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- ¿Sí?
- Soy yo, Juan.
- ¿Qué haces despierto a estas horas?
- Me acabo de despertar, no soy capaz de dormir más así que...¿Querés que nos veamos?
- Juan, ahora estoy en el bar.
- Bueno, entonces voy allá con vos.
- No hace falta...mejor quédate allá y descansa.
- Angie, no voy a hacer nada acá, de verdad, voy a ir a hacerte compañía y ya, ¿Vale?
- Bueno, vale, vos decidís.
- Además, hace una bocha de tiempo que no quedamos solos a hablar así que...nos vemos ahora.
- Está bien, nos vemos ahora, chao.
- Chao.
Terminé la llamada y guardé el teléfono para seguir limpiando la barra antes de servir la mesa que aún me faltaba. Después, fui de nuevo a la cocina a ayudar al ver que todo estaba bien, aunque sólo por unos minutos porque no podía desatender todo.
Mientras limpiaba una de las mesas que se había quedado libre, vi llegar a Juan, que se sentó en el taburete sin verme. Sonreí y me acerqué a él.
- ¿Qué desea el pibe más gil del país?
- Me queda grande el título.- respondió sonriendo y yo reí, colocándome detrás de la barra.- Lo que quieras, me da igual.
- Bueno, un café para esa cara de dormido.
Puso los ojos en blanp y volví a reír, haciéndole el café que le dije. Cuando terminé, se lo di y esperé a que él le diese el primer sorbo para hablar.
- ¿Todo bien por acá?
- Tranquilo hoy, por suerte.
- ¿Y Emma?
- Ha estado antes acá, mi madre me la trajo, pero ya se fueron.
- Hace tiempo también que no la veo...el laburo me mata.
- Tendrías que estar durmiendo, ya te dije.
- Bueno, también tendré que hacer una vida, ¿No? Ya no vamos ni a jugar nuestros partidos de baloncesto.
- Juan, esos partidos no eran partidos, eran torturas.- rió y yo sonreí recordando lo mal que se me daba.- Aún así, tenés razón, ya no quedamos mucho.
- Cada uno está con su trabajo y bueno, vos encima tenés a Emma. Ché, ¿Qué tal Lautaro? ¿Está ya trabajando de lo que dijo que quería?
- Eh... sí, lo está.- quería decírselo ya, aún no que volví con Mauro, pero sí que ya no estaba con Lautaro. Pero tenía tanto que explicar que prefería la vía"fácil".
- No pareces segura.
- Sí, sí, estoy segura, es que no te había oído bien.
- ¿Viste? Tampoco lo veo ya.
- Bueno, ahora está muy ocupado, casi ni nos vemos nosotros.
- ¿Pero todo bien?
- Todo bien, sí.
Asintió, dio otro sorbo al café y siguió dándome conversación hasta que yo tenía que volver a atender alguna mesa, entonces nos interrumpían y luego retomabamos la conversación.
Finalmente, terminó el café y se marchó un tiempo después, ya que como no tenía nada que hacer hasta la noche le daba igual quedarse un rato más. Pero al final, yo tenía que laburar y no podía distraerme mucho, suficiente que me tomaba un mini descanso cuando aparecía Emma, pero aquello era inevitable.
El resto del día se pasó lento y aburrido. Las mesas se llenaban y se vaciaban y yo ayudaba a veces al cocinero y otras veces tenía que hacer mi trabajo hasta que por fin llegó la hora de cerrar y volví a quedar sola en el bar.
Limpié todo, hice las cuentas de hoy y agarré mis cosas para irme, cerrando por fin el bar. Después, me tocaba esperarle a él.
- Al fin.- dije cuando le vi salir de un auto en frente de mi.
- En cuanto vi tu mensaje se lo dije.
Asentí y él sonrió, pasando sus brazos por mi cintura para pegarme a él antes de besarme. Yo dejé mis manos en su nuca, acariciando lentamente su pelo hasta que nos separamos, los dos sonriendo.
Me tomó de la mano aunque luego tuvo que soltarme para poder subir al auto, él en el asiento del copiloto y yo detrás.
Le dijo a su amigo mi dirección y este manejo tranquilamente, aunque con la música a todo volumen. Ya allá, nos bajamos los dos y juntos entramos en mi casa.
Dos pasos dentro del departamento y él, que iba detrás de mí, agarró mi brazo para frenarme y acercarme a él para besarme con más ganas que cuando nos saludamos.
- ¿Y esto?
- Para un tiempo que tenemos...
- Suena como si estuviesemos casados.- frunció el ceño y yo reí.- Era joda, tranquilo, no te estoy pidiendo que te cases conmigo.
- Pelotuda.
Sonreí y él también, volviendo a besarme a la vez que me pegaba más a él. Comenzó a andar hacia la habitación con torpeza, parando en alguna pared para dejarme encerrada entre sus brazos con mi espalda apoyada y quitándonos poco a poco la ropa hasta que llegamos a la habitación con tan sólo nuestros pantalones puestos.
Primero, se deshizo él de los míos y después tomé el turno yo antes de darnos la vuelta y quedar arriba, sentada en su cadera.
Él pasaba sus manos por todo mi cuerpo, lo máximo que podía, mientras que yo dejaba besos y leves mordiscos en su cuello hasta que se cansó y decidió volver a tomar el mando él, volviendo arriba.
A la vez que me daba besos en el cuello, me desnudaba completamente mientras que yo buscaba el forro con torpeza en mi mesa de luz.
Una vez lo encontré, acabé por quitarle los boxer y finalmente se lo puso antes de seguir con los besos, volviendo por su camino hasta dejar el cuello por mis labios.
Como siempre, el ritmo al principio era lento, casi ahogando nuestros gemidos y suspiros en los besos que nos dábamos. Pero, no tardó en aumentar la velocidad y yo en seguirle, haciendo insoportable seguir con los besos.
Eché mi cabeza hacia atrás y él escondió su cabeza en mi cuello, dándome a veces algunos mordiscos leves mientras agarraba con más fuerza las sábanas para aguantar.
Como pude, relajé su ritmo y entonces decidí volver a estar arriba para ser yo la que mueva mis caderas con más lentitud que él, que dejaba sus manos en mi cintura mordiendo su labios inferior y yo las mías en su pecho.
Cuando se me hacía difícil seguir con el ritmo, volvimos a darnos vuelta para que quede él arriba, aumentando la velocidad y fuerza de nuevo.
Cerré mis manos en puños para evitar arañarle la espalda y mordí mi labio inferior para ahogar los gemidos y gritos que a veces eran imposibles de evitar. Hasta que finalmente, sentí aquella leve corriente eléctrica que fue desde mi nuca hasta mis piernas, arqueando mi espalda y haciendo temblar mis piernas mientras me pegaba más a él. Unos segundos después, él agarró con más fuerza que antes las sábanas y resopló en mi hombro, suspirando mi nombre cuando se hizo a un lado, quedando los dos de nuevo mirando al techo.
Sonreí mirándole y me giré, quedando de lado para besarle. De repente, la puerta sonó.
Nos separamos y miramos sin saber bien que hacer hasta que me levanté, buscando rápido mi ropa para ir a ver quién era, cerrando la puerta de la habitación. No podían ser otros que mis padres con Emma.
- Ya estamos acá.
- Que bien.
- ¿Todo bien vos?
- Sí, sí, bien... cansada.
- Bueno, entonces te dejamos, si necesitas algo decinos es.
- Por suerte hoy está tranquila, pero bueno, vos llámanos, ¿Sí?
- Sí, ma, tranquila y gracias.
- Chao, nena.
- Chao, chao.
Pude despedirme rápido de ellos y entrar de nuevo con Emma en brazos. Entonces, Mauro apareció con sus pantalones puestos solo.
- ¿Tus viejos?- asentí y sonrió.- Suerte que no vinieron unos minutos antes.
- Mauro.
Él rió y yo negué con la cabeza , aunque sonriendo. Él se fue a sentar en el sofá a la vez que se ponía la remera y yo dejé a Emma en su silla, limpiando todo lo que habíamos caído y demás y después me senté con él para llamar a la cena.
Vaya día.

Sol y Luna (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora