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Sonreí mirando al espejo de mi baño. Por fin estaba todo bien con mi familia y no tuvo que hacer falta que Juan viniese a por mí, porque Santino volvió a llevarme en su auto contándome todo lo que había hecho estos días sin mí.
De repente, la puerta del baño se abrió asustandome y apareció Juan recién despertado de su siesta, sin remera y con todo su pelo despeinado.
- Perdón, pensaba que no estabas.
- El jefe me dijo que después del descanso de la comida cerrase, que tenía que firmar documentos y no sé qué cosas con un amigo o algo así y necesitaba el bar para ellos.
- Vamos, que tenés el día libre.
- Más o menos.
- Podrías ir a ver a Santino y seguís hablando con él o a tus viejos.
- Podría.
Sonrió levemente y cerró de nuevo la puerta para dejarme sola unos segundos antes de salir del baño.
Fui directa al salón, donde estaba él con Emma en brazos. Me la pasó y se fue al baño como quería hacer antes.
Me senté con ella en brazos, decidiendo que por fin iría a que viene a sus abuelos, aunque ya los vio anoche, pero no fue hasta que nos arreglamos todos que le prestaron atención se nuevo, como antes.
Ahora sólo tenía un problema, es decir, él. No me había dicho nada aún, no sabía nada y cada día era peor. Necesitaba saber cómo estaba, si me odiaba tanto como parecía con lo que me dijo Candela cuando vino a verme. Pero parece que nadie me decía nada, así que sólo seguía cuidando a Emma y a mí, laburando como siempre, solo que con Juan ahora en casa.
- Ché, ¿Vos no tenés casa?- le pregunté cuando le vi volver, acordándome del tiempo que venía a cuidar a Emma y a quedarse a dormir.
- Sí, pero bueno, se está bien acá.
- Sabés qué ya no hace falta que cuides a Emma, ¿No? Mis viejos ya pueden tenerla.
- Lo sé, pero no pasaría nada si yo ayudase algo, ¿No? No sé, me sacó el instinto paternal.
- El instinto de pelotudo.
Le tiré un cojín y rió, yendo hacia la cocina para volver con algo de beber. Busqué su remera tirada por el sofá y se la tiré a la cara para que se la pusiese.
- ¿Qué vas a hacer al final hoy?
- Iré a ver a mis padres.
- Cheto, yo ahora saldré un rato, a mí casa.
Puse los ojos en blanco y él rió, encendiendo en televisor para verlo sin mucho interés mientras que yo lo tenía de fondo, llevando toda mi atención a Emma y sus juguetes.
Estuve un rato así con ella hasta que me decidí cambiarme de ropa para ir un poco mejor a la casa de mis padres. Cambié también de ropa a Emma y luego fui a conocer sus cosas en su bolso antes de hacer lo mismo con el mío.
Me despedí de Juan, que ya estaba agarrando también un par de cosas para irse, y me fui como tenía pensado.
Decidí ir andando para dar un paseo con Emma en su silla, escuchándola balbucear en el camino cuando no se dormía por unos minutos. Hasta que por fin, pude llegar y llamar a la puerta de la casa de mis viejos
- Angélica, cariño.- mi madre me abrazó y después miró con una sonrisa a Emma.- Que grande está.
- Calla, calla.
Rió levemente y la levantó de su silla para tenerla en brazos, dejándome espacio para entrar.
Dejé la silla en la entrada y fui seres de mi madre hacia el salón, donde estaba mi padre leyendo un libro hasta que notó nuestra presencia.
- Hija.- sonrió y se levantó despacio, yendo después a abrazarme y a saludar a Emma.- Como la extrañé.
- ¿Sólo a ella?
Me sonrió y yo reí, acompañándolo luego al sofá para hablar mejor allá mientras que mi madre hacia un par e cosas y hacia malabares con Emma en sus brazos, acabando por agotarse y dármela.
Por suerte, tardaba poco en dormirse y eso hizo en mis brazos sin llorar mucho. Mi padre y yo estuvimos hablando de todos estos días, de como pasé la ruptura con Mauro y como me apoyaron José y mis amigos a falta e ellos, haciéndole sentir un poco más orgulloso de su hijo mayor que parecía comprenderme a mí antes que ellos, que eran más cercanos que José conmigo
A la conversación se unió después mi madre, pero poco a poco se fue haciendo tarde y tenía que volver caminando, ya que tampoco tenía plata para un taxi ni la silla de Emma.
Me despedí de ellos prometiendo volver mañana cuando pudiese por el trabajo y me fui con Emma dormida en su silla.
Caminaba tranquila, sintiendo que con ellos apoyándome ahora me sentía mejor que antes con respecto a Mauro, aunque eso no evitaba que me pusiese triste pensando en todo lo que ocurrió.
Suspiré y levanté mi mirada para llevar mis ojos a mí portal, llegando por fin a mí casa. Pero paré en seco al ver que no era la única que quería entrar.
- Mauro.
Al oír su nombre, se giró, llevando sus ojos a Emma y acercándose lentamente sin ninguna expresión específica en su cara.
- Hola...- le saludé, pero él solo miraba a Emma.- Mauro.
- Creo que tenemos que hablar.- dijo por fin.- Ojalá pudiese hacerlo, pero no puedo dejarte a solas con ella, con mi hija.
Asentí lentamente y sabiendo que Juan no estaba, caminé hacia mi portal y me ayudó a llevar la silla de Emma hasta mi departamento como alguna veces hizo, aunque esta vez no parecía tan feliz de entrar como las otras veces.
- Ya la dejé durmiendo.- avisé saliendo de la habitación, yendo al salón donde me esperaba.- Bueno...
- Me mentiste todo este tiempo, Angie, me ocultaste que teníamos una hija e incluso te llevaste a inventar una historia con otro pibe con tal de no decirme la verdad, ¿Vos perdonarías a alguien que te hiciese eso?
- Déjame explicártelo mejor...
- No quiero explicaciones, porque no me sirven ya. Me tuviste que haber explicado todo desde el principio, contarme todo entonces y no ahora.
- Lo siento...
- Ya...lo sientes.- bajó su mirada, sentándose para apoyar sus codos en sus temblorosas rodillas y ocultar su cara en sus manos.- ¿Por qué no me dijiste nada? ¿Tan poca confianza me tenés? ¿Tan mal padre soy?
- No, no es por eso, Mauro. Confío en vos cómo el que más, pero cuando me enteré...
- Cuando te enteraste... podrías haberme llamado. Sabés que yo no te dejé de querer así como así, ahora lo sabés más que nunca, podrías haberme llamado y hacerme cargo de Emma sin problemas. Pero no, te fuiste lejos de mí para que no supiese nada y después de inventaste toda una historia cuando te diste cuenta que o Buenos Aires es más pequeña de lo que parece o vos y yo siempre nos vamos a encontrar.
- Mauro, cuando lo supe no sabía que hacer, tenés que entenderme.
- ¿Entenderte? ¿Y a mí? ¿Vos me entendiste a mí?- se levantó del sofá para llegar hasta mí, quedando en frente de mí con una mirada llena de rabia.- Me mentiste, me dejaste sin saberlo durante meses y cuando me tenés para contarme todo, cuando se supone que no había secretos, de repente toda nuestra relación era un secreto y estaba hecha de mentiras, pero ahora soy yo el que te tiene que entender a vos.
- Mauro...por favor.
- No, Angie, te quiero pero estoy cansado de esto, de que nunca confíes en mí y me ocultes todo, que no me cuentes ni siquiera que soy el padre de tu hija...soy el padre de Emma y a vos no te importó, así que no me pidas ahora que me importe lo que digas.
- Mauro...
- No quiero estar más acá, ni con vos. Me voy y por mensajes ya arreglamos cómo cuidar a Emma a la que te aseguró que no le faltará nada, ni padre aunque su madre no piense en eso.
- Mauro, por favor, no te vayas.
Pero era inútil, sin decirme nada más acabó por marcharse y me dejó sola en mi casa, con lágrimas que acabaron por salir y no dejaron de hacerlo durante toda la noche y siguiente día, donde Juan eligió no dormir para ocuparse una vez más de mí y consolarme cuando sentía que todos los errores que había cometido en el pasado volvían para atormentarme una vez más.

Sol y Luna (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora