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- Lo siento...pero le quiero y no puedo olvidarlo, no puedo dejarlo por muchas veces que lo intente.
- Dios...
Miguel agachó la cabeza, cerrando sus ojos. José simplemente desvió su mirada. Él nunca le había interesado mi vida amorosa, ni siquiera me preguntó qué tal estaba cuando terminé con Mauro. Pero si que a veces me decía lo mucho que le hubiese gustado estar conmigo cuando estaba embarazada de Emma, así que supongo que le dolió ver cómo todo el esfuerzo que habían hecho fue para nada.
Mi madre negó con la cabeza sin dejar de mirarme, notando como la había defraudado. En cambio, mi padre sólo me miraba, sentando en su sillón, sin ninguna expresión en su cara.
- Ya sé que hicisteis mucho para que nunca Mauro supiese de Emma y que ahora no ha servido de nada porque la conoce y... sé que os he defraudado, supongo que por eso también se enojó Santino.- cuando dije eso, él también miró al suelo, dejando de mirarme y de sonreír victorioso.- Pero al final es mi vida y sé que las decisiones que tome harán daño a Emma, pero también sé que los seres humanos cambiamos de opinión a todas horas y aún así, aunque ya no piense como hace once meses, sigo queriendo a Mauro de la misma forma que antes.
- Angélica, no podés hacernos esto.
- Después de todo...
- Ya lo sé, sé que habéis hecho mucho y os lo agradezco pero no es mi culpa, yo no elijo que sentir.
- ¿Y por qué no volviste con él antes?- preguntó José, haciendo que le mirase directamente a él, ya que era el único que se había atrevido a volver a mirarme.- No sé, tanto para...tan poco.
- Porque tenía miedo de volver a fallar de...de que no sea lo mejor para Emma.
- ¿Y es lo mejor? ¿Después de todo crees que es lo mejor? Porque si es así, no sé por qué decidiste no decírselo desde el primer momento que sabías que estabas embarazada. Igual así nos hubiésemos ahorrado el viaje a España, que te quedases allá y...y todo lo que hemos hecho.
- Miguel yo, si pudiera, sólo por eso hubiese elegido no quererlo, aceptar que se terminó y olvidarlo. Pero esas cosas no se eligen y no sé que es lo que hizo conmigo que no puedo, simplemente no puedo dejarlo.
- Angélica, no podés estar hablando en serio...después de todo lo que pasó, ¿Todavía?
- Todavía, mamá, y más y mejor. Ya no somos como antes, sabemos cuál es nuestro lugar en la vida del otro y...no sé, puede funcionar.
- Nada puede funcionar con ese pelotudo.- afirmó Miguel a la vez que se levantaba, volviendo a mirarme.- Y tarde o temprano lo vas a ver y vas a volver a arrepentirte de todo y vas a venir llorando pero, ¿Sabés qué? Conmigo ya no cuentes, Angie, porque no voy a esforzarme más en alguien que luego lo deja todo por un pelotudo que no hace nada.
- Miguel...
Pero no pude hacer nada y se marchó bajo mi mirada, que le siguió hasta verle desaparecer en la entrada. Suspiré y José negó con la cabeza lentamente.
- Haz lo que quieras, Angie, es tu vida.- volví a llevar mis ojos a José y este suspiró.- Aunque después de todo...pero bueno, vos sabés lo que hacés.
Sonreí levemente y él chasqueó su lengua, desviando de nuevo su mirada a una de las ventanas del salón antes de levantarse e irse, al igual que había hecho antes nuestro hermano mayor, aunque más comprensivo que el primero.
- ¿Y vos por qué no nos dijiste?
- ¿Yo? Yo recién me enteré aquel día y...bueno, da igual, ma, ya lo saben, ¿No? Yo ya no tengo nada que hacer acá.
- Santino, por favor...
- No, Angie, yo también me rindo.
Sí, podía esperar que Miguel me dejase sola, al igual que de José. Pero Santino y yo parecíamos mellizos más que el hermano mayor y la pequeña de los cuatro. Siempre nos entendimos y nos perdonamos las pocas veces que discutimos, pero parece ser que esta vez él no quería perdonar a su "enana" y como los demás, se acabó levantando del sofá, dejándome claro que de mis hermanos, sólo me apoyaba José.
- Mamá... papá...perdonarme, pero es lo que siento, no puedo cambiarlo.
- Cariño...tenías que haberlo dicho antes, igual podríamos haberte ayudado, no sé.
- No hay nada en que ayudarme, es mi vida como dijo José y sí, igual nos volvemos a hacer daño y al final lo único que consigo es que sepa que es el padre pero no se queda conmigo. Aún así, sé que no me arrepentiré de, por una vez, haber hecho lo que he querido sin pensar en nada más.
- Ni en Emma.
- Sí, mamá, pensé en ella y tenés que verlos juntos son...
- Padre e hija.- sonreí levemente y ella suspiró, mirando al suelo una vez más.- Hija, yo...
Sin previo aviso, interrumpiendo a mi madre, mi padre se levantó del sillón y se marchó en silencio bajo nuestras miradas confundidas. Supongo que ya se había quedado sin palabras para mí.
- Cariño, yo te voy a apoyar.- mi madre se acercó a mí, sonriendo levemente. A lo mejor se apiadó cuando vio como mis ojos se llenaban de lágrimas al ver a mi padre dejarme también.
- Gracias, mamá.
- Al final sos mi hija y vamos a estar acá siempre, aunque tus hermanos digan lo contrario o tu padre no lo parezca, somos familia y queramos o no, Mauro es su padre y vos lo has elegido como tú novio otra vez así que...no podemos decidir por vos, sólo apoyarte y estar allá cuando te caigas si es que eso pasa.
Sonreí y la abracé con fuerza, dejando caer un par de lágrimas. No me habían gritado, no había sido una gran discusión como yo me imaginaba todas las veces que pensaba en este momento, pero el dolor era el mismo.
Sin gritos o con ellos, me había quedado sin el apoyo de dos de mis hermanos mayores y mi padre, aunque mi madre dijese lo contrario. Me dolía saber que les había decepcionado y entendía que no me hayan gritado porque estarían demasiados cansados de mí como para volver a gritar.
Al final, sólo estaba segura de que pasase lo que pasase, sólo estábamos Emma y yo.

Sol y Luna (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora