70.

472 33 0
                                    

Me miré en el espejo ya preparada para ir a la casa de mis padres a la cena de hoy. Suspiré y salí del baño para ir al salón, donde estaban Mauro con Emma en sus brazos, también lista.
- ¿Segura que todavía no querés que vaya?
- No, mejor no.
- Bueno, está bien, pero en algún momento lo sabrán.
- Y ese momento no es hoy.
Se levantó sin decir nada y dejó a Emma en su silla antes de acercarse a mí y abrazarme, besándome lentamente después de separarnos.
- Estás hermosa.
- Ya, bueno, tampoco es tan importante.
- Igual siempre lo estás, así que...- sonreí y él también, agarrando mi mano.- Vamos que todavía llegás tarde.
- Pues que esperen.
Rió y yo volví a sonreír, comenzando a andar los dos juntos a la puerta. En el camino, me llevé la silla de Emma con ella dentro, aunque luego la tuve que tener en brazos mientras Mauro bajaba la silla por las escaleras.
Salimos a la calle y esperamos unos segundos hasta que por fin apareció el amigo de Mauro que había venido a por nosotros, ya que luego se iría con él.
Guardamos la silla y entré en el asiento de atrás con Emma en mis brazos. Por el camino, Mauro miraba su celular o se reía de lo que le contaba su amigo cuando no estaba hablando conmigo.
Llegamos y me bajé solo yo, así nadie vería a Mauro. Saqué la silla y dejé a Emma ahí, acercándome entonces a la ventanilla de Mauro. La bajó y sonrió.
- Nos vemos luego.
Asintió y se acercó para darnos un corto beso de despedida antes de darme la vuelta e irme hacia la puerta de la casa de mis padres, escuchando como se iban detrás de mí.
- Mirá, hoy llegaste la segunda.
- Y el primero supongo que es Miguel.
- Obvio, nena.- dijo él desde el salón mientras yo entraba en la casa con mi madre en la puerta al abrirme.
- Parece que vives acá.
- Bueno, es que yo estoy atento a ellos.
- Sí, sí, como digas.
Puse los ojos en blanco y él rió. Dejé a Emma para saludarles a ellos y después a Thiago, sentándome en el sofá finalmente.
- Mirá quién vino temprano, que raro, ¿Todo bien en casa?
- Hola, papá, yo también me alegro de verte.
Rió y se sentó a mi lado, abrazándome como saludo. Nos quedamos hablando solo nosotros hasta que apareció José. Sólo faltaba Santino.
- Bueno, vamos preparando todo, ya vendrá.
- Que raro que venga tarde.
- Él se lo pierde.- respondí, levantándome para ayudar a mi madre con las cosas.
- Angélica.
Suspiré, ignorando a mi padre para hacer lo que tenía pensado. A nosotros se unió Miguel, ayudando hasta que por fin estuvo la mesa preparada. Entonces la puerta sonó.
Mi madre se levantó a abrir y unos segundos después, volvió a aparecer con Santino a su lado, que saludó algo apurado para después sentarse en el único sitio vacío que había, delante de mí.
Cenamos tranquilos, hablando todos menos él y yo. Parecía que ninguno de los quería pedir perdón por nada, así que prefería ignorarlo y seguir hablando con los demás hasta que la cena terminó.
Entonces, me levanté para atender un rato a Emma, dejando que los demás llevasen las cosas a la cocina. Me quedé con mis padres en el salón, jugando con Emma y Thiago mientras ellos volvían y estábamos todos juntos un tiempo más hasta que alguno decidiese irse.
En un momento, me levanté para ir a la cocina a rellenar mi vaso de Coca- Cola sin darme cuenta que después de mí alguien también se levantó y fue detrás de mí.
Llegué y fui directa a por la botella, dejando el vaso en la encimera. Entonces, me giré al oír la puerta cerrarse, encontrándome con Santino.
- ¿Qué?
- ¿Qué de qué?- le miré confundida y él, con cara de enfadado, dejó de agarrar el pomo de la puerta para acercarse a mí.
- ¿No tenés nada que decirme?
- ¿Y vos?
- Yo nada, la verdad, todo bien estos días.
- Entonces estamos igual.
- ¿Segura?
- Sí, segura.
- Yo creo que no.
- Está bien, Santino, cree lo que quieras, yo vuelvo con los demás.
- No, no vas a volver, tenemos que hablar.
- ¿De qué?
- De lo que está pasando.
- ¿Qué está pasando?
- ¿Qué está pasando, Angie? No sé, a ver, déjame pensar... Oh, ya, estás en una relación con alguien que, obviamente, no es Lautaro.
- ¿Qué decís?
- No me mientas.
- No estoy mintiendo es...
- Angie, lo sé todo.
- ¿Todo?
- Absolutamente todo.- me quedé callada porque, realmente, no sabía que era ese todo.- ¿Con quién sales?
- Con nadie.
- No se llama así.
- ¿Y cómo se llama?
- Mauro.
- ¿Qué?- le miré sorprendida y el frunció el ceño.- Santino.
- ¿Te pensás que soy tan estúpido? Dale, Angie, la próxima vez que vengas a una cena no vengas en un auto con él.
- Santino, ahora no.
- ¿Sabés por qué he tardado en venir? Porque te he visto, Angie, bajando de un auto que luego pasó por al lado del mío, dejándome ver que el tipo al que besaste antes de irte era Mauro, nuestro querido Mauro que está siempre en todos lados.
- Santino, basta.
- ¿Basta? Me trataste como un gil, me hiciste sentir mal todos estos días, viniendo acá hoy para perdonarte hasta que me entero que estás jugando no sólo conmigo, sino con todos. ¿Por qué no le decís todo a ellos? ¿Tanto miedo tenés de que te digamos la maldita verdad?
- Basta.
- ¡No, Angie, no hay ningún basta, sos una pelotuda, la concha de la lora yo pensaba que acá el que había fallado era yo y estabas jugando conmigo! ¿Desde cuándo, eh? ¿Desde cuándo estás engañando a todos diciendo que estás solas cuando te estás garchando a ese pelotudo?
No aguanté más y le pegué en la mejilla una cachetada. Él, entonces, me agarró de las muñecas con fuerza y me llevó hasta la pared para tenerme allá sin poder moverme.
- Le vi, llamé a Lautaro y me dijo que no habían vuelto, después llamé a Juan y no sabía nada de que tenías pareja. Nos has engañado a todos, hasta a él, ¿Le has contado ya que Emma es su hija o preferís que se lo diga yo?
- No le vas a decir nada, ¿Entendiste? Es mi vida.
- ¡Una vida de mentiras, Angie!
- ¡Pero es mía, sé lo que estoy haciendo!
- ¡¿Lo que estás haciendo?! ¡¿Qué estás haciendo, eh?!- soltó una de mis muñecas para golpear la pared, asustandome por su enojo.- ¡¿Qué mierda estás haciendo?! ¡Explícame porque parece que soy el único pelotudo acá que no se entera de nada de lo que hacés!
- ¡Basta, Santino, me hacés daño!
- ¡Nos has engañado, Angie, a todos y ni siquiera te arrepentis!- de repente, la puerta se abrió, apareciendo Miguel sorprendido.
- ¡Santino!- fue corriendo hacia él para agarrarle de los hombros y alejarlo de mí en el mismo momento que José también entraba, ayudándole.
- Angélica.- mi madre vino a por mí, que me tocaba las muñecas adoloridas por su fuerte agarre.- ¿Estás bien?
- ¡Santino, basta!- mi padre fue hacia él, que está forcejeando con mis hermanos para soltarse.- ¡Basta!
- ¡Díselo, Angie, diles a todos qué pasa!
- ¿Qué pasa de qué?- mi padre me miró y Miguel y José dejaron de agarrarle fuerte para mirarme también.
- No...no pasa nada, me intentó pegar, nada más.
- ¡¿Nada más?!- y entonces se soltó de Miguel y José, mirándome con tanto enojo que nunca le había visto así.- Yo...yo...¡Me voy de acá antes de que todo estalle, de que yo estalle!
Y rápido fue hacia la puerta, chocando su hombro con el de mi padre, que sorprendido por su comportamiento no hizo nada y le dejó irse.
- Creo que es mejor que yo también me vaya...

Sol y Luna (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora