vos te cueste, yo entiendo perfectamente a tu hermana.- la sonreí y ella hizo lo mismo.- No entiendo por qué no pueden aceptar que quiera al padre de su hija, no estamos e el siglo XX como para decirle a alguien con quien tiene que estar.
- No sé trata de eso, Luna...- acabó por decir Santino.
- ¿A no? ¿Y de qué entonces? ¿De qué os ocultó todo? Pues tampoco hay mucho que esperar de eso, mirar cómo estáis ahora que sabéis la verdad. Así nadie quiere deciros nada y al final sólo hay secretos.
- ¿Y por qué no lo dijo antes?
- Porque era imposible, Santino, tú hermana estaba saliendo con un tipo que nos encantaba a todos y lo dejó por un pibe famoso, padre de su hija sin saberlo y que encima tuvieron una mala relación. Obviamente, sabe que nadie de esta familia quiere que salga con un mal tipo, así que lo ocultó aunque Mauro no es como parece.
- ¿Y cómo es?
Todos nos callamos cuando la voz ronca de mi padre sonó por primera vez desde que yo había llegado a esta casa a cenar. Le miramos sin saber qué vendría ahora.
- ¿A qué te referís?
- ¿Cómo es? Dínoslo, a ver.
- Pues...no sé, no lo conozco mucho, sólo su parte famosa, pero acá parece que es un criminal y dudo mucho que esa sea su descripción.
- Vos lo has dicho, no lo conoces, así que mejor no hablar sin conocer.
Mi padre la miraba desafiante a sus ojos, pero Luna no parecía tenerle miedo a su suegro. Estaba decidida a defenderme hoy que sí estaba, no como la última vez que les vi y se lo conté a todos.
- No, yo no lo conozco, pero acá hay alguien que estoy segura que puede decirte más.
Luna me miró primero, después todos volvieron poco a poco sus ojos a mí mientras que yo sólo la miraba a ella sin esperarme que me pasase el turno.
- Entonces que lo diga ella.- y por primera vez después de mucho tiempo, se volvió a referir a mí y a mirarme fijamente.
- Pues...no sé, no me esperaba esto.
- Vamos, Angie.- me susurró José, apoyándome.
- Mauro es...bueno lo conocéis desde que era un pibe y mi mejor amigo, al que durante un tiempo me llegó a gustar y finalmente estuvimos juntos. Me hace feliz...me protege y me cuida todo el tiempo que puede. Me sabe hacer reír y cuando lloro sabe consolarme. Es bueno, amable, familiar...y lo quiero por eso y mucho más, tanto que me podría pasar la noche contando anécdotas o lo que siento a su lado, porque...a su lado soy la mejor parte de mí, soy yo y...y es el padre de Emma, aunque no lo sabía, pero desde el principio se comportó como tal, cuidándola tanto o más que a mí. Así que ahora no sólo yo lo extraña, sino que estoy segura que Emma, siendo tan bebé, también quiere volver a ver a su padre aunque sólo sea para que le haga caras esperando a que se ría en algún momento.
Todos se callaron y aunque me parecía imposible, me escucharon con atención, dejando que por fin les pudiese decir lo que significa Mauro para mí.
- Y si te hace tan feliz, ¿Por qué te vi llorando por él como ahora?- preguntó mi padre. Sin darme cuenta, solté un par de lágrimas mientras le recordaba.
- Pues porque...cuando rompimos los dos estábamos mal, había perdido el rumbo de mi vida y fue Emma la que la llenó. Y ahora...ahora porque es mi mundo, papá, y mi mundo se ha ido porque se ha enterado que le llevo mintiendo desde que lo volví a ver, que le oculté desde el principio por miedo y rencor que era padre de una nena preciosa y...me siento la peor por hacerle sufrir tanto ahora que él solo me hacía feliz.
Miguel bajó la mirada, quizás reflexionando sobre todo. Santino me miraba con atención y mi padre no dejó de tener sus ojos fijos en los míos. Los demás, sólo me miraban sonriendo, sabiendo que dije lo que tuve que decir.
- Perdón.- dijo por fin Santino, haciendo que le mirase a él.- Quizás fui egoísta pensando en que me tenías que haber dicho todo antes que a los demás.
- Acá la única egoísta soy yo, Santino. Vivía en una vida de mentiras que me cree porque no quería perder a nadie, pero a veces es necesario.
- La próxima vez, no más secretos.- alado Miguel, mirándome también.- Por algo somos hermanos.
Sonreí levemente y asentí, haciendo que él también me dejase ver una leve sonrisa. De repente, mi padre se levantó de la silla, suspirando a la vez que se apoyaba en el respaldo de esta para levantarse.
Cuando le miré, se acercó lentamente y chasqueando su lengua me abrazó como hacía tiempo que no hacía.
- Supongo que me cuesta aceptar que ya no soy yo tu mundo y dejaste de ser mi nena.
- Yo siempre voy a ser tu nena, papá, pero Mauro es quien me hace ser yo de verdad, sin problemas ni nada.
- Sólo prométeme que no dejarás de sonreír si algún día se va de tu lado.
- Lo prometo.
Sonrió y asintió con la cabeza antes de volver a abrazarme. Por fin.

Sol y Luna (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora