53.

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Miré a Emma por el retrovisor y suspiré, desviando mi mirada hacia la ventanilla del auto de Santino. Estábamos yendo hacia la casa de mis viejos como nos habían dicho para la cena familiar que habían improvisado.
Aún así, mi cabeza seguía en mi departamento. No sabía que había hecho mal con Lautaro, dudaba que supiese sobre lo que habíamos hecho Mauro y yo, pero era por lo único por lo que podía estar enfadado.
Como no sabía que le pasaba y necesitaba verle, le mandé un mensaje diciéndole que me iba a casa de mis padres a comer por si quería venir, aunque seguramente no lo haría. No era un buen sitio para discutir.
Oírle tan enfadado me había hecho sentirme más culpable que antes con lo que había hecho. He engañado a un pibe que siempre había estado cuidándome y más atento que Mauro, simplemente por eso, porque era Mauro.
Sabía que no podría olvidarlo, aunque literalmente no recordase nada de lo que hicimos, pero tenía la imagen de él en mi cama dormido como si fuesemos nosotros hace un año, antes de que pasase todo lo que pasó.
Así que, no estaba segura de si hacía bien yendo a la comida pero era peor no hacerlo. Seguramente vendrían todos a mi casa a ver qué pasaba, así que era peor eso que aguantar unas horas a mis primos pequeños, las preguntas de mi familia e irme de vuelta a mí casa a descansar con Emma.
- Listo, estamos.
- Cuanto antes acabemos, mejor.
- ¿Le vas a decir algo a mamá?
- No, nada, esto es mejor olvidarlo.
- Si vos decís...
- Callate, que vos te has despertado con Diana.
- Bueno, pero no es la madre de mi hijo sin saberlo.
Fruncí el celo y él sonrió, abriendo la puerta de su auto para salir. Suspiré y le seguí, yendo a por Emma para ir a la casa de mis viejos juntos.
Santino llamo a la puerta mientras que yo estaba atenta a Emma, viéndole dormido en mi cama en mi mente una vez más. A veces odiaba que se pareciesen, otras no paraba de sonreír al pensarlo.
- Al fin, los que faltaban.
- Se nos hizo tarde, perdón.
- Menos mal que vinieron en auto.
Nuestra madre sonrió después de abrazarnos y nos dejó pasar adentro, donde todos esperaban a punto de sentarse a comer.
Saludamos a todos y yo dejé a Emma en su silla antes de sentarme, teniéndola cerca por si necesitaba algo.
- ¿Qué onda ayer? ¿Cómo amanecieron?
- Eh...bien.
- Ché, José, ¿Vos te acordás de algo?- le pregunté después de Santino.
- Bueno, sí, no tomé mucho, pero os perdí de vista a los dos así que...
- Todo mal, hoy todo mal.
Santino sonrió mirándome, mientras que Manuel dejó de mirar a Thiago para llevar sus ojos nosotros dos, confundido por nuestra complicidad. Sabía cuándo teníamos algo escondido, siempre lo sabía, sólo que la mayoría de veces prefería no preguntar e ignorarnos.
Comenzamos a comer sin hablar más de la noche de ayer y por fin terminamos, llevándome a Emma a la cocina para calmar su llanto mejor que con mis primos dando vueltas por ahí y Thiago, que también comenzaba a llorar porque Emma lo había despertado.
Resoplé acunandola en mis brazos mientras daba vueltas a pasos lentos, escuchando como poco a poco se calmaba y por fin podía respirar tranquila después de tanto tiempo.
Volví al salón y mis primos ya no estaban, así que la volví a dejar en su silla y allá se durmió, al igual que Thiago en la suya.
- ¿Y qué tal Lautaro?
- Bien, bien, laburando.
- ¿No iba a dejarlo?
- Por otro mejor, sí.
- Bien, así estarán mejor.
- Bueno, tampoco vamos a casarnos.
- Ahora está claro que no.- pisé a mi hermano Santino debajo de la mesa al oírle susurrar eso y se quejó levemente, volviendo a llamar la atención de Miguel.
- ¿Y por qué no vino?- preguntó José.
- Tenía que... laburar.
- Has dicho que lo iba a dejar.
- Sí, pero aún no, pelotudo.
- Bueno, bueno, no me mates tampoco.
Levantó sus manos sonriendo y luego sacó su celular para evadirse de la conversación. Puse los ojos en blanco y miré a Emma, que seguía dormida. Era igual que su padre durmiendo.
Sonreí y al segundo dejé de hacerlo cuando me di cuenta, intentando despejar mi mente de él. De repente, llamaron a la puerta.
- Angie, Lautaro te llama.- dijo mi madre, volviendo de abrir la puerta.
- ¿No estaba laburando?- preguntó ahora Miguel.
- Eh... sí, no sé, igual pasó algo.
Sonreí nerviosa y me levanté con torpeza, yendo a la puerta. Él estaba con sus manos en los bolsillos, distraído hasta notar mi presencia.
- Angie.
- Lautaro.
- ¿Podemos hablar?- su tono de voz era tranquilo. Asentí y entonces comenzó a caminar hacia fuera, haciendo que lo siguiese.
- ¿Pasó algo?
- Eh...no sé, ¿Te acordás de algo de lo que pasó ayer?
- No...no recuerdo nada.- afirmé, nerviosa.
- Angie nosotros...bueno, estábamos juntos y apareció Santino escabiado diciendo que si ya habías olvidado a Mauro y...
- ¿Qué?
- Te pregunté qué pasaba, me dijiste que a veces pensabas en él y no sé, empezamos a discutir y me fui.
- Lautaro yo...
- Angie, no puedo estar con alguien que no está conmigo.
- ¿Qué?
- Si vos querés a Mauro no sé qué hago acá.
- No le quiero, Lautaro, sólo tenía dudas sobre Emma, no sabía si decirle que pasaba ahora que ya sabía que tenía una hija.
- Angie...
- Se pensaba que era tuya y para mí lo es, vos sos quién siempre la ha cuidado desde que la conociste. Pero luego pienso que también tendría derecho a saberlo y...comienzan las dudas, pero no le quiero.
- ¿Sabés qué?
- ¿Qué?
- Que después de mucho tiempo, sé cuándo decís la verdad y cuando no.
- Te estoy diciendo la verdad.
- La verdad que vos querés, Angie.
- No vas a decirme vos lo que siento.
- No, no te estoy diciendo lo que sentís, te estoy ayudando a que entiendas que no le has olvidado después de tanto tiempo y que utilizas a Emma de escusa para decir que es por ella, no porque seguís queriéndole.
- Lautaro, no.
- Angie, ya basta, no puedo estar así yo...yo te quiero, a vos y a Emma, desde que os conocí siempre pensé en mejorar para mejorar mi futuro con vosotras pero...al final sabía que pasaría.
- Lautaro.
- Sabía que no lo habías dejado de querer, no sé, había algo en vos que cambiaba cuando lo nombrabas tú o alguien.
- No es verdad.
- Lo es, sólo que cuesta aceptar que al final todo lo que has hecho no ha servido para nada.
- No, Lautaro, yo te quiero a vos, me hacés feliz. Él sólo me ha hecho daño.
- Pero le quieres.
- No.
- Angie, mírame a los ojos y responde, ¿De verdad que no sentís nada cuando alguien le nombra, cuando escuchas alguna canción? ¿De verdad que cuando lo ves no pensás en todo lo que habéis vivido y no vuelves a sentir algo, por poco que sea?
Mis ojos se clavaron a los suyos, pero mi mente estaba completamente en blanco. No sabía que decirle porque no sabía la respuesta.
No sabía que decirle, porque podría cambiar todo o podría mejorar con tan sólo cambiar un respuesta.
- Angie.
- Yo no...
- Sólo responde.
- Yo...- estaba calmado, después de todo lo que me había dicho, de todo el daño que le hacía esto.- No sé Lautaro, no lo sé.
- Lo sabes, pero si lo dices en alto entonces serás consciente.
- No me hagas esto...por favor.
- Hago lo mejor para los dos, yo...es mejor que no nos veamos más, Angie.
- No dije que sí.
- Y tampoco que no.
Sonrió levemente mientras que yo comenzaba a perder las fuerzas. Suspiró y bajó por unos segundos su mirada antes de volver a clavar sus ojos en los míos.
- Ojalá algún día lo olvides o...te haga feliz.
Y se fue, sin más, se dio la vuelta y comenzó a alejarse hacia su auto estacionado. Yo me quedé quita, viéndole irse hasta desaparecer.

Sol y Luna (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora