14.

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- ¡Llegó el día, llegó el día!
Y la puerta se abrió, encontrándome a Manuel sonriendo hasta que también me vio despierta, entonces su cara fue de confusión.
- ¿Qué haces despierta?
- Emma.
- Como se nota que todo ha cambiado eh, si no llega a estar ella sigues en la cama dormida.
- Ni me lo recuerdes.
Rió y agarró mi valija, llevándosela fuera de la habitación. Entonces volví mis ojos a Emma, sonriendo.
Al fin volvía a casa, al fin volvería a ver a mi familia tras cinco meses fuera y volvería a estar con mis amigos. Por fin conocerían a Emma.
- Angie, yo sé que te duele dejarme pero o comienzas a vestirte o perdemos el avión
- ¿Cómo quieres que me vista con ella agarrada a mi pecho, pelotudo?
- Salió a su padre eh.
Fruncí el ceño y él rió, saliendo de la habitación antes de que le tirase cualquier cosa.
Resoplé y miré la única ropa que había dejado fuera de la valija. Por suerte, todo lo que me compré estando embarazada más lo que me traje de Argentina pudo quedarse en una valija sola y no tuve que comprar otra y además, como la barriga aún no desaparecía, tenía que seguir utilizando la ropa que compré acá.
Como pude, agarré el pantalón para dejarlo a mi lado de la cama, sentándome para quitarme el mío sin molestar mucho a Emma. Me puse el nuevo y ahora comenzaba lo difícil.
Lo preparé todo y separé a Emma, escuchándola llorar mientras la dejaba en la cama, haciendo rápido el cambio de remera. Entonces, la volví a poner en mi pecho y ya sólo le pedí ayuda a Manuel para ponerme las zapatillas y salir de la habitación.
Fui a la cocina y me dio el café que me había hecho junto a unos cereales. Desayuné y después volví a la habitación a ver si me había quedado algo, hasta que no, estaba todo.
- ¿Lista?- preguntó Manuel en la entrada con mi valija delante de él.
- Creo que sí.
Sonreí nerviosa y me abrió la puerta. Salimos de la casa y comenzamos a andar juntos hasta el auto de mis tíos, que habían venido a llevarnos. Manuel guardó la valija mientras que ellos saludaban a Emma, aún en mi pecho.
Después, entramos y por fin pusimos rumbo al aeropuerto, despidiéndome de Madrid mirándola desde la ventanilla del auto.
Llegamos y en la puerta nos encontramos al resto de mi familia, es decir, mis otros tíos, mis abuelos y mis primos. Todos, por supuesto, llevaron sus ojos a Emma, que en el camino por fin se había vuelto a dormir.
Entramos en el aeropuerto hasta llegar al lugar para esperar. Entonces, cuando tenía intención de sentarme, el altavoz avisaba de que ya me tenía que ir.
Me giré y miré a toda mi familia, despidiéndome uno a uno de cada uno de ellos como ya hice con mis viejos y mis hermanos en Argentina.
- Mándanos foto siempre.
- Y vídeos, todo, todo.
- Y visítanos.- añadió mi tía a lo que dijeron mis abuelos mientras la abrazaba.- Con ella, claro.
- Sí, lo haré, tranquilos que esta vez no me escapó.
- Esperemos, nos ha encantado tenerte con nosotros y más si hemos sido los primeros en conocer a esta dulzura.
- Bueno, ya, que me la agobian.- dijo Manuel cuando dejé de abrazar a su padre, riendo los demás mientras que yo sólo sonreí.- Te voy a extrañar.
- Y yo a vos.
- Le decía a Emma.
- Dale, wacho, dejá de ser un salame por un momento.
- Uh, ese acento argentino me mata.- puse los ojos en blanco y rió.- Espero que no te olvides de mí.
- Sabés que no.
- Y cuando quieras...cuando tengas que huir de cualquier cosa, estaré acá, pelotuda.
- Pará de imitarnos, por favor te lo pido.- susurré abrazándole como podía con Emma en mis brazos.
- Vamos, que capaz y te quedas al final en España.
- Los extrañaré, a todos.
- Anda, que pierdes el avión.
- Chao, los amo.- me despedía mientras me iba.
- Y nosotros a ti, cuídate, cuidanse.
Me respondió mi abuela, sonriendo como nunca había dejado e hacer cuando veía a su bisnieta.
Suspiré y todos mis nervios volvieron, aunque esta vez, como cuando me fui de Argentina, no había vuelta atrás.
Di los pasajes y por fin me dejaron pasar hacia el autobús que nos llevaría al avión. Miré a Emma y sonreí viéndola dormir, por suerte aunque no sabía cuánto podría estar así y más en un viaje así.
Llegamos unos minutos después al avión, subiendo las escaleras para después ir a mi asiento. A mí lado acabó una mujer que rápido se puso los audífonos.
- Desde ya te pido perdón si llora.- le avisé, pensando que no me oía, pero me miró y sonrió.
- Si es ella quien llora lo dejo pasar.
Sonreí y asentí, haciendo malabares hasta que yo también pude conectar mis audífonos y lentamente dormirme ya en el aire.
Lo que estaba claro era que unos audífonos no me iban a alejar de sus llantos, así que más de una vez me despertaba para cuidarla y atenderla hasta que se durmiese lo más rápido que podía para no molestar mucho.
Hasta que no fue ella quién me despertó, sino el altavoz del avión que avisaba que ya llegábamos a Buenos Aires. Buenos Aires...
Sonreí al oír el nombre de mi ciudad y llevé mis ojos a la ventanilla unos segundos hasta que Emma reaccionó al altavoz, despertándose. Pero no lloró, sólo se quedó mirándome con sus ojos negros.
Yo también la miré y no pude evitar tenerla más cerca aún, sabiendo que a estábamos en casa, en nuestra verdadera casa.
Lentamente, el avión aterrizó hasta que por fin pudimos salir, yo la última. Entré en el colectivo ahora con nervios de verles a todos, de que puedan conocerla, pero poco a poco me tranquilicé, sobretodo cuando ya estaba dentro del aeropuerto.
- Espera, te ayudo.
La mujer que se sentó a mi lado me vio agachándome para agarrar la valija y como dijo, me ayudó, dandomela.
- Todo sea para que no llore más.
- Te entiendo perfectamente.
Sonrió y se despidió, dejándome sola con Emma. Miré a todos lados y suspiré, comenzando a caminar en la búsqueda de mi familia.
- ¡Angie!- miré a todos lados tras oír mi nombre pero no vi a nadie.- ¡Dale, pelotuda, en frente tuya!
Entonces, le vi, sonriendo a la vez que me saludaba con las manos. A su lado, mis viejos sonreían como nunca antes había visto y a su otro lado José tenía a Thiago en sus brazos y Miguel y Luna estaban a su otro lado, tomados de la mano.
Sonreí y comencé a ir a por ellos a la vez que ellos a mí, hasta que nos encontramos.
- Ojo con ella eh.
- Dejamela, dejamela, dejamela.- reí oyendo a mi madre con todos sus ojos en Emma e hice lo que me pidió.
- ¡Al fin!
Santino gritó y me abrazó con fuerza, levantándome del suelo para aplastarme contra su cuerpo antes de que José y Miguel se unieran al abrazo.
- Los extrañé a todos.
- Y nosotros a vos.
- Fuera joda, todo se me hacía difícil sin vos.
- Oh, que lindo.- pellizqué la mejilla de Santino y puso los ojos en blanco antes de darle un fuerte beso en la mejilla.- Pará, loco, vas a dejar a Emma huérfana.
- Ni de broma.
- Angélica.
Dejé de mirar y abrazarme con todos mis hermanos y con Luna para ver a mi padre, sonriendo mientras que mi madre se enamoraba de Emma.
- Te extrañé tanto que estaba por irme a España.
- Papá...- sonreí y fui a abrazarle con fuerza.- Como te extrañé, viejo.
- Y yo a vos, y yo a vos.- dijo abrazándome con fuerza.- Dale, soltala que nosotros también queremos algo de ella.
- Es que es tan linda mi nieta...me hicieron abuela muy joven ché.
- Dale, pasala.
Mi madre chasqueó su lengua y finalmente le dejó Emma a José, ya que Thiago estaba ahora con Luna. Entonces, me miró y volvió a sonreír.
- Nena...
- Ma.-la abracé con fuerza y sonreí aún más.- Te extrañé una banda.
- Y yo a vos, no sabés cuanto.
- Bueno, ¿Y para el nene no hay nada?
Preguntó Miguel y dejé de abrazar a mi madre para llevar mis ojos a Thiago, sonriendo antes de que Luna me lo dejase.
- Igualito a su madre, por suerte.
- Pelotuda, yo no sé a quién decirle a Emma porque los dos papás son un peligro.
- Uh, beef.
- Réplica diría yo.
- Pelotudos.
Respondí a José y Santino, que rieron volviendo sus ojos a Emma. Me volví a abrazar con alguno de ellos una vez le devolví a Thiago a Luna y por fin fui al auto de Santino, llevándome a la casa de mis viejos, donde me quedaría hasta tener una casa de nuevo para Emma y para mí.
- Al fin acá, en mi casa, en mi barrio...
- Emma va a querer volver a España después de esto.
- Pelotudo, devolvemela ya.
José rió y me la dio por fin tras tenerla en brazos desde el aeropuerto. Entonces, mi padre abrió la puerta de la casa, encendiendo la luz.
Pasamos adentro poco a poco y yo fui directa al salón, queriendo sentarme.
- ¡Angie!- de repente, Juan apareció con todos los demás, asustandome y haciendo a Emma llorar.- La concha de la lora, ¿Vieron lo que hicieron? No tienen corazón.
- Juan, te voy a cagar a trompadas en cuanto se duerma, ¿Entendiste?
- Uh, ahora entiendo a Manuel.
Dijo Santino mientras que intentaba calmar a Emma, haciendo reír a Juan y los demás mientras que se acercaban a verla. Una vez que se calló, todos volvieron de nuevo a rodearme.
- ¿Puedo?
- Mándale si tenés lo que tenés que tener.
- Obvio, reina.
Le pasé despacio a Emma y Juan sonrió con ella en los brazos mientras que los demás dejaron de mirarla a ella para verme a mí.
- La puta madre como te extrañé.
Dijo Claudia abrazándome la primera antes que los demás, dejando a Juan sólo con Emma.
- Yo también quiero.
- Dejamela, yo me encargo.
De nuevo, Emma volvió a los brazos de uno de sus tíos y por fin pude abrazarme con Juan con la misma fuerza que hice con Santino, levantándome por la cintura antes de bajarme para que todos me pudiesen abrazar. Cuando me separé, miré a todos y sonreí, sobretodo viéndola a ella.
- Al fin en casa.

Sol y Luna (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora