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Me desperté por culpa de la alarma, levantando mi cara de la almohada para buscar mi celular con los ojos entrecerrados. Apagué la alarma y resoplé, echando los mechones que me estorbaban hacia atrás antes de volver a dejar mi cabeza en la almohada.
Me di la vuelta lentamente, sintiendo como alguien me agarraba por la cintura. Cuando terminé, mis ojos se clavaron en él e instintivamente sonreí hasta que me di cuenta de ello.
Estaba boca abajo, con su cara mirándome a mí y su brazo encima de mi cintura. Su boca estaba entreabierta, su pelo despeinado y aún seguía dormido. Era inmune a las alarmas.
Suspiré y busqué la ropa de ayer en el suelo. Ayer bebí, sí, pero estuve consciente durante toda la noche, así que no me despierto especialmente asustada por verle, sino por lo que puede venir después de esto.
Me levanté lentamente de la cama, yendo a buscar algo de ropa para ponerme. Todavía tenía que ir a por Emma a la casa de mis padres como les dije.
Escuché como alguien se movía detrás de mí y fui rápida al baño para poder ducharme tranquila antes de irme. Salí y me vestí con lo que había elegido. Cuando salí, fue a por la ropa que había en el suelo para dejarla junto a lo demás que tenía para lavar, apartando sus cosas, claramente.
Fui a la cocina y me hice un café para bebermelo rápido y poder tomarme la pastilla para el dolor de cabeza. Después, volví a la habitación a por mí teléfono.
Cuando entré, abriendo la puerta que antes había dejado cerrada para que él no se despertase, me encontré con él directamente. Estaba sentado en la cama, con las sábanas tapándole por debajo de la cintura y sus brazos apoyados en las rodillas mientras se pasaba las manos por la cara. Hasta que notó mi presencia y me miró.
Ninguno sabía qué hacer más que eso, hasta que él como siempre parecía tomar ventaja con su sonrisa de siempre.
- Buen día.
- Hola.- respondí, caminando rápido hacia mi teléfono.
- ¿A dónde vas?- me miró confundido, así que frené para hablarle. Tampoco tenía por qué irme corriendo de mi propia casa por mi propia acción totalmente consciente.
- A la casa de mis viejos, tengo que ir a por Emma.
- Si querés te acompaño.
- ¿A casa de mis viejos?- pregunté sonriendo y él chasqueó la lengua.
- Bueno, hasta donde pueda antes de que tu viejo me mate.
- No sé, lo mejor es que te vayas, ¿No?
- ¿Con o sin vos?
- ¿Sin?
- ¿Y para qué me preguntas a mí sí sos vos la que decidís?- sonrió y de nuevo parecía llevarme a su terreno.
- No sé, pero si querés venir vístete rápido porque no espero y me voy ya.
- Que rompe bolas que sos...
Levanté mis hombros y salí de la habitación para limpiar un poco el salón. Cuando la puerta de mi habitación se volvió a abrir, estaba por colgarme el bolso en mi hombro e irme, pero parecía que le había dado tiempo aunque saliese abrochandose los pantalones y con las zapatillas desatadas.
- Estoy.
- Si vos decís.
- Bueno, hago lo que puedo, no me lo podés fácil vos.
Sonreí y abrí la puerta, dejando que pasase antes que yo para cerrar la puerta e ir con él a la calle. Ya fuera, se comenzó a peinar el pelo con las manos sin tomar mucha atención, antes de buscar su celular en su campera.
- La concha de la lora, me lo dejé en tu departamento.
- No voy a volver atrás.
- Bueno, pues entonces luego tengo que volver.- sonrió y yo fruncí el ceño.- Vos elegís.
Miré la hora, le volví a mirar y levanté mis hombros, siguiendo mi camino hacia la parada del colectivo bajo sus ojos y oyendo su risa detrás de mí. Llegamos y esperamos a que llegase.
Le miré y sonreí viéndole tan mal vestido con toda la ropa arrugada, la cara de recién dormido y aún las zapatillas desatadas.
- ¿Qué?- no me di cuenta de que también me miraba.
- Nada.
- Si querés una foto sólo tenés que pedirla eh.
- Pelotudo.- sonrió y yo puse los ojos en blanco.- Estaba viendo lo mal que estabas vestido.
- Ayer no parecía importante.
- Uh, wacho, vos también rompes las bolas bien eh.- sonrió y chasqueé mi lengua.- Dejá, que soy mejor que vos.
Me miró confundido con una de sus cejas levantadas y me acerqué a él para colocarle mejor la remera y la campera como si fuese su propia madre. Obviamente, también intenté arreglar lo máximo que pude su pelo.
- Listo, así mejor.
- Tus manos hacen arte me parece.
- Sí, sí, como digas.
Rió y de lejos vi acercarse el colectivo. Subimos juntos e igual nos sentamos, en silencio porque tampoco sabíamos que hablar. O eso parecía.
- ¿No has vuelto a hablar con Lautaro?
- No, aún no.
- Ese pibe... Ya te digo yo que no se va a hacer cargo.
- Bueno, entonces lo hago yo.
- ¿Sola?
- ¿Y qué querés? Además, está mi familia, como ahora.
- Bueno, pero es un bebé, no podés hacer todo vos sola.
- ¿Alguna idea, genio?
- No sé, sólo digo.
- Ya te dije yo que no estoy sola.
- Al menos a mí me podés llamar, seguro que atiendo más que mi hermana.- dijo, recordando aquella noche donde vino él a ayudarme porque ella no contestaba.
- Puede ser.
De nuevo, el silencio reinó durante más tiempo del viaje con miradas de reojo que parecían buscar alguna complicidad en el otro que le diese valentía para hablar. Pero bueno, a veces las señales no llegan y todo lo tienes que hacer tú.
- ¿Y vos qué tal?
- ¿En general?- asentí y él sonrió.- Bien, pronto sacaré el nuevo disco y bueno, todo me va piola, sí.
- Que bueno.
- ¿Qué?
- ¿Qué de qué?
- Angie, te conozco, sé cuándo querés decir algo pero lo escondes.
- Bueno...
- Dale, algo aprendí de los últimos días de nuestra relación.- puse los ojos en blanco y él rió.- Me podés decir lo que quieras, ya lo sabes.
- No es nada.
- Pero.
- Nada, ayer te vi con una piba, no sé.
- Ah, eso.- sonrió y negó con la cabeza.- No hay nadie si es lo que preguntas, al menos no serio.
- Eso es que sí hay alguien.
- Pero no es serio.
- Pero hay alguien.
- Pero no es como nosotros.
Y sí, siempre tenía la clave para ganar las peleas y hacerme callar. Nos miramos fijamente durante unos segundos, sin saber cómo continuar después de aquello que parecía un accidente por su parte pero los dos sabíamos que lo había pensado antes de decir
- Es acá.
Dije rápida, viendo cómo por suerte habíamos llegado a la parada. Bajamos en silencio y de la misma forma caminamos hasta que se quedó esperándome.
Llegué sola a la casa de mis viejos, saludándoles como si nada y yendo directa hacia donde estaba Emma. La puse en su silla y me despedí de ellos con un abrazo antes de salir y volver a dónde estaba Mauro.
- Ya estamos.
- Ya lo veo.- sonrió y echó el humo del cigarro que recién había comenzado.
- Eh, fumas lejos de ella eh.
- Está bien, está bien.- levantó los brazos en modo de defensa y comenzamos a andar.- Ché, un amigo me ha dicho que viene a por mí por acá ahora, si querés os llevamos.
- No hace falta, mejor vuelvo como he venido.
- Está bien, como quieras.
- Y así te pierdo de vista antes.- sonrió y yo igual. Los dos sabíamos que era todo lo contrario.
- Bueno, pensándolo así, no sé ni por qué te he dicho si querés venir.
- Sí, sí, hacete el tipo duro ahora.- rió y yo seguí sonriendo.
En silencio, tan sólo con el sonido de Emma jugando con alguno de sus juguetes y Mauro fumando, llegamos a la parada del colectivo donde sólo íbamos a subir nosotras.
- Yo me voy.
- Está bien.
- Tenés mi número eh.
- Siempre te despedis igual.
- Bueno, vos nunca llamas, así que lo diré hasta que lo hagas.- puse los ojos en blanco y él rió.- Ché, Angie.
- ¿Qué?
- Nada.
Le miré confundida y él sonrió, acercándose para abrazarme y darme un lento y corto beso en la mejilla, muy cerca de mis labios. Sonrió a poca distancia de mí y después miró a Emma.
- Se parece a vos.
- Si vos decís...

Sol y Luna (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora