80.

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- Angie, ¿Qué pasa?
- Na...nada, nada, vámonos.
Mauro me miró confundido y después levantó sus ojos de mí para ver lo mismo que yo hace unos segundos antes de darme la vuelta y empujarle hacia el auto de su amigo.
- ¿Ese no es Lautaro?
- Vámonos, dale.
- Bueno, bueno, esperá un momento, ¿No tenés que hablar con él?- si ya era difícil moverlo al tener más fuerza que yo, cuando realmente no quería y me paraba en seco era imposible.
- Sí, pero acá no...
- Vamos, hablamos y nos vamos.
- Mauro, ahora no.
- ¿Y sino cuando? No llama, no se comunica con vos para nada y lo tenés acá, ¿Y no querés hablar con él?
- Estoy bien sin él, ¿O no?
- No es hablar de vosotros, es hablar de Emma, vuestra hija.
- Mauro...
- Dale, si no ese pelotudo no se va a hacer cargo.
Y sin más me agarró de la mano y tiró de mí, arrastrándome hacia lo que podía ver que podría suponer el final de nuestra relación en una noche en la que me sentía la Angie de hacía meses con él, los dos bien y felices juntos.
Pero, ahora me encontraba delante de Lautaro, que nos miraba confundido cuando Mauro se paró en frente de él con sus ojos fijos en los suyos como si quisiera atravesarlo con ellos.
- Angie.
- Hola...
- Dale, decile.
- ¿El qué?
Lautaro me miró aún más confundido mientras que Mauro había desviado su atención a mí, molestándose porque yo bajaba mis ojos al suelo y me callaba. No podía decirle nada porque todo era mentira y lo peor, era que él no sabía que yo seguía con esta mentira y seguramente se pensaba que ahora que estábamos juntos, le había contado toda la verdad sobre Emma. Lo que de verdad tendría que haber hecho.
- ¡Dale, Angie!
- Vámonos, ¿Vale? Luego lo buscaré y...
- ¿Me pueden decir qué pasa? Tengo a mis amigos dentro esperan...
- ¿Te podés esperar ahora vos?- preguntó Mauro, mirándole con bronca antes de volver sus ojos a mí.- ¿Y a vos qué te pasa?
- Vámonos, ya.
- Angie.- Lautaro me llamó y no pude hacer más que levantar mis ojos y verle, sintiendo mi mundo tambalear con ello.- ¿Qué pasa?
- ¿Qué qué pasa? Tendrías que saberlo vos, que no te haces cargo de tu hija.
- ¿Qué?
- Dale, no te hagas el boludo cuando sabés perfectamente que no te querés hacer cargo de Emma.
Terminó por afirmar Mauro a la vez que cerraba sus puños con fuerza, agarrando mi mano más que antes. Entonces, la mirada de Lautaro cambió y ya no estaba totalmente confundido, sino que parecía entenderlo todo poco a poco.
- Angie...
- ¿Angie? Dejala a ella, vos lo que tenés que hacer es ir a su casa y tener a Emma también, ¿Te olvidaste que sos su padre, wacho? ¿Querés que te lo recuerde?
- Te estás equivocando, de verdad.
- ¿Qué me estoy equivocando? ¿Qué pasa que no sos el padre ahora o qué?
Aun más enfadado que antes, supongo que el alcohol y demás también influían, ignoró la mirada que Lautaro me dirigió esperando que hablase y acabó por empujarle levemente, haciendo que yo tirara de él para mantenerlo cerca y que no hiciese nada más.
- Angie, díselo.
- ¿Qué mierda me tiene que decir? ¿Qué el padre de su hija anda por ahí de joda mientras que la piba se mata a laburar y a cuidarla sola? ¿Eso me tiene que decir? Porque lo sé mejor que vos, la concha de la lora.
- No es así, Angie, tenés que decírselo.
- ¡Qué no me tiene que decir nada!
- ¡Mauro!- tiré de él hacia atrás cuando le vi intenciones de querer volver a empujarle cuando todavía Lautaro andaba confundido por el de antes.- ¡Ya está, vámonos!
- No me voy sin que este diga que se va a hacer cargo de Emma.
- No me voy a hacer cargo...
- ¿Qué?
- Que no me voy a hacer cargo.
Miré a Lautaro, esperando que él acabase con todo al verle con intenciones de hacerlo. Al final, él estaba aguantando a Mauro por mí, que no era tan valiente para decirle todo ahora.
Estaba tan atenta a él, que no me di cuenta como la paciencia de Mauro se acabó y se separó de mí para darle el primer golpe con uno de sus puños, llamando la atención de todos sus amigos que se acercaron rápido acá cuando Lautaro ya había tocado el suelo.
Fue entonces cuando sí reaccioné tras tanto tiempo callada y quieta, agarrando a Mauro de los brazos por detrás para tirar de él hacia mí y evitar que siguiese al ver que era exactamente lo que tenía pensado.
- ¡Pará, Mauro, pará!
- ¡Déjame, Angie, esto no es con vos!
- ¡Claro que es conmigo, vámonos!- seguí tirando de él hasta que se soltó de mi agarre, girándose bruscamente para mirarme enfadado.
- ¡No me voy a hacer cargo de ella porque no es mi hija!
Dijo por fin Lautaro, tocándose su cara herida por el golpe de un Mauro que nada más oír eso cambió completamente su expresión para girarse a verle, confundido por lo que acababa de afirmar. Mientras que yo, de nuevo, me quedé helada al ver que mi pesadilla se había hecho real.
- ¿Qué?
- No es mi hija, gil, yo sólo la cuidaba.
- Vos sólo la cui...- entonces, se giró a verme a mí, confundido y respirando rápido por toda la adrenalina del momento.- ¿Qué está pasando, Angie?
- Mauro...déjame explicarte.
- ¿Me engañaste con alguien más?- de nuevo, noté el enfado anterior en su tono de voz.
- No, no lo hice, yo...
- ¿Entonces? ¿Qué está diciendo este pelotudo de que no es su padre?
Mis ojos estaban clavados en los suyos, pidiendo paz por unos segundos para poder respirar tranquila y tomarme mi tiempo para decirlo bien. No tenía que ser acá, ni así.
- Es tu hija, no es mía ni de nadie más.- acabó por afirmar Lautaro desde el suelo.- Es tu hija.
Sin dejar de fijar sus ojos en los míos, su expresión volvió a cambiar completamente. Sus ojos dejaron de enseñarme todo su enfado para abrirse completamente en una mezcla de confusión y sorpresa mientras que destensaba todo su cuerpo lentamente.
- ¿Qué?
- Déjame explicártelo, por favor.
- ¿Es verdad?
- Mauro, por favor.
- Angie, ¿Es verdad?
- Sólo dame un minuto y te lo exp...
- ¿Sí o no?- preguntó, levantando más su tono de voz, nervioso.
Su mirada estaba fija en mis ojos, literalmente ahogandome en ellos esta vez. Todo su cuerpo me imponía como nunca lo había hecho, sintiéndome más pequeña todavía de lo que era a su lado. Pero ya no había vuelta atrás.
- Sí...
Parecía que su cuerpo se había relajado completamente cuando me dejó disfrutar sus ojos unos segundos más antes de tragar saliva y caminar hacia delante, chocando nuestros hombros y haciéndome tambalear de mi sitio.
Sus amigos, que aún no habían llegado completamente a nosotros al estar confundidos por todo lo que pasaba, se pararon para algunos seguirle, otros quedarse mirando a alguno de los dos y otros simplemente caminar de vuelta a su auto y esperar allá a los demás.
Sin darme cuenta, la misma noche que sentía que volvía a tener todo, que volvía a ser yo de verdad y que los dos volvíamos a ser nosotros por una vez después de tanto tiempo, también lo perdí todo por culpa de mis mentiras, de no saber parar y enfrentarme a mis problemas e intenta arreglar lo que yo misma había roto. Quizás si se hubiese enterado de otra forma, todo pudiese ser distinto.
Pero ahora me encontraba paralizada, con mis ojos llenos de lágrimas en él, viendo cómo se marchaba con pasos lentos y confusos mientras sus amigos poco a poco me dejaban sola y se iban también. Ignoraba si Lautaro seguía en el suelo, siendo el único que me hacía compañía, sólo quería mirarle a él sin saber si era la última vez que le veía subirse a un auto y sin mirarme, marcharse hasta destruirme tanto como mis mentiras le habían destruido a él.
- Por favor...vuelve...por favor...- supliqué, entre sollozos, sin nadie que me ayude por mi culpa.

Sol y Luna (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora