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Habían pasado unos días desde aquello, pero la culpabilidad la seguía teniendo.
Todo este tiempo, me quedé en casa de mis hermanos, trayendo con su ayuda la cuna de Emma allá para que ella estuviese más cómoda, además de sus cosas. Era la única forma en la que no sentía que me estaba quedando sola, sintiendo a mí familia más cerca que nunca.
Pero, aunque me sentía mal, eso no me dejaba encerrada en casa. El día después de que me rompiese completamente en frente de Santino, me costó salir, no quería hacerlo porque no tenía ganas de otra cosa que no fuese llorar.
Fueron Juan y mis amigos quién me obligaron a ello, paseando todos los días a Emma con alguno de ellos o todos juntos. Obviamente, no salía de fiesta, porque para eso aún no tenía suficientes ganas.
Aún así, eso no evitó que no me encontrase con gente por el centro de la ciudad. Parecía que Buenos Aires era demasiado pequeña para mí al parecer.
En algunos días, mientras caminabamos, me encontré a Candela con sus amigos y amigas por la calle.
La primera vez ella estaba riendo, hasta que también se percató de mi presencia, entonces me miró con desprecio y yo evité sus ojos como pude, huyendo de allá lo antes posible. La segunda, nos cruzamos por la calle, pero rápido desvié mi mirada de ella. La tercera vez, estábamos en un bar cuando ella también entró, sin verme hasta que nos levantamos par apagar y marcharnos, recibiendo una mirada diferente a las anteriores. Y la última vez que la vi fue en un supermercado, cuando las dos estábamos comprando y ella evitó mirarme, aunque a veces podía notar sus ojos en mi.
Fue entonces cuando me di cuenta que no sólo había perdido a Mauro en todo esto, sino a mí mejor amiga. Ella de verdad que estuvo siempre ahí, conmigo, incluso cuando su hermano comenzó a hacerse conocido siempre tenía tiempo para mí.
Y como a él, la mentí a la cara, llenándome más de culpa de tan sólo pensar que no sólo había apartado a una persona de mi, sino a dos.
Suspiré y salí por fin del baño de la casa de mis viejos. Hoy habíamos quedado para comer en familia, como siempre, pero tantas preguntas pero su parte me habían agobiado y necesitaba alejarme por un tiempo, encontrándome primero al baño.
Después de unos minutos, volví al salón con ellos, ignorando sus miradas y como se iban callando mientras yo me sentaba.
- ¿Qué?
- ¿Estás mejor?
- Sí, ma, tranquila.
- Perdón si te incomodamos.
- Está bien, tienen el derecho a preguntar y está claro que tengo que responder con sinceridad después de todo lo que ha pasado.
- ¿No has vuelto a hablar con él?- negué con la cabeza y mi madre chasqueó su lengua.- ¿Y Candela o Sandra?
- A Cande la vi unos días, pero nada y su madre...bueno, seguro que me odia, así que tampoco quiero saber qué piensa de todo esto si me va a hundir más.
- En eso tiene razón, de nada le serviría hablar con su madre.
- Todo sirve en esta vida, ché.
- Bueno, seguro que volverán a hablarse.
- ¿Quién?- le pregunté a mi madre y ella sonrió.
- Cande y vos. Igual Mauro nunca te persona pero ella...es tu mejor amiga, siempre te perdonó todo y vos a ella.
- Más ella a mí.
- Eso no importa, lo que importa es que todo pasará, sólo tenés que dejar que se relaje todo y poco a poco se irán olvidando.
- Si vos decís...
Ella vino a abrazarme y yo simplemente suspiré, dejando que cambiasen de tema para sólo oír, sin muchas ganas de hablar.
Al menos, en dos días volvería al trabajo, así que mi visa sólo se fijaría en eso, en tener plata para poder cuidar y tener mejor a Emma. Aunque Mauro ahora se hiciese cargo, yo seguía siendo su madre y seguía con las mismas ganas de luchar por ella que antes.
Poco a poco, las horas pasaron y entre que ya no tenía mucho que hacer allá y que había comenzado a llover, decidí irme, despidiéndome de todos para irme en taxi hasta casa, ignorando las ganas de Santino de llevarme a casa.
Cuando llegamos, había comenzado a llover levemente, aunque eso no pareció importarle a la persona que veía resguardarse por el poco techo que sobresalía del portal. Salí del auto cuando pagué, agarré las cosas de Emma y a ella la puse en su silla, yendo rápido a mí casa.
- Angie.
- Cande...- la miré sin saber que hacer, notando como me comenzaba a mojar.- ¿Pasó algo?
- Creo que yo también necesito una explicación, ¿No?
Asentí lentamente y acabé por abrir la puerta antes de que Emma se enfriase y enfermase. Subimos en silencio hasta mi casa y finalmente, entramos a ella.
Dejé las cosas de Emma en la entrada para llevarla a la habitación y allá cambiarla de ropa, poniéndole algo más cómodo y que la protegiese del frío.
Después, la dejé en su cuna viendo cómo estaba medio dormida y salí de la habitación para ir al sofá con Candela, que me esperaba sentada.
- ¿Mauro no te contó qué pasó?
- No quiere hablar mucho, pero nos dijo que habías estado allá así que supuse que era algo así.
- Ya...
- ¿Qué pasó, Angie? ¿Qué pasó para que mi mejor amiga me engañase y ocultase que tenía una sobrina?
- Yo...bueno, cuando terminé con tu hermano estaba enojada, le eché todas las culpas a él y cuando supe que estaba embarazada lo primero que pensé era en hacerlo todo sola, sobretodo por el rencor y el odio que le tenía. Mi familia al principio no quiso, pero más tarde me apoyaron y me acabé marchando a España durante el embarazo.
- A España...
- Por eso no conteste tus mensajes ni llamadas, desaparecí pensando que nos podríamos olvidar mutuamente, que no hacía falta un padre para Emma, otra familia para ella.
- Pero volviste.
- Volví y...bueno, me acabé encontrando con vosotros y cuando me preguntaste quién era Emma, mientras pensaba que decirte, creaste una historia que me parecía la mejor para que todo siguiese un secreto y...una mentira me llevó a otra, hasta ahora.
- ¿Y por qué no nos dijiste nada? Ya estabas acá, con nosotros, hasta conocíamos a Emma.
- Porque sabía que pasaría lo que pasó, que me odiaríais y yo no quería enfrentarme a eso.
- Y decidiste ser egoísta.
- Sí, ser egoísta y vivir lo máximo que podía a vuestro lado como si nada, ignorando que las mentiras al final se acaban sabiendo.
- Ya...es que... simplemente no me puedo creer que hayas hecho todo eso, Angie.
- Estaba mal cuando terminé con Mauro, toda esa historia de ataques de pánico y demás es cierta y...bueno, no pensé todo muy bien y mi familia no podía hacer mucho cuando era mi voluntad así que...
- Si tan sólo lo hubieras dicho...
- Lo sé, ahora ya podés gritarme, irte y olvidarme como tu hermano hizo.
Ella, que hacía unos segundos se había levantado del sofá para dar vueltas pensando a la vez que echaba su pelo hacia atrás con gestos de decepción, se giró para mirarme, confundida.
- ¿Eso te dijo?
- Eso es lo que pasa, Candela.- y entonces, sonrió, a pesar de todo volví a ver una sonrisa suya.
- ¿Te dijo que te olvidó y que no te quiere?
- Más o menos.
- ¿Y vos le crees?
- No me parece nada raro que lo haga, la verdad.
- Si a vos él te hubiese ocultado algo así y vos lo hubieses descubierto, ¿Lo odiarías?
- Odiarlo... quizás, sí.
- Ya, ¿Pero lo olvidarías así como así? ¿Le dejarías de querer de la nada?
- Pues...no, claro que no, no lo hago ni ahora que quiero.
- Entonces, ¿Qué te hace pensar que él sí?
- Porque nunca me había mirado de esa forma, Candela.
- Está enojado, como yo, y es normal que él te odie. Pero te aseguro que no te ha olvidado ni nada de eso, no parece tan duro como cuando lo enfrentas.
- ¿A qué te referís?
- A que desde que terminaron se pasa el día bebiendo, escribiendo y haciendo música todo el tiempo. No habla con nadie, ya te lo dije.
- Ya...pero me odia.
- Y es lo más normal del mundo, Angie. Literalmente, le ocultaste que tenían una hija juntos.
- Lo sé, Candela, lo sé.
- Pero, eso no le hace no quererte, como yo.
- Vos...- nuestros ojos estaban fijos en el de la otra, callandonos por unos segundos tensos.
- Yo no puedo dejar de querer a mí mejor amiga, Angie, pero tampoco puedo dejar de estar enojada con vos.
- Y tenés todo el derecho a ello.
- Y estoy segura que no será para siempre.
En toda la oscuridad en la que estaba estos días, sintiendo que había alejado a gente importante para mí como eran Candela y Mauro, sentí por fin algo de luz, algo de esperanza en sus palabras.
- Ya...
- Sólo... tenés que dar tiempo y espacio, porque al final...al final nos mentiste y la confianza es lo que más cuesta recuperar.
No sabía qué decir y ella pareció darse cuenta, sonriendo levemente para intentar que la tensión se fuera de esa forma.
Asentí lentamente sin dejar de mirarla y ella suspiró, agarrando su bolso de la mesa para colgarlo sobre sus hombros e irse a la puerta de la casa bajo mi mirada, hasta desaparecer. Quizás no estaba todo perdido.

Sol y Luna (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora