20.

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- ¿Es en serio?
- ¿No me estás viendo?
- Bueno, no sé, me lo dijiste ayer pero no me lo creí.
- ¿Tan raro te parece que alguien se fije en mí?
- Me parece raro que vos aceptases, eso me parece raro.- me miré al espejo y luego a Santino, que estaba apoyado en el marco de la puerta.
- Bueno, después de tanto tiempo Juan tiene razón, no pierdo nada.
- ¿Y Emma?
- ¿Qué?
- ¿No será para buscarle algún padre?
- No, nada que ver, Mauro siempre será su padre pero yo quiero cuidarla sola, aunque al final Lautaro pueda resultar bueno la decisión está tomada.
- Bueno, bueno, yo sólo decía.
Levantó sus manos en señal de defensa y sonreí, agarrando por fin mi bolso antes de salir juntos de mi habitación. Fui al salón y me despedí de Emma como solía hacer siempre que me tenía que ir a algún lugar sin ella, como es el caso de hoy que tenía que laburar.
Me subí al auto de Santino y él me llevó al bar, despidiéndome de él. Siempre me traía y llevaba porque concordaba con su horario de laburo también, así que no había ni que pedírselo aunque a veces sí se olvidaba de mí.
Abrí el bar, entré dentro y dejé mis cosas detrás de la barra antes de comenzar a colocar todo, estando lista para que ya pudiese entrar alguien aunque a estas horas eran pocos los que venían. A veces, sólo venía Juan a desayunar y a verme.
Mientras, yo guardaba mi bolso y esperaba a que apareciese el cocinero que mi jefe tenía contratado. Como siempre, nos saludamos y le hablaba mientras que él cocinaba, ya que yo tampoco tenía mucho que hacer.
Poco a poco, mientras los minutos pasaban hasta hacerse horas, el bar se iba llenando poco a poco de los primeros que tenían que salir a laburar como yo y pasaban a desayunar acá, después ya se terminaban los desayunos y no estaba tan lleno.
Me tomé un pequeño descanso para comer cuando el cocinero ya lo había hecho, turnandonos para servir a los clientes. Rápido, volví a estar detrás de la barra y esperé con ansias a que pasara la hora de comer para que dejase de venir tanta gente por un corto tiempo hasta la tarde.
Entonces, ya llegaba gente más joven y podía servir más tranquila. Le di las birras a un grupo de amigos que había en una de las mesas y volví a la barra para seguir limpiando las cosas.
- Angie, ¿Podés venir un momento?
- Voy.
Rápido, entré en la cocina a ver cuál era el problema. Mientras que le ayudaba a hacer las cosas más rápido, la gente seguía entrando.
- ¿Nadie sirve acá?
- ¡Voy!
Grité tras oír a alguien en la barra, dejando lo que estaba haciendo para volver afuera. Entonces, mis ojos chocaron con los suyos, frenando mis pies.
- Hola.
- Vos.
- Yo.
- Casi se me había olvidado.
- Eso duele.
- No, fue porque había mucho que hacer, no porque no me acordase de vos.- de nuevo, volví a caminar hacia él.- ¿Querés algo?
- Una coca, nada de alcohol que en un tiempo yo también tengo que volver al laburo.
- ¿Qué es lo qué hacés?- pregunté mientras buscaba algún vaso y después la Coca- Cola.
- Albañil, por ahora.
- Por ahora.
- Sí, mi viejo está intentando meterme en su trabajo.
- ¿Y ese es...?
- Nada, cosas de empresas.
- ¿No dijiste que no tenías estudios?- pregunté de nuevo, esta vez mientras le daba el primer trago.
- Sí, pero mi viejo se ha hecho muy amigo de su jefe y por ahora lo está intentando, confío que entre porque soy bueno en números, nada más.
- Un matemático.
- No, por favor, eso no.
Sonreí y apoyé mis codos en la barra sin más para hacer, desviando mis ojos al bar por si alguien me necesitaba. Él se sentó en el taburete de madera que había y también puso sus codos en la barra.
- ¿Y vos?
- ¿Yo qué?
- ¿No está acá tu jefe?
- No, para venir le tengo que avisar, me contrató para tener más descanso, es bastante mayor.
- Y vos aceptaste.
- Ya te dije que no puedo decir que no.- sonrió y yo mantuve mis ojos fijos en él.- ¿A qué viniste?
- A verte.
- ¿Y para qué me querés ver?
- No sé, me divertí con vos en el boliche y en realidad pensé que no me hablarías, pero ahora no puedo dejar que esto se quede en sólo mensajes.
- Te habló mi amigo.
- ¿Qué?- preguntó sonriendo.
- Yo quería, pero al final los primeros mensajes fueron suyos.
- ¿Posta?- asentí y sonrió?- Ya me parecía que estabas siendo muy amable.
- Bueno, pará, yo soy amable.
- Acabas de preguntarme que hago acá.
- ¿Y? Mirá, soy madre soltera y eso trae una historia detrás no muy linda con hombres, así que como comprenderás quiero tener las cosas claras.
- ¿Si no es tan linda la historia porque no en vez de no molestar al padre con la hija le decís lo que ocurre?
- ¿Qué sos mi psicólogo?
- Podría, soy bueno escuchando.- sonrió y puse los ojos en blanco.- Dale, contame.
- Bueno, el pibe está...tiene otra vida más difícil o complicada de la que quiero y necesito, yo sólo quiero tener un departamento y estar tranquila con Emma, nada más.
- ¿Y él...?
- No para de viajar, de hacer cosas, de laburas en general.
- Entonces cuéntaselo, así te puede ayudar con la plata.
- Prefiero hacer mi propio dinero.
- Y buscarte tus propios problemas.
- Correcto.- rió y yo subí mis hombros sonriendo.- Así de complicada soy.
- ¿Sabés qué yo antes hacia cubos de Rubik?
- Vaya...¿Y?
- Bueno, a mi me gusta lo complicado.
Abrí mis ojos sin esperarme eso mientras que él sonreía, probablemente viendo cómo me había ruborizado levemente ante la sorpresa.
De repente, de fondo la puerta volvió a abrirse para ver dos caras conocidas. Mi madre con Emma en su carro.
- Angélica.
- Hola, ma.
- Uh, ¿Estás ocupada?- preguntó mirando a Lautaro y este llevó sus ojos a Emma.
- Algo así, pero, ¿Pasó algo?
- Nada, fuimos a dar un paseo y pasamos por acá.
- Ah.
- ¿Es Emma.
- ¿Le conocés?
- Sí, eh...se llama Lautaro, ella es mi madre, María.
- Encantado, señora, soy amigo de su hija.
- Oh, encantada.- mi madre sonrió y él también.
- Por ahora quiero decir.
- ¿Qué?- preguntamos a la vez y él rió.
- Era una joda, una joda.- lentamente, mi corazón se relajó porque no paraba de darme sorpresas.- ¿Es tu hija?
- Sí, Emma García, casi de tres semanas.
- Sólo tiene dos.
- Bueno, pero se hace grande rápido.
- Eso es verdad.- interrumpió Lautaro en la conversación con mi madre.- Mi madre no para de repetirmelo cuando habla de mi hermano pequeño.
- ¿Tenés un hermano pequeño?
- Sí, cinco años, yo tengo 23.- respondió con una sonrisa igual a la que tenía mi madre.- Ché, ¿Tenés hora?
- Eh... sí, las seis y media.
- Uh, me tengo que ir ya, tomá.- buscó en el bolsillo su cartera y pagó de más.
- Diste más, chico de números.
- No, di justo.- le miré confundida y él sonrió, guiñándome un ojo a la vez que se bajaba del taburete.- Chao, Angélica.
- Chao...
Le vi irse, confundida por el tema de la plata y que me llamase por mi nombre completo. Cuando me di cuenta, desperté de mi lapsus mental y fui a ver a Emma.
- Es lindo.
- Sí, ma.
- Y bueno.
- ¿Cómo sabés?- le pregunté ya con Emma en mis brazos.
- Porque te llamó Angélica.
Respondió sonriendo. Madres...

Sol y Luna (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora