89.

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Hacía una hora que había dejado a Emma con Mauro por unos días, enfrentándome al mayor tiempo sin ella que he tenido desde que nació.
No era sólo eso lo que me hacía sentir rara, sino el simple hecho de pensar que estaba con su padre, con Mauro.
Vino a mi casa como me dijo y esperó fuera a que yo bajara con las cosas de Emma para tan sólo despedirse e irse con un simple "chao". Ni siquiera me dijo cuántos días estaría con ella, aunque supongo que en algún momento lo haría.
Pero no quería preguntarle, porque no quería hablar con él. Había empezado a tener pánico cuando le veía por no saber que iba a hacer o decir ahora que todo se había acabado.
No sabía si algún día se atrevería a preguntar qué pasó y por qué le mentí o si un día de repente me perdonaría o me dejaría de hablar aunque sea para despedirse o saludar. Había perdido toda razón con él, era como si ya no lo conociese.
Nunca me había enfrentado a este Mauro, al que me odia y no me quiere ni ver. Y si lo hace, lo hace de la forma más profunda posible para que sientas de verdad lo mucho que te odia y la rabia que guarda dentro cada vez que ve a la persona que le engañó durante meses ocultando un tema tan importante como que tenía una hija.
Suspiré y volví a mirar el teléfono, viendo el mensaje de Santino. Le pedí hace unos minutos que viniese para hacerme compañía ahora que me sentía tan confundida con todo.
No habíamos hablado mucho desde que me perdonó, pero sabía que sería el mismo porque cuando nos arreglábamos de alguna discusión al día siguiente hacia como si nada hubiese pasado. A veces odiaba que hiciese eso, otras me parecía lo mejor al no saber cómo enfrentarme a la situación.
Por lo menos, seguía teniendo a mis amigos y mi familia me había perdonado, volviendo todo más o menos a la normalidad si no fuera porque mi cabeza sólo pensaba en él y lo mucho que había perdido.
Porque sí, había recuperado a mí familia y mis amigos siempre estuvieron allá, pero perderle a él me parecía que ocultaba todo eso y no hacía más que hundirme en la culpabilidad que de verdad tenía.
A veces, tan sólo para distraerme, imaginaba que hubiese pasado si le hubiese contado la verdad desde el principio. Seguramente, ahora estaríamos los tres juntos, como me dijo él, pero ya era demasiado tarde para pensarlo.
Me dejé llevar por el rencor de haber terminado nuestra relación a base de discusiones y celos hasta el final, además del pánico que sufría quedándome sola en mi casa después de todo lo que ocurrió. Si tan sólo hubiese oído a mi padre por una vez...
Pero no, y ahora todo se desmoronó por no saber parar a tiempo y seguir con unas mentiras que me hicieron la vida más fácil por unos días, hasta que explotó como una bomba que se llevó todo por delante.
Oí la puerta y salí de mis pensamientos, levantándome del sofá para ir a abrir y esperar a que viniese, viéndole subir por las escaleras unos segundos después.
- ¿Qué tal? ¿Cómo estás?- preguntó nada más verme, sonriendo levemente antes de abrazarme.
- Mal, rara.
- Sólo serán unos días, ya verás como no te das ni cuenta.
- Estás hablando de un bebé que llora y necesita a su madre todo el tiempo, Santino.- dije, terminando de cerrar la puerta para ir con él al sofá.
- Bueno, pero te vendrá bien estar un tiempo a solas, sobre todo para pensar.
- ¿Pensar en qué? Ya no hay nada que pensar.
- ¿Nada de nada?- negué con la cabeza y suspiró.- ¿Cómo estás tan segura?
- Porque el mismo me lo ha dicho.
- Angie... él ahora está enfadado, tenés que darle tiempo.
- Quiero dárselo, aunque me duela tenerle tan lejos, pero cada vez que le veo siento que estamos más distantes que nunca, incluso más que la primera vez que rompimos.
- Pero eso es normal, es todo reciente.
- Ya, lo sé, lo sé, pero no puedo evitar sentirme así.
- Quizá está mal decirlo ahora, pero sólo te queda algo ya entonces.
- ¿El qué?
- Olvidarlo definitivamente.
- Que no se note que te cae como el orto.- afirmé con una sonrisa, haciéndole reír.
- No, no es eso, a mí me cae bien, pero ya que ves tan difícil que vuelvan y parece que él tiene ya todo decidido de nada te sirve quedarte acá llorando y pensando todo demasiado hasta agotarte, ¿No crees?
- Quizás.
- Quizás, sí.
- Bueno, pero ahora no.
- No, no, esto es como un duelo, necesita su tiempo.
Puse los ojos en blanco y él sonrió, cambiando rápido de tema para evitar que pensase todo otra vez y me distraiga un poco con otras cosas hasta que se hizo lo suficientemente tarde para que se vaya a su casa y me dejase por primera vez sola en casa.
Fui a la habitación, coloqué mis cosas para mañana y ya cambiada me acosté a la cama, mirando desde allá su cuna vacía.
Mauro me avisó por mensajes que no hacía falta una, que tenía una antigua por ahora, así que me la quedé y tan sólo verla y ver que estaba vacía me hacía sentir peor, como si también estuviese fallando a mi hija. Pero ya no era sólo mi hija, sino nuestra hija.

Sol y Luna (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora