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- Extraño beber.
- Pues bebé.
- Digo como antes, cuando no estaba Emma.
- Nena, no se va a acordar si acabas en pedo.
- Pero me da vergüenza, ya soy madre para tomar tanto.
- Dale, este viernes nos vamos de joda a un boliche y acabamos en el baño vomitando, ¿Qué te parece?
- Atrevido.
Juan rió y terminó de beberse su café. Se despidió de mí y por fin me dejó sola en el bar recién abierto.
Suspiré y seguí limpiando y preparando todo para los próximos clientes. Como siempre, el silencio y la soledad me hacían recorrer los últimos días.
Él no había salido de mi mente desde entonces. Estaba más presente que nunca desde que nos separamos, supongo que también porque Emma ya estaba con nosotros y al final era un recuerdo vivo de él.
Pero Santino tenía razón, tenia que olvidarle. ¿Qué me hacía pensar que lo nuestro podría funcionar? Nada, sólo un pasado que al final, es eso, pasado.
Sí, todo acabó por mí sobre todo, yo fui la que comenzó a hacer aquella relación insostenible guardando secretos que al final me hicieron explotar como una bomba.
Pero, eso no le hacía faltó de culpa. En los últimos días sólo pensaba en él, como si ya me tuviese para siempre. Todo eso me hacía más dudosa de todo porque no sabía si pensando eso era capaz de irse con otra sabiendo que al final, siempre estaba yo.
Y todos, menos nosotros dos, sabían que aquello iba a terminar mal. Me acuerdo cuando Juan me pedía o más bien suplicaba que hablase con él, le contase todo lo que me pasaba y después que fuese a un psicólogo, a un profesional al que al final fui pero fue tarde, cuando ya había explotado.
Santino también sufrió, al final era su hermana favorita y no por ser la única hermana que quería, sino porque siempre hemos estado juntos, desde nenes no nos separabamos. Mis amigos, más que los suyos conmigo, eran también sus amigos.
Juan era mi mejor amigo y casi también el suyo, ya que desde el principio se llevaron bien y hasta llegué a estar celosa de mi hermano cuando era pequeña.
Todos lo sabían, supongo que nosotros también pero no queríamos verlo. Ahora, cuando se supone que no tenemos que saber nada del otro, que no nos importa lo que haga el otro, ayer volví a seguirle en Instagram aunque Santino me dijese por la mañana que le tenía que olvidar. La noche me hacía débil.
Miré sus fotos, sonreí buscando sus nuevas canciones, sabiendo que alguna de ellas ya me las había enseñado antes de que se estrenasen. Pero no las escuché, porque sabía que era demasiado y al final no podría salir de allá.
Ahora, intento no pensar en él pero es inevitable. Si no es porque estoy sola, es porque estoy con Emma y me recuerda a él.
Es un bebé, aún no se parece a él, pero igualmente ya su pelo y sus ojos son más o menos igual que los suyos. El pelo negro y sus ojos pequeños, negros y entrecerrados siempre, como él aunque no fumase nada.
Sonreí recordándola ahora ella y mi mente hizo un resumen de todo lo que pasé para tenerla conmigo. Aquello me hizo darme cuenta que sí, lo mejor era olvidarle.
Dejé todo por el secreto. Dejé a mis amigos y mi familia en Argentina y me marché a España con tal de que Mauro no supiese nada. Acercarme a él sería hacer más fácil que aquel secreto sólo sea una anécdota cuando él lo sepa todo y de nuevo, mi mundo de todo un giro.
Lentamente, las horas pasaron al fisio que los clientes, llegando al descanso de comer. Ahí hablé un tiempo con mis padres, que me aseguraron que vendrían por la tarde y me enviaron un par de fotos de Emma dormida. Era la única forma de hacerle una foto quieta, porque si estaba despierta lloraba o movía todas sus extremidades como loca.
Sonreí leyendo todo una vez más y volví al laburo y a mis pensamientos durante toda la tarde hasta que el jefe volvió a pasarse. Entonces, como me prometí, los dejé de lado para no volver ha hacer un quilombo por ellos y traerme problemas. Al final parecía que Mauro seguís atrayéndolos hacia mí.
Él se fue más tarde y al final, me despedí del cocinero, quedando sola en el bar. Hice el inventario, hambrienta porque a estas horas seguramente ya habría llegado a casa.
Después, conté toda la plata que ganamos hoy, la guardé y comencé a preparar todo hasta por fin cerrar el bar.
Llamé a un taxi, cansada por todo este día, y por fin llegué a casa. Saludé a Emma y fui directa a la cocina a cenar.
Mi padre ya se había ido a dormir, así que solo quedamos mi madre, Emma y yo en el salón. Ella estaba sentada en el sillón y yo en el sofá, con Emma en brazos y las dos mirando en silencio el televisor.
- Ma.
- Dime, hija.
- ¿Puedo preguntarte algo?
- Sí, obvio.
- ¿Vos alguna vez te viste obligada a olvidar a alguien?- desvío la mirada del televisor y me sonrió con dulzura mientras que yo seguía acunando a Emma dormida en mis brazos.
- Sí, algunos tuvimos esa mala fortuna.
- ¿Quién?
- Un novio que tuve antes de tu padre. Fue mi primer amor.
- Pensé que ese era papá.
- No, no...ni yo fui el suyo ni él el mío.
- ¿Y qué pasó?
- Que fue mi primer amor, pero yo no fui el suyo. Se iba con todos y después me trataba mal...así que no aguanté más y por mucho que le quise, le olvidé y menos mal, porque después llegó tu padre.- sonrió y yo también.
- ¿Y cómo hiciste?
- ¿Cómo? Yo no hice nada, el tiempo hizo todo. Sí, suena a típico, pero es la verdad, vos sólo tenés que esperar porque al final, todo pasa.
- Ya...
- ¿Algo que contar a tu madre? Ya sabés que puedo soportar todo.
- ¿Hasta saber qué Mauro y yo nos vimos hace días?
- ¿Qué?- toda la amabilidad de su cara, se esfumó.

Sol y Luna (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora