24.

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- ¿Te ha vuelto a llamar?
- No, nada de nada.
- ¿Y Lautaro?
- Todo bien.
- ¿Segura?
- Sí, al final no podía estar siempre con Emma, ¿No?
Juan sonrió y terminó de beberse su café, victorioso porque le había dado la razón.
Seguí limpiando la barra del bar mientras que mi madre paseaba por este con Emma en brazos, también viniendo a desayunar acá para que estuviese más tiempo con ella. Mientras, el cocinero iba preparando todo en la cocina.
- Bueno, yo ya me voy.- dijo Juan, bajándose del taburete para ir hacia mi madre y despedirse también de ella y Emma.
- A dormir, ¿No?
- Obvio, estoy re cansado, María.
- Normal, normal.
- ¿Cenas hoy en mi casa?- preguntó antes de irse.
- No, quedé con Lautaro para cenar con él después del laburo.
- Y tengo que venir yo a dejarle a Emma en vez de estar comiendo.
- Ya te dije que podíamos pasarnos por casa.
- Prefiero venir.
Juan rió viendo a mi madre contradecirse y levantó la mano para finalmente despedirse e irse a casa. Yo suspiré, volviendo a mirar la barra para preparar todo.
Minutos después, mi madre se acercó a mí para abrazarme y después dejarme a Emma unos segundos antes de que se fueran a seguir con su paseo mañanero.
Por suerte, no tardó mucho en llegar el primer cliente de la mañana y ya no tenía que estar sacándole brillo al bar, que más limpio no podía estar.
Lentamente, las horas pasaron hasta que por fin pude tomarme los pocos minutos que tenía para comer mientras que el cocinero se encargaba de todo. Hasta que volví y le ayudé.
Por la tarde, como siempre, había más gente y había que ser más rápida en todo. Tenía que recordar todas las cosas y prepararlas rápido para no hacerles esperar en ningún momento. A veces, acababa mareada de tantas vueltas en el bar.
A veces pasaba alguno de mis amigos, como Nicolás y Claudia hoy. Se sentaron en una de las mesas y de ahí no dejaron de mirarme hasta que pude atenderles.
- ¿Hoy qué?
- Hoy lo de siempre.
- Que originales.
- ¿No está Emma por acá?- preguntó Claudia.
- Vendrá en un rato creo, con mi hermano y mi sobrino.
- La tenés controlada.
- Obvio, en cuanto puedo mandó algún mensaje para saber qué hacen.
- Se hace duro eh.
- Al principio, ya estoy acostumbrada.
Miré al bar y vi a otra pareja sin su bebida, así que no dije nada más y fui allá para saber que querían antes de ir a la barra y llenar la bandeja de las dos birras de mis amigos y las bebidas de los desconocidos.
Primero, fui a por Nicolás y Claudia, después le di lo que querían a los otros y de nuevo, fui a la barra a seguir limpiando. Si ahora mismo yo seguía fumando, acabaría agotada en unos segundos y loca por no poder fumar seguido.
Los primeros días de embarazo me costó, pero obviamente no fumé nada durante los nueve meses, aunque estaba bastante enganchada cuando terminé con Mauro. Por suerte, parece que eso no le hizo nada a Emma.
Después de unos segundos mirando por si tenía algún nuevo mensaje en el teléfono, volví a hacer una ronda al bar para quitar las botellas vacías, limpiar la mesa que se había quedado sola, llevarme la plata que habían quedado y acabar en el mismo lugar de siempre.
Hasta que por fin Miguel apareció con Luna y los dos carros de bebés, uno de Thiago y otro de Emma.
- Ya llegaron los famosos.
- Tienen una mesa justo.
- Menos mal.
- ¿Mucha gente?
- Hoy parece que sí, otros días al menos puedo respirar.
Luna sonrió y siguió a Miguel hasta la mesa. Suspiré y fui hacia ellos a la vez que Claudia y Nicolás se levantaban a saludarles y obviamente ver a Emma, aunque también a Thiago.
- Bueno, dale, digan lo que quieren.
- Café, los dos.
- Pará, ¿Y no le tomás nota a los bebés?
- Ya sé lo que quieren, pelotudo.
Nicolás rió y yo fui a la barra a hacer esos cafés, volviendo con ellos a la mesa.
- ¿Qué tal Emma?
- Llora, mucho, pero todo bien.
- Ya...a ver si consigo rápido la plata para el departamento y puedo relajarme un momento.
- Vos tranquila, seguro que llegas a tenerlo todo rápido.
- Espero.
- Igual yo estoy mirando por vos alguno barato y simple.
- ¿Sí?- miré a Claudia y ella sonrió.
- Se me da bastante bien, pero todavía no hago nada más que ver.
- A ver si hay suerte...
- Claro que sí, dale, ahora pásame otra birra y nos vamos.
Nicolás sonrió, yo puse los ojos en blanco y volví de nuevo para esta vez dársela de pie, viendo cómo después se sentaba por fin en su silla.
Pasaban algunas veces sólo para quedarme con Emma, cuando podía, aunque ya se había relajado un momento el bar.
Después, despedí a Nicolás y Claudia y más tarde, tuve que hacer lo mismo con Miguel, Luna y los niños. Suspiré ya sola de nuevo y seguí laburando mientras comenzaba a anochecer.
Cuando ya todos se fueron, me despedí del cocinero y como siempre me quedé sola a terminar de limpiar todo. Hasta que oí la puerta y allá estaba Lautaro, apoyado en el marco de este con sus manos en el bolsillo de su pantalón.
- ¿Sigue abierto?
- Una pena, ya cerramos.- hice una mueca y él un puchero.- Pero seguro que algún lugar sigue vacío.
- A mí me gustaba este.- dijo mientras yo iba hacia él, sonriendo.
- Hay que llevar más temprano.
- Ya...mañana estaré el primero entonces.
Levanté los hombros y él sonrió. Cuando entró a ayudarme a colocar todas las mesas y sillas en su lugar, la puerta volvió a sonar para ver a mi madre con Emma en el carro.
Nos saludamos y unos minutos más tarde, después de que hablase con Lautaro, nos despedimos, dejándome a Emma por fin. Entonces, Lautaro me hizo el favor de terminar él mientras que yo ya la tenía en brazos.
- ¿Todo listo?
- Todo listo, gracias por la ayuda.
- A ver si también te gusta lo que cociné.
- ¿Cocinaste vos?- pregunté no muy segura y él sonrió.
- No, más bien ayudé a un amigo que se le da mejor.
- Te voy conociendo ya eh.
- Eso parece.
Se rascó la nuca nervioso y después se llevó el carro de Emma a su auto para guardarlo mientras yo terminaba de cerrar el bar.
Salí por fin de este, guardandome la llave en el bolso sin dejar de tener a Emma en el brazo. Cuando levanté mi mirada para verle, sonriendo, él agarró a Emma y la puso en su asiento, que mi madre se había traído y llevaba consigo en su otra mano mientras con la otra tiraba del carro.
- Listo.
- Entonces vámonos.
Le sonreí y él también antes de darse la vuelta para rodear el auto y subirse mientras que yo miraba a Emma para ver que estaba bien y abría mi puerta.
Cuando la abrí, levanté de nuevo mi mirada para chocarme con la suya. Buenos Aires parecía ser demasiado pequeña para nosotras.
- Angie.
- Ho...hola.- sonreí nerviosa y luego miré a Lautaro.- Me tengo que ir, chao.
- Chao...
Dijo algo desconfiada con su teléfono en la oreja, seguramente hablando con alguien mientras sus amigas también se había parado a verme.
Torpemente, entré en el auto y le susurré a Lautaro que nos fuéramos ya. Me miró confundido, pero hizo lo que le pedí.
- ¿Quién era? Se me hace conocida pero no...
- Candela, Candela Lombardo.- respondí mirando a mis manos nerviosas.
- ¿Lombardo? ¿Quién es? ¿La hermana de Duki acaso?- preguntó entre leves carcajadas.
- Sí...
- ¿Posta?
- Sí, es su hermana.
- ¿Y de qué la conocés?
- Éramos... amigas.
- ¿Conociste a Duki?
- Bastante, sí...- me miró rápido y confundido, seguramente por mi tono de voz.
- ¿Pasa algo?- dudé, pero que podía hacer ya, si al final seguramente tendría que saberlo.
- Pasa que...bueno, ya no somos amigas y...
- ¿Y?
- Pues que lo que sí es y será siempre es la hermana de su padre.- dije, señalando a Emma.

Sol y Luna (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora