99.

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Habían pasado unas horas desde que me despedí de Carlos, pero no podía evitar pensar en él.
No por lo mucho que había cambiado o los recuerdos del pasado, sino por lo me dijo. Quizás tenía razón o quizás no, pero yo no podía evitar pensar que tal vez era hora de actuar de verdad y no quedarse quieta esperando a que algo cambie.
Hasta ahora, intenté ir despacio con Mauro, volviendo a tener miedo a como actuase por no querer enfrentarme a ello. Y así, lo único que conseguía era que el que hablase y decidiese era él, porque yo era incapaz de hacerlo.
Y cuando lo di todo por acabado, me rendí y simplemente dejé que el tiempo eligiera si lo nuestro volvería a resurgir o finalmente este sería nuestro final. Siempre alguien tenía que actuar por mí, porque yo simplemente le tenía miedo a eso.
Pero ahora no podía dejar que esto pasase, no cuando se trata de Mauro. Él de verdad era el chico que quería y nunca dejé de hacerlo desde adolescente. Me comprende, me hace reír, me respeta, me escucha y en general, me apoya siempre que puede. Y yo no podía dejar pasar eso una vez más, dejar que finalmente el tiempo decida que lo nuestro no tenía sentido.
Me levanté del sofá rápida, yendo a la había para buscar alguna campera que ponerme antes de agarrar un par de cosas e irme corriendo de casa. No, no tenía mucha prisa en verdad, ni siquiera sabía si estaría donde iba, pero estaba harta de no estar a su lado.
Llegué hasta la parada del colectivo en pocos minutos y una vez dentro, este me llevó a su barrio.
Bajé rápida, mirando si tenía algún mensaje en el celular antes de seguir caminando hacia su casa. Pero no, nadie se interponía a lo que estaba por hacer, así que ignoré una vez más el miedo a enfrentarme a todo de verdad y me fui a su casa lo más rápido que podía.
Una vez que llegué a su puerta, llamé, intentando recobrar el aliento mientras deseaba que alguien estuviese dentro. Qué él estuviese al otro lado.
- Angie.
- Cande.
- ¿No quedamos a las o...?
- Necesito hablar con él.
- Angie...
- No puedo dejarle ir así, sin más, Cande.
- Pero ya sabes que él...
- Sí, lo sé, pero quiero enfrentarme a esto de una vez por todas y entonces, esto se acabará acá si es lo que quiere, pero necesito entrar.
Ella se quedó quieta en la puerta, mirándome pensativa mientras que yo le suplicaba que me dejase pasar adentro de la casa de su hermano mayor.
- Me llevaré a Emma, así estaréis solos y...mejor.
Asentí sonriendo y ella también lo hizo, dejándome pasar para luego adelantarme e ir detrás de ella hasta el salón.
Me senté en el sofá y me quedé esperando mientras que Cande se marchaba para aparecer más tarde con Emma.
- ¿Y él?
- En la cocina, ahora viene.
- ¿No le vas a decir nada?
- Si le digo algo, no me dejará irme y no podréis hablar.
Me sonrió levemente y me despedí de Emma para dejar que se fuese como me había dicho. Cuando la puerta sonó al cerrarse, podía oír como se abría la de la cocina.
- ¿Cande?
Entró confundido al salón, buscando a su hermana, pero su mirada cambió al encontrarme en su casa. Yo, que me había dejado comer por los nervios en estos segundos, al verle volví a recordar lo que me dijo Carlos y poco a poco fui tomando las fuerzas suficientes para lo que estaba por hacer.
- ¿Qué hacés acá?- quería preguntarle por si estuvo bebiendo la botella de Hennesy que tenía en la mano delante de Emma, pero preferí ignorarlo porque sabía que no me iba a dejar hablar bien si se molestaba rápido.
- Vine ha hablar con vos.
- ¿Otra vez? Te dije que no quería verte más,.
- Sí, lo hiciste y yo simplemente lo dejé pasar, me rendí, pero no quiero dejar esto acabarse tan fácil.
- ¿Esto? ¿Qué es esto?- sonrió con ironía y yo suspiré.- ¿Lo nuestro? Angie, eso acabó en el mismo momento que me mentiste.
- Sí, tenés razón, te mentí. Fui una cobarde y egoísta que no se atrevió a mirarte a la cara nada más verte y decirte que la nena que tenía en brazos era tu hija, tenés razón.- me acerqué a él, dejando de lado de las dudas para decir lo que quería.- Sí, nada más enterarme tendría que haber venido corriendo con vos a decirte que ibas a ser papá, pero lo oculté porque te odiaba y lo hacía con tanto rencor que como vos ahora, no quería verte ni oír de vos. No quería saber que existías.
- Angie.
- Y cuando ella nació y empecé a notar lo mucho que se parecía a vos, empecé a darme cuenta que toda la rabia que tenía hacía vos sólo fue una forma de hacer que nuestra ruptura no doliese tanto, echándote toda la culpa a vos, como siempre.- él no dijo nada, sólo me miraba fijamente a los ojos, serio.- Y fue ahí donde me di cuenta de que seguía queriendote después de meses separados, pero  ya era tarde y no podía volver a atrás para decirte todo lo que estaba pasando, porque ya había pasado y vos no me lo ibas a perdonar, como ahora.
- Angie...
- Entonces, nos volvimos a encontrar cuando volví a Argentina y de nuevo fui egoísta decidiendo ocultartelo para volver a estar con vos sin pensar de nuevo en vos, que es exactamente lo que pensaba que hacía.- le interrumpí, comenzando a molestarlo por eso.- Yo pensaba que te cuidaba, que te apoyaba en todo, que te entendía y en general que estaba en la relación. Pero al final, él único que estaba eras vos, porque yo siempre tuve el miedo de que lo supieses todo, el miedo de perderte porque sabía que no podría soportar una vez más ser yo la que falló.
- ¿Y no te hace pensar eso?
- Sí, me hace pensar que estoy tratando como una mierda al pibe del que estoy enamorada.- afirmé, haciendo que su expresión se relajase al oír lo último.- Y que vos te merecés más que una chica que no hace más que ocultarte cosas por miedo a tener que enfrentarse a ellas. Yo...yo tenía miedo de que no quisieses a Emma, de que me dijeses a la cara que tenía que hacerlo sola, así que decidí no vivir aquella escena, no ver tus miradas de odio, y te lo oculté.
- Angie.
- No, Mauro, es que no puedo más y de que vos tampoco. No podés dejarme de querer sin más, no después de todo, ni tampoco podés olvidarme. Y yo tampoco puedo, ni siquiera pude cuando quise hacerlo y ahora...ahora no quiero perderte y sí, sé que me merezco todo tu odio y tú falta de confianza, pero no puedo aguantar más estar separada de vos y a lo mejor a vos te gusta que sufra ahora que te has enterado de todo, pero esto me está consumiendo y...y no puedo soportar más que tus ojos me miren con tanto dolor y odio.
- No puedo olvidarme de lo que hiciste, ni borrarlo.
- No pido que lo hagas, sólo...no sé, necesito que me digas de verdad que sentís sin pedirme que me vaya o decirme que me odias y ya.
Se quedó en silencio, mirándome fijamente hasta que acabó por soltar la botella de Hennesy en la mesa y sentarse en sofá para apoyar sus codos en las rodillas y esconder su cara en sus manos, comenzando a mover de arriba abajo las piernas, nervioso.
- Es que yo no te odio, Angie.- dijo al fin, quitándose las manos para mirarme. Fui ahí cuando noté que por fin toda la oscuridad de sus ojos al verme dejaba ver un pequeño brillo.- No lo hago ni podría hacerlo.
- Pero...
- No, no hay ningún pero. Yo...he intentado odiarte, olvídarte y en general, dejar de quererte, pero no puedo y dudo que pueda hacerlo alguna vez.- sus manos pasarían por su pelo un par de veces a la vez que resoplaba, aún más nervioso.- No sé que tenés que no puedo dejarte ir.
- Mauro.
- Pero me duele tanto que no hayas confiado en mí, que pensases por un momento que yo iba a dejarte sola y te dejases llevar por la ruptura.
- Fui una pelotuda y es la verdad, no supe reaccionar bien ni gestionarlo como debía y no hubo nadie que se negase de verdad a que te lo ocultase así que...pero yo confío en vos, sos la persona en la que más lo hago.
- ¿Y por qué no me dijiste nada?- no llegó a gritar, pero sí levantó su voz hasta hacer que esta sonase más grave.- ¿Por qué no viniste acá a decírmelo a la cara como decís?
- Porque tenía miedo, miedo a...enfrentarme a que me odiases, que no pudiésemos estar bien, que me dejarás de querer...que te cansases de mí.
- Que me cansase de ti...
Susurró antes de negar con su cabeza, mirando al suelo mientras volvía a resoplar. De nuevo, volvió sus ojos a mí, notandolo cansado..
- Me he perdido diez meses de Emma, Angie, me los has perdido.
- Y no podré devolvertelos, pero puedo darte más que unos meses y unos días.
Sus ojos estaban fijos en los míos, clavándose en lo más hondo. Se levantó y entonces caminó hacia mi para pararse enfrente, tan cerca que no sabía que iba a hacer.
- ¿Y quién me dice que no me volverás a romper el corazón? ¿Qué no me volverás a mentir?
- Nadie, ni yo, pero sí puedo decirte que la lección está aprendida y que...y que si perderte va a ser el final, no lo quiero como opción.
Sonrió levemente y eso me confundió más. Entonces, negó con lentitud con la cabeza sin dejar de mirar mis ojos.
- Y si yo tengo que ir al infierno que sea con y por vos.
Acabó por afirmar antes de romper las distancias y besarme con lentitud y suavidad a la vez que me abrazaba por la cintura y yo a él por el cuello.
Tras días separados, aquello se sentía como la primera vez que nos besamos, quizás porque ya no había más secretos o porque nos habíamos dicho todo lo que sentíamos. Pero lo que estaba claro es que no se me iba a olvidar nunca que estaba enamorada de Mauro Lombardo y no podía dejarle ir nunca, porque al final él era la solución a mis miedos.

Sol y Luna (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora