68.

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- ¿Hoy qué vas a hacer?
- No sé, por la noche creo que iré a una joda con los pibes o algo así.
- Bueno, entonces no nos vemos más.- subió los hombros y le miré confundida.- Si salgo de laburar cuando vos vas de fiesta, ¿Cuándo nos vemos?
- Podés venir conmigo.
- Ya, ¿Y Emma?- chasqueó su lengua y yo sonreí.- Está bien, otra vez sino.
- ¿No se la pueden quedar tus padres?
- Si les digo seguro que me dicen que sí, pero no me apetece la verdad, llevo todo el día sin verla.
- ¿No han venido aún?- negué con la cabeza.- Entonces mejor me voy antes de que vengan.
- Está bien, no van a venir hoy.
- ¿No?
- Mi madre se fue a la casa de una de mis tías así que...no creo que vengan acá.
- Está bien...¿Segura que no querés?
- Es...ella.
Sonrió y asintió, echándose hacia atrás sin quitarme la mirada. Yo seguí limpiando la barra y después coloqué un par de cosas hasta que él se levantó del taburete para irse.
- Ché, está bien eh, no importa si no venís, entiendo que no puedas.
- Ya...pero igual si quiero ir, pero no la veo en todo el día y...
- Está bien, Angie, es tu hija, es más importante que eso.
Sonrió y yo también antes de que se acercara más para poder besarme, apoyando sus manos sobre la barra.
- Igual mañana iré a dónde sea para verte.
- Y yo a vos.
Sonrió y volvió a besarme antes de irse. Suspiré y seguí laburando hasta que las horas pasaron tan rápido que se hizo de noche y ya había que cerrar.
Me despedí del cocinero y estuve hablando con José por teléfono mientras limpiaba todo. Sí, con José porque me dejé de hablar con Santino desde aquella pequeña discusión en su auto.
Me había dado cuenta de varias cosas, exactamente de las que le dije. Él no quería aceptar su problema con Diana, así que me preguntaba a mí por Mauro para decirme a mí que tenía que olvidarle cuando, en realidad, se lo estaba diciendo a él mismo. Pero no se atrevía a aceptarlo.
Así que, después de discutir no hablamos más, ni siquiera en la cena. Después, me llevó Miguel a casa sin preguntar porque no habíamos hablado, ya que era algo raro siendo nosotros.
Esa misma noche, como me dijo, Mauro me llamó después de cenar y volvió a mi casa para terminar lo que nos interrumpieron y dormir juntos. Al siguiente día, le conté de la discusión y parecía de acuerdo con lo que pensaba.
Pero, después de aquello comenzaba a preguntarme a veces por qué no dejaba ya de ocultarle a mí familia si al final se tenían que enterar. No sé cómo lo hacía, pero siempre le desviaba el tema y seguíamos bien, pero no sé hasta cuando.
Tenía razón, tendría que contarles tarde o temprano. Lo que no sabía es que no quería no por nuestra pasada relación, sino porque era el padre de Emma y yo misma se lo oculté con ayuda de ellos.
Así que, si les contaba todo a ellos, también tendría que hacerlo con él y aún no estaba preparada para enfrentarme a eso. Sabía que al final, algo acabaría mal, así que prefería ignorarlo y seguir alargando lo bueno un poco más.
Por fin, el taxi donde me había subido hace unos minutos tras cerrar el bar y dejar de hablar con José, llegó a mi casa y me pude ir a descansar.
Unos minutos después, mis padres aparecieron con Emma en brazos. La dejé en su cuna, dormida, y luego coloqué sus cosas antes de cenar sola mientras miraba una película.
Me puse otra más de fondo, esta vez mirando mi teléfono por si tenía algún mensaje de alguno de mis amigos o de él. Pero ninguno aparecía, así que acabé aburrida, mirando el televisor sin mucha atención.
Parecía que esta noche todavía no quería dormir y por suerte, Emma también lo noto y comenzó a llorar, salvandome de no hacer nada.
La puse en mis brazos y caminé despacio por toda la casa hasta que se calmó, pero no se durmió. Me volví a tumbar en el sofá con ella en mi pecho y así estuvimos en silencio, tan sólo con la película como sonido.
Poco a poco, los minutos se convertían en horas y acabé despierta aún de madrugada. Por suerte mañana no tenía que trabajar, así que si no dormía ahora lo hacía después.
Emma a veces se despertaba, otras se dormía y así, haciendo que los momentos que se pasaba despierta al menos tenga al que hacer.
Cuando parecía que ya estaba cansada, me levanté y la dejé en su cuna. Me acosté en mi cama y por fin, cerré los ojos para dormir con todo ya apagado.
Pero, mi teléfono comenzó a sonar.
- ¿Quién es?
- Ortiva.
- Mauro.
- Voy para allá.
- ¿A qué?
- A verte, a dormir, no sé, Angie.
- ¿Estás escabiado?
- Un poco.
- Mauro.
- Un poco sólo.
- ¿Y drogado?
- Menos.- suspiré y él chasqueó la lengua - Pero estoy bien, lo juro, solo voy a dormir.
- Yo estaba por irme a dormir.
- ¿Ahora? Es tarde.
- Ya, ya sé que es tarde, Mauro.
- Bueno, voy a hacerte compañía.
- ¿Y por qué no mejor vas a tu casa?
- ¿No querés que vaya a hacerte compañía?
- No es eso, pero allá descansarás mejor.
- No, no, con vos estoy mejor.
- Está bien...no llames ni nada, decime por mensajes cuando estés.
- Vale, chao, beba.
- Chao, hasta ahora.
Terminé la llamada y suspiré, quedándome con la mirada fija en el techo, esperándole.
Cuando me volvió a vibrar el teléfono, me levanté sin siquiera verlo y fui a abrirle la puerta, esperándole hasta que apareció.
Su ropa estaba toda arrugada, su pelo despeinado aunque no mucho y en su cara se podía notar el alcohol y lo poco drogado que estaba.
- Mauro...
- Estoy bien, estoy bien, de verdad.- chasqueé la lengua y sonrió.- Dale, vamos a dormir.
- No hagas ruido eh.
- No, no, ninguno.
Sonrió y yo puse los ojos en blanco, agarrándole de la mano para pasar dentro del departamento y que me siguiese y así no hacía ruido.
Cuando llegamos a la habitación, se quitó la campera y las zapatillas antes de tumbarse bajo mi mirada. Suspiré y me acosté a su lado, dejando que pasase su brazo alrededor de mis hombros.
- Angie.
- ¿Qué?
- Gracias por dejarme.
- Está bien, Mauro, vamos a dormir.
- Y gracias por no dejarme.
- ¿Qué?- le miré y sonrió.
- No sé, pudiste haber dicho que no, no volverlo a intentar, pero lo hiciste. No sé qué hice para que lo volvieses a intentar.
- Mauro...yo nunca te olvidé, ya te lo dije, y aunque dudase en volver de nuevo, sabía que estaríamos mejor que antes y que todo lo bueno que me hacías, tapaba lo malo que pasamos.
- Pero soy un desastre, Angie, siempre voy a estar grabando canciones y sino videoclips y sino estaría en algún tour...no voy a estar con vos cómo otro.
- Pero no me importa.
- Eso hizo que terminasemos.
- Y ya no somos los mismos, ya no estoy sola esperándote.- volvió a sonreír y yo miré a Emma.- Es buena compañía, me hace acordar a vos.
- ¿Por qué?- me miró confundido y yo me puse nerviosa.
- No sé, pero bueno, Mauro, todo está bien, ¿Sí?- sonreí nerviosa.
- Ahora sí.
Asentí y él sonrió, dándome un corto beso antes de apagar la luz y dormirnos juntos. Sin saberlo, cada vez más volvía a ser adicta a él.

Sol y Luna (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora