100. (Final)

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- ¿Cuándo vuelve?
- A la noche me dijo.
- ¿No vio a Manuel?- le miré y Santino rió.- Que sé yo, si fue a hacer conciertos en España a lo mejor lo vio, ¿No?
- Claro, claro.
Volvió a reír mientras que yo sólo sonreí, dejando de mirarle para llevar mi atención a la Play, ya que estábamos en mitad de un partido.
Habían pasado seis meses de aquello, medio año en el que volvimos a empezar para que la confianza volviese.
Fue lento, al principio solía estar distante y no nos veíamos mucho, pero luego todo fue cambiando y ahora ya estábamos bien.
Por lo demás, Emma ya había comenzado a gatear, así que mientras que Santino y yo jugábamos ella se paseaba por delante nuestra de un lado a otro sin dejar de sonreír.
Como le dije a Mauro, cada día se parecía y se parece más a él. Sigue teniendo ese leve moreno en su piel, con los ojos negros como su pelo y de carácter siempre como él, a no ser que tuviese hambre o sueño, porque entonces era yo.
Cuando les conté a mi familia que había vuelto con Mauro, al principio también les costó entender porque, para ellos, había vuelto atrás, pero finalmente aceptaron que no estaba dispuesta a dejarlo de nuevo. Mi padre, por fin, acabó olvidando todo para volver a querer saber de él como si nada y mi madre igual. Con José, como no, no tuve ningún problema y Santino se alegró sabiendo lo mal que lo pasé cuando estábamos separados. Fue Miguel quién aún sigue algo protector por todo lo que pasó, así que todavía hay que seguir aguantando sus grandes cuestionarios para saber si todo va bien.
Ahora, Mauro se había ido a hacer un par de conciertos en España, pero por suerte volvía hoy o eso me dijo.
No dejé el trabajo a pesar de que él se hiciese cargo de Emma en la mayoría de veces por tener más plata que yo, pero mi jefe contrató a un chico para ayudarme y ahora los descansos eran más largos y había más días libres. Tampoco me fui a vivir con Mauro, sino que cada uno seguíamos teniendo nuestra casa a pesar de que Emma nos unía, lo que hacía que la mayoría de las noches Mauro se quedara en la mía y de día yo iba a la suya.
Todo era distinto, hasta la relación era distinta. Parecía que por no recordar nada que pudiese perjudicarnos, lo habíamos olvidado todo hasta que nos veíamos como si fuera nuestra primera oportunidad y no hubiese rupturas anteriores.
Santino y Diana habían vuelto a hablar, lo que me hacía pensar que en unos días ella dejará de ser mi amiga para volver a ser mi cuñada. Juan seguía laburando en el boliche, pero ahora tenía noches libres. Nicolás y Claudia consiguieron también pareja después de estar yo dos meses con Mauro y Matías simplemente seguía igual de divertido que siempre.
Se me hacía extraño como ha pasado tan rápido el tiempo y la que estuvo una vez en mis brazos ahora gatea por el salón de la casa de Santino y José y mientras esperaba a que Mauro volviese.
De repente, el teléfono comenzó a sonarme desde la mesa, lo que me hizo distraerme en el juego y acabar con Santino marcándome gol y celebrándolo como si fuese un mundial. De mala forma, atendí al celular.
- ¿Sí?
- Angie.
- Cande, ¿Qué tal? ¿Todo piola?- pregunté dejando de estar molesta aunque estuviese viendo como mi hermano mayor seguía celebrándolo.
- Sí, sí, todo bien, ¿Venís ahora a mi casa?
- ¿Tú casa? ¿No pasó nada de verdad?
- Que no, de verdad, es para ver a Emma.
- Si la viste ayer.
- Dale, Angie.
- Bueno, bueno, dale, no me importa ir.
- Acá te espero, chao.
Y terminó la llamada, dejándome confundida por su forma de actuar. Aún así, me olvidé de eso cuando Santino reanudó el juego y tuve que agarrar otra vez el mando para jugar y que no me volviese a marcar.
Por suerte, acabé remontando, aunque al final acabamos empate. Él apagó la Play mientras yo tomaba a Emma en brazos y la dejaba en su silla antes de salir los dos de casa, ya que él se ofreció a llevarme a casa de Cande.
Con ella todo estaba bien, como con su hermano. Casi todos los días la veía, menos ahora que estaba más ocupada con las cosas de Mauro. Y como estaba con ella, también estaba todo bien con la familia de Mauro en general, que al final también me perdonó y me aceptaron de nuevo.
Llegamos por fin a su casa y me ayudó a bajar las cosas de Emma. Después, se despidió de mí y se marchó de vuelta a su casa, dejándome llamar a la puerta y esperar.
- Ho...la.
Sonreí instantáneamente y con sorpresa cuando vi que no era Candela quién me abrió, sino Mauro. Él comenzó a reírse por mí reacción hasta que yo le abracé rápida y con fuerza antes de besarlo después de este tiempo separados.
- ¿Qué hacés acá? ¿No venías a la noche?
- Se adelantó la vuelta.- sonrió abrazándome por la cintura.- ¿Querés que me vaya y vuelvo a la noche?
- ¿Sos boludo? Claro que no, gil.
Rió levemente y volví a besarle y a pegarlo más a mí con mis manos en su nuca. Al separarnos, dejó de mirarme para ver a Emma y sonreír más aún, levantándola de su silla para tenerla en brazos y saludarla también.
- Al fin.- me miró sin dejar de sonreír y yo también lo hice.- La próxima tenés que venir conmigo.
- ¿Y ella?
- Bueno, que se quede acá con quien sea, con Cande si tampoco viene.
Negué con la cabeza y él se acercó para besarme sin acercarnos mucho por tener a Emma en el medio. Después, yo agarré su silla y entré con ella en la casa, detrás de Mauro. Fuimos al salón, donde estaban Sandra y Candela.
- Lo sabías eh.
- Me lo dijo ayer, ¿Qué querés?- ella rió y yo volví a negar con la cabeza sonriendo antes de abrazarme.
- Mauro, déjame a mi nieta favorita, dale.
- Ma, es la única que tenés.
- Por eso, dale.
Reí viendo cómo Sandra le quitaba a Emma y se sentaba en el sofá con ella en sus piernas, haciéndola reír y dejando que su hijo volviese a mí para abrazarme y besarme una vez más.
- ¿Y ahora?- le pregunté.
- Un tiempo acá, por ahora no hay más así que...me vas a tener que aguantar.
- Y yo encantada.- sonreí y le di un corto beso antes de ver cómo Sandra y Cande le daban atención a nuestra hija.
- Bueno, ché, nosotros nos vamos.
- ¿Ya?
- Estoy re cansado, dale.
- Pero mañana vienen eh.- afirmó Sandra dándome a Emma.
- Como siempre.
Me despedí de Sandra y de Candela y salí con Mauro de la casa de su hermana, dejando a Emma en su silla para andar mejor.
- Ché, Angie, ¿No estás cansada de andar y no tener auto?- preguntó con su brazo alrededor de mis hombros mientras yo tiraba de la silla de Emma.
- Bueno, ¿Por qué?
- Y no sé, igual tenés una sorpresa.
- ¿Un auto? ¿Me compraste un auto?- le miré incrédula y él sonrió.
- Así podrás venir más rápido a mí casa y no tenés que andar esperando taxis ni nada.
- Dale, Mauro, no hacía falta, yo estoy bien así.
- Bueno, pero yo quería.
- Que pelotudo que sos.
Rió e ignoró lo mucho que odiaba que me regalaste cualquier cosa que le decía que necesitaba. Desde que estábamos juntos, lo único que nos hacía discutir era que siempre quería pagar él las cosas y yo me molestaba porque, aunque tuviese mucho menos que él, también tenía plata para pagar las cosas. Pero al final, acabábamos olvidando las discusiones y nos centrabamos más en estar bien.
Durante el camino me contó cómo su padre se ocupó de buscarle el auto para mí, que tampoco era uno muy bueno porque sabía que entonces no lo aceptaría por nada en el mundo. También, me habló de su pequeño tour por España, donde obviamente no vio a nadie de mi familia, y luego yo le conté de mis días acá con Emma y mi familia y la suya.
Y llegamos por fin a casa. No era muy tarde, aunque ya comenzaba a oscurecer. Al entrar él fue directo a mi sofá y yo a la habitación para quitarle la ropa a Emma e ir a bañarla antes de ponerle su pijama.
Después de eso, la dejé con Mauro y me fui a duchar yo para también ponerme cómoda. Cuando volví al salón, me lo encontré tumbado en el sofá medio dormido y con ella sentada en su barriga, dándole golpes pequeños en el pecho aunque parecía que no reaccionaba.
Sonreí y me acerqué para tener a Emma en brazos, dándole un corto beso antes de dejarlo descansar bien e ir a hacer la cena.
Unos minutos después, fui al sillón a cenar con Mauro dormido en el sofá y Emma jugando en el suelo. Siempre que volvía de hacer conciertos acababa tan cansado que se pasaba durmiendo los primeros días después de volver, aunque siempre tenía tiempo para seguir haciendo música y sobretodo para hacer cosas con nosotras antes de que lo tocase volver a irse.
Poco a poco, se fue haciendo aún más tarde hasta que ya había anochecido completamente y parecía que no era sólo Mauro quién estaba cansado.
Me levanté del sillón y fui a la cocina a lavar las cosas antes de ir al salón e ir a por Emma para llevarla a su cuna al ver como se dormía mientras jugaba.
Me senté a su lado hasta que se durmió y después, fui a despertar a Mauro para que fuese a dormir a la cama para estar más cómodo.
- Mauro.- como siempre, costaba hacerle despertar.- Dale, Mauro, vamos a la cama.
- Que propuesta tan directa.
- E indecente como Romeo Santos.- sonrió sin abrir los ojos y yo lo moví lentamente.- Dale, vamos a la cama a dormir mejor.
- ¿Te acordás cuándo nos conocimos?- preguntó de repente, abriendo sus ojos para tenerlos achinados y fijos en mí con el rostro cansado.
- Claro, fui sin avisar a vuestra casa a comer y mientras Sandra le decía a Candela que tendría que haberle dicho algo, vos te sentaste a mí lado y me preguntaste si era del barrio.
- Que buena memoria que tenés, wacha...
- En realidad tenía miedo de que no fuese así.- sonrió y yo también.- ¿Y te acordás la primera vez que nos vimos después de que te hicieses famoso y todo?
- Sí, estabas con el pelotudo de Carlos.
- Si vos supieras...- me miró confundido y sonreí.- Cuando dejamos de estar distantes la última vez y volvimos a estar juntos, fue porque ese día me lo encontré y me recordó que tenía que luchar por vos así que...le debes la relación.
- Que pelotuda que sos.- reí levemente y él chasqueó la lengua.- Ché, ¿Y vos fuiste a alguna batalla?
- ¿De gallos? ¿En el quinto? Obvio que fui, pero ni me veías entre tanta gente.
- Uh, tenés razón.
- Re famoso el rey del flow.- sonrió y yo también.
- Que pelotudo que fui cuando rompimos la primera vez.- susurró agarrándome de la mano y sonriendo levemente.
- Los dos, pero más yo, que luego tuve la culpa en la segunda vez.
- Bueno, da igual, eso es pasado.- dijo con voz ronca.- Mientras que no haya tercera vez...¿La va a ver?
- Claro que no, boludo, me vas a tener que aguantar más tiempo del que pensás eh.- rió levemente y volví a sonreír.
- Mejor, mejor...a mí no me podés dejar sin mí dosis de vos eh, me vuelvo loco.
- Vos tranquilo, que yo nunca más me alejaré de Mauro Lombardo.
Sonreí aún más antes de acercarme a él y besarle lentamente y durante un largo tiempo mientras me abrazaba.
Después de eso, sin dejar los dos de sonreír, nos levantamos y fuimos lentamente y juntos a la habitación para acostarnos y acabar los dos abrazados, yo con mi cabeza en su pecho y su barbilla apoyada en mi cabeza.
- Te amo.
Susurró en mitad de la noche, cuando ya estaba a punto de dormirme. Pero de tan sólo oírle no pude evitar sonreír a la vez que me abracé un poco más fuerte con ganas de tenerlo más cerca.
Realmente, sólo lo había querido de verdad a él. Fue el único que estuvo siempre, aunque al principio no me viese a mí y después todo se hizo complicado, pero siempre estuvo. Me hizo y me hace feliz y ahora no sólo a mí, sino también a Emma, la pequeña que cada día se parece más a su padre y me hacer recordar que no me equivoqué cuando lo elegí a él sobre todas las cosas.
- Yo también te amo.

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Y

terminó. Muchas gracias a todos y todas las que habéis leído tanto esta como la primera parte de la historia (Piensa en mí).  Gracias por todos los comentarios, votos y visualizaciones y sobre todo por estar ahí hasta cuándo dejaba de escribir.

Al final todo se acaba, pero fue de la mejor forma y me llevo todo el cariño recibido ❤️
Con esto ha terminado la historia entre Angie y Mauro, pero no significa que no siga habiendo novelas, exactamente mañana comenzaré otra donde espero veros a muchas y muchos de vosotros.
Muchas gracias por todo, de verdad, sois la razón por la que escribo ❤️❤️¡Nos leemos pronto!

Sol y Luna (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora